Al menos 12,3 millones de personas están sometidas al trabajo forzado en todo el mundo, y casi la mitad son niñas y niños, dijo este miércoles la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El tráfico de personas y el trabajo forzado se deslizan entre las grietas legales, dijo a periodistas el jefe del programa especial de acción de la OIT contra el trabajo forzado, Roger Plant, al presentar este miércoles en Londres el informe Una alianza mundial contra el trabajo forzado.
La OIT define el trabajo forzado como todo trabajo o servicio que se le exige a cualquier persona bajo la amenaza de un castigo y al que no ha entrado por voluntad propia.
Aunque está vinculado al creciente problema del tráfico de personas, la mayor parte del trabajo esclavo en el mundo involucra a ciudadanos en sus lugares de origen, atrapados por lo general por falsos sistemas de contratación de empleados, por deudas, y por la propia desregulación del mercado laboral.
La OIT calcula que de las 12,3 millones de personas sometidas a situaciones de esclavismo, unas 9,8 millones son explotadas por el sector privado, y de éstas, más de 2,4 millones como resultado del tráfico humano. Cuarenta y tres por ciento de estas víctimas son también esclavizadas sexualmente.
Las 2,5 millones de víctimas restantes son explotadas por el propio estado o por grupos militares rebeldes.
Los más afectados son los menores de 18 años, que representan entre 40 y 50 por ciento del total de las víctimas, señaló la OIT.
Asia Pacífico es la región donde hay más casos de trabajo forzado, 77 por ciento del total, seguida por América Latina y el Caribe, con 11 por ciento. En los países industrializados ocurren apenas tres por ciento de los casos.
Plant subrayó que el trabajo esclavo prospera gracias a la debilidad de las leyes nacionales.
Se necesita que las legislaciones nacionales sobre trabajo forzado claramente encierren todos los aspectos vinculados. Pero los gobiernos no parecen estar decididos a tomar medidas drásticas. Es necesario encarar el problema y tener una ley basada en nuestras convenciones, afirmó.
Brasil tiene una nueva ley específica contra el trabajo forzado. Países asiáticos como India, Pakistán y Nepal también han adoptado recientemente legislaciones detalladas que lo prohíben, y Gran Bretaña aprobó una norma contra el tráfico de personas. Los demás países tienen leyes muy generales, indicó la OIT.
El informe señala que la explotación de hombres, mujeres y niños y niñas en el mundo genera unos 32.000 millones de dólares al año, lo que equivale a un promedio de 13.000 dólares por cada persona esclavizada.
El trabajo forzado representa otra cara de la globalización, una que niega a las personas sus derechos fundamentales y su dignidad. Para lograr una globalización justa y un trabajo decente para todos, es esencial erradicar el trabajo forzado, dijo el director general de la OIT, Juan Somavía.
El estudio fue preparado en el marco del proceso de seguimiento de la Declaración sobre los principios y derechos fundamentales en el trabajo, adoptada por la organización en 1998, y será objeto de debates durante la próxima Conferencia Internacional del Trabajo de la Organización, prevista para junio en Ginebra.
En los sectores de la agricultura, la construcción, la fabricación de ladrillos y los talleres manufactureros informales, el trabajo forzado afecta en proporción similar a mujeres y hombres, pero en el sector del comercio son las mujeres y las niñas las principales víctimas.
El trabajo forzado es la verdadera antítesis del trabajo decente, que es la meta de la OIT, señaló Somavía.
Es urgente diseñar estrategias efectivas para combatir el trabajo forzado en el mundo actual. Se requiere contar tanto con la aplicación de las leyes como con formas de abordar las razones estructurales del trabajo forzado, ya se trate de sistemas agrícolas anticuados o de mercados laborales que funcionan en forma deficiente, añadió.
La investigación indica que casi la quinta parte de todos los trabajadores forzados son también víctimas del tráfico de personas, pero la proporción varía entre las diferentes regiones.
En Asia, América Latina y África subsahariana la proporción de víctimas del tráfico de personas y a su vez del trabajo esclavo es menor a 20 por ciento, en tanto que en los países industrializados, así como en Medio Oriente y el Norte de África es superior a 75 por ciento.
La mayoría de los casos de trabajo forzado se producen en los países en desarrollo, donde formas antiguas de esta práctica se adaptan a los tiempos actuales, en especial en una serie de actividades en el sector informal, dice el informe.
La servidumbre por deudas con frecuencia afecta a grupos minoritarios que sufren discriminación en el mercado laboral, incluyendo a los grupos indígenas. En general, quedan atrapados en un círculo vicioso de pobreza del cual les resulta cada vez más difícil escapar. Muchas de las víctimas trabajan en zonas remotas, donde la inspección laboral constituye un desafío, añade.
Somavía sostuvo que, a pesar de que se trata de una gran cantidad de personas, no son tantas como para que sea imposible lograr la abolición del trabajo forzado.
Por eso, la OIT plantea la necesidad de una alianza mundial contra el trabajo forzado que involucre a gobiernos, organizaciones de empleadores y trabajadores, agencias para el desarrollo e instituciones financieras internacionales comprometidas con la reducción de la pobreza, y a la sociedad civil, incluyendo instituciones académicas y de investigación, señaló.
La voluntad política y el compromiso global nos permitirían alcanzar durante la próxima década la meta de relegar el trabajo forzado a la historia, añadió.