INFANCIA: Cartografía de la violencia

La violencia contra niñas, niños y adolescentes, ejercida a menudo por sus padres, no es un problema menor. Los castigos corporales, el abuso sexual y la explotación laboral son apenas algunas de las prácticas naturalizadas y silenciadas en casi todo el mundo.

Para echar luz sobre esta tragedia que adquiere múltiples formas en distintas regiones, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) encargó un Estudio Mundial sobre la Violencia contra la Infancia, elaborado con base sobre consultas a los estados, a las organizaciones sociales de cada país y a los menores.

Casi 100 países respondieron a las consultas mediante cuestionarios, 18 de los cuales son latinoamericanos. Unos 2.000 niños de la región participaron a través de consultas coordinadas por organizaciones como Save the Children, Visión Mundial y Defensa de los Niños Internacional, entre otras.

El estudio se presentará en 2006 en la Asamblea General de la ONU, una vez que finalice la ronda de consultas que se lleva adelante en nueve regiones del mundo. El encargado de elaborarlo es el profesor brasileño Paulo Sergio Pinheiro, que inauguró este lunes en Buenos Aires la segunda ronda de consultas en América Latina.

”Esto es una emergencia, no queremos elaborar un informe para las generaciones futuras. Necesitamos cambiar las prácticas violentas contra los niños ahora, y no esperar a que lleguen a adultos”, dijo Pinheiro ante un auditorio de funcionarios y expertos de 17 países de América Latina y el Caribe.

Entrevistado por IPS, Pinheiro explicó que el objetivo no es producir un ”catálogo del horror”, sino identificar buenas prácticas en materia de prevención, y elaborar recomendaciones de políticas públicas para erradicar la violencia contra la infancia.

Pinheiro sostuvo que un problema común, también en los países ricos, es el de los castigos corporales, que ocurren en el hogar con el visto bueno del Estado. ”Muchos padres desconocen métodos alternativos para enfrentar los problemas de disciplina, y los niños asumen que los golpes son algo natural”, dijo.

También cuestionó que en algunos países desarrollados la justicia considere ”razonables” algunos golpes como parte de la crianza de los niños.

En América Latina, la violencia contra los niños asume rasgos característicos que se suman a los problemas comunes. ”En el nordeste de Brasil hay 300.000 niñas que son utilizadas como personal doméstico sin ninguna protección legal, y casi siempre con la complicidad de familias que las entregan”, dijo el experto.

Otra forma más siniestra y silenciada de violencia contra niñas y adolescentes es su introducción en redes de prostitución y pornografía..

Pinheiro destacó la brutal marginación de menores afroamericanos, indígenas y discapacitados, que en América Latina sufren una”múltiple discriminación” por sus condiciones etaria, étnica, socio-económica y de salud, que los hacen sujetos de burlas y malos tratos.

Pinheiro se manifestó además especialmente preocupado por el maltrato a la que se somete en esta región a menores en conflicto con la ley. ”Hay menores internados en condiciones abominables, tratados como adultos, como criminales, y condenados a prisión, inclusive perpetua”, remarcó.

En este aspecto, el experto destacó como hecho positivo la disposición de gobiernos de la región a reconocer la existencia de estas prácticas inadecuadas frente a los niños ”institucionalizados” y su voluntad de cambiarlas.

También celebró el entusiasmo de organizaciones no gubernamentales y de funcionarios judiciales que, a título personal, hacen valer los derechos de los menores que sufren torturas y golpizas en centros de detención, o que son sometidos a crueles abusos por parte de fuerzas de seguridad que deberían protegerlos.

Una de las experiencias que más conmovió a Pinheiro fue la que conoció en Malí, donde mujeres de la tercera edad cuidan de niñas y niños nacidos de madres solas, y que son víctimas potenciales del infanticidio. ”Esas mujeres no se detienen a conceptualizar sobre lo que hacen, tienen la certeza de la acción”, destacó el experto.

En este escenario, los medios de comunicación que deberían ser los principales aliados en la campaña contra la violencia, incurren en una cierta ”demonización” de la infancia y la adolescencia que, en la ficción, asumen papeles de criminales en una proporción muy superior a la que se registra en el mundo real.

Según la Organización Mundial de la Salud, 30 por ciento de las víctimas de homicidio tienen entre 10 y 28 años. ”Los crímenes perpetrados por menores son ínfimos con relación a los que cometen los adultos”, subrayó el experto.

La consulta regional, que comenzó este lunes y continuará hasta este miércoles en Buenos Aires, fue inaugurada por Pinheiro junto con la directora adjunta del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Rima Salah, y la ministra de Desarrollo Social de Argentina, Alicia Kirchner, con participación de delegados de organizaciones no gubernamentales y de agencias de la ONU.

Salah advirtió que la violencia contra la infancia ”deja heridas y mata”, pero muchas más veces se consuma sin dejar huellas visibles, sino marcas que empañan el futuro de los jóvenes.

”Debemos romper el silencio sobre estos temas y generar voluntad para superarlos”, proclamó.

La ministra coincidió en la necesidad de ”quebrar la invisibilidad y la naturalización”, que son comunes a las manifestaciones de violencia, y realizó una crítica muy severa contra las instituciones del Estado ”que confunden protección con judicialización” de los menores.

Pinheiro opinó que América Latina, que logró universalizar la democracia, aún no ha podido erradicar la violencia contra la infancia, y atribuyó parte del problema a la fuerte resistencia de las estructuras de los estados, que reprimen a los menores y los relegan a vivir ”bajo un Estado de no derecho”.

Los derechos de los niños ”serán una ilusión en las democracias si desde el Estado se mantienen prácticas inaceptables como el abuso policial, la tortura, el linchamiento y las condiciones abominables de prisión”, advirtió.

Pinheiro, quien fue relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Birmania y en Burundi, consideró que ningún se mantiene tan difuso como el ejercido contra niños y adolescentes, y eso ocurre ”con la tolerancia de los gobiernos, incluso de gobiernos progresistas”.

”El problema de las democracias en América Latina es justamente el de los estados esquizofrénicos, que por un lado reducen la desnutrición y el analfabetismo y por el otro mantienen a niños en prisiones sometidos a prácticas autoritarias e ilegales”, afirmó.

La protección legal de los menores está establecida en la Convención sobre los Derechos del Niño, que entró en vigor en 1990 con la firma de 191 países. Luego se anexaron dos protocolos, uno que sanciona el reclutamiento de menores en conflictos armados y otro sobre la trata de niñas y su destino hacia redes de prostitución.

En las cuestiones particulares de la violencia, Pinheiro es reacio a generar un nuevo protocolo. ”Ya tenemos demasiados instrumentos y lo que necesitamos es que se cumplan”, dijo. Por eso la apuesta más fuerte es generar movilización y participación en el proceso de consultas a fin de comprometer a la mayor cantidad posible de actores.

Para ese objetivo, miles de niños en todo el mundo, a través de organizaciones no gubernamentales que trabajan para la infancia, expresaron sus puntos de vista sobre la violencia. Así se pudo conocer que las y los menores son el sector preferido de las golpizas en el hogar.

Las ”razones” de los golpes pueden ser increíblemente triviales, como ensuciarse la ropa. Otros argumentos echan luz sobre una descarga de responsabilidades del mundo adulto: niños golpeados porque descuidan a hermanos menores o porque no aportan suficiente dinero al hogar.

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