Atrévase a alejarse de la tradición y ser diferente. Ése es el desafío de un nuevo museo japonés a sus pares más antiguos, que luchan por sobrevivir ante la dramática caída de visitantes y la reducción de sus presupuestos.
Ha sido un largo y dificultoso camino para seguir vivos. Pero la nueva jugada para combinar el arte conservacionista con el entretenimiento ha demostrado ser muy exitosa desde el punto de vista comercial, afirmó Hiroyuki Ochiai, curador del nuevo Museo del Siglo XXI de la central ciudad japonesa de Kanazawa.
El nuevo museo acaparó la atención cuando informó que había registrado un importante aumento en el número de visitantes luego de aplicar un programa experimental en que las exposiciones están más dirigidas hacia niñas y niños que a los adultos.
En octubre, el museo lanzó su primera exposición sobre arquitectura moderna e innovaciones tecnológicas, dispuesta de tal manera que permitía la interacción con los visitantes.
Una participación más activa del público va directamente en contra de la tradición de los museos japoneses, donde tocar las muestras está totalmente prohibido. El Museo del Siglo XXI se parece más a un negocio de curiosidades, una aglomeración de objetos y de espacios conectados entre sí y en los que el visitante se ve inmerso.
Para atraer público, el museo invitó gratis a 38.000 alumnos de educación secundaria. También ofreció descuentos especiales a sus padres y hermanos.
El nuevo sistema dio un paso clave para dejar atrás el viejo modelo y de inmediato atrajo muchos visitantes. Al invitar a niños y niñas también logramos aumentar la asistencia sustancialmente, dijo Ochiai a IPS.
Cinco millones de personas han visitado el Museo del Siglo XXI desde que abrió sus puertas hace un año. Es una cifra inusitada si se la compara con el promedio de 500 visitantes anuales de los demás museos japoneses.
La nueva sala ha generado ingresos de más de 200.000 dólares hasta el momento.
Una de las exposiciones favoritas es la que tiene un sofá en el medio de una selva artificial, y en el que cualquier visitante puede recostarse para escuchar por un rato los sonidos característicos del ambiente selvático.
El museo también tiene restaurantes, cafés y bibliotecas abiertas al público, de tal manera que una familia puede pasar todo el día en el edificio si lo desea.
La idea de permitir a las personas que disfruten una exposición no sólo viéndola de lejos sino también tocándola y pasando un largo rato en el museo es un cambio radical muy bienvenido. Los museos tienen que cambiar para sobrevivir, sostuvo el diseñador artístico Shinichi Ueyama, de la Universidad de Keio.
Ueyama afirmó que la razón principal de los problemas financieros de muchos museos es que invierten demasiado dinero en la estructura edilicia y no en las exposiciones que montan.
Los presupuestos de los museos hacen mucho énfasis en hermosos edificios. Pero la parte más difícil es hacer que las personas los visiten, y no se hace nada en ese frente, explicó.
Ya quedaron atrás los días en que los museos estaban en manos de funcionarios estirados. Japón necesita una inyección saludable de estímulo, con una mayor participación de jóvenes artistas y gente común, añadió.
Minoru Sagame, funcionario de la oficina municipal de Kawasaki, un distrito de Tokio, coincidió con este análisis y anunció que imitaría la experiencia del Museo del Siglo XXI para recuperar cuatro salas públicas al borde de una crisis financiera.
Nos damos cuenta de la importancia de apelar a los visitantes para que los museos sigan operando. Queremos que organizaciones sin fines de lucro y residentes de Kawasaki participen de la administración de los museos, dijo a IPS.
Mientras, el Museo del Siglo XXI prepara una nueva exposición para julio con obras del popular artista estadounidense Matthew Barney. (