En 1970, cuando las potencias mundiales adoptaron el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP), muchos alentaron la esperanza del desarme total, pero en cambio se han acumulado miles de esas armas y se construyen nuevas, incluso en los países firmantes de ese acuerdo.
La actual crisis de proliferación es la peor de la historia. Es muy, muy grave y una inmensa amenaza a la humanidad, afirmó Douglas Roche, ex diplomático y parlamentario canadiense y ex presidente del comité de desarme de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que ha realizado un seguimiento del TNP durante las dos últimas décadas.
Según el experto, Estados Unidos y otras potencias nucleares reconocidas son responsables de esa crisis, ya que han establecido un sistema mundial con dos clases, inaceptable para los países no nucleares.
Washington realizó recortes de sus arsenales nucleares en los últimos años, pero continúa la construcción de una nueva generación de armas nucleares, y su presupuesto para ese tipo de armamento, incluyendo sistemas de lanzamiento y comando, suma unos 40.000 millones de dólares según el Comité de Abogados sobre Política Nuclear, una organización no gubernamental por el desarme con sede en Nueva York.
El lunes, Roche se reunió en la sede de la ONU con colegas de que integran grupos de la sociedad civil, con la intención de incidir en una nueva conferencia quinquenal de revisión del TNP, que durará hasta el 27 de este mes y en la que representantes de 188 países sobre las posibilidades de fortalecer ese acuerdo internacional.
Activistas por el desarme informaron que trabajan con un grupo de potencias medianas para lograr que las potencias nucleares adopten medidas inmediatas tendientes a reducir el peligro de las armas que poseen e iniciar conversaciones para eliminarlas por completo.
Esas potencias medianas, integrantes desde 1997 de la Coalición por una Nueva Agenda (CNA), son Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Suecia, naciones política y económicamente significativas, internacionalmente respetadas y que han renunciado a la carrera armamentista nuclear, lo que aumenta su credibilidad según activistas y diplomáticos.
En diciembre, esos países presentaron a la Asamblea General de la ONU una moción que instaba con urgencia al desarme y resultó aprobada por 151 votos contra seis y 24 abstenciones.
Estados Unidos votó en contra de la resolución, que pidió a los Estados miembros cumplir plenamente con sus compromisos de no proliferación y desarme nucleares, y no actuar de ninguna manera que pueda implicar un detrimento en la materia o conducir a una nueva carrera armamentista nuclear.
Observadores señalan que la CNA recibe creciente apoyo internacional, incluso de tradicionales aliados de Washington.
Por ejemplo, Bélgica, Canadá, Holanda, Lituania, Luxemburgo, Noruega y Turquía, todos integrantes junto con Estados Unidos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, votaron la propuesta de la CNA en la Asamblea General, al igual que aliados muy cercanos a Washington como Corea del Sur y Japón.
En 1996, un fallo de la Corte Internacional de Justicia destacó la necesidad de negociaciones que condujeran al desarme nuclear, en bajo estricto y efectivo control internacional en todos sus aspectos.
La ilegalidad de las armas nucleares es evidente. El TNP fue creado para evitar la ley de la selva, Christopher Weeramantry, ex vicepresidente de ese tribunal.
Mientras pacifistas como Roche tratan de impulsar la agenda del desarme mediante cabildeo con diplomáticos participantes en la revisión del TNP, una coalición de grupos antinucleares prefirió una campaña de información al público.
El domingo, víspera del comienzo de la conferencia de revisión, miles de personas se manifestaron ante la sede la ONU en Nueva York para demandar la abolición de las armas nucleares.
Entre ellas había más de mil activistas japoneses por la paz, incluyendo a los alcaldes de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, ubicadas al oeste de su país y devastadas con bombas atómicas por Estados Unidos en 1945, en el primer ataque de ese tipo en la historia, que precipitó el fin de la segunda guerra mundial.
No más Hiroshimas, no más Nagasakis, era la consigna escrita en una gran pancarta portada por un manifestante japonés.
El lunes, esas voces de protesta tuvieron eco en la reunión de revisión del TNP.
El único modo de garantizar que las armas nucleares nunca serán usadas es que nuestro mundo esté libre de esas armas, aseveró el secretario general de la ONU, Kofi Annan, ante los delegados participantes.
Si estamos realmente comprometidos con un mundo libre de armas nucleares, debemos dejar atrás el florecimiento de la retórica y las poses políticas, para empezar a pensar seriamente cómo lograr ese mundo, enfatizó.
Un grupo de alto nivel formado por Annan instó este año en un informe a establecer una moratoria de ensayos nucleares, acelerar la entrada en vigor del tratado que los prohíbe por completo, y desmontar todas las cabezas nucleares que están listas para su lanzamiento.
Pero diplomáticos familiarizados con las negociaciones en torno al TNP coinciden en no prever grandes avances en la conferencia de revisión.
El núcleo del problema es el papel que desempeña Estados Unidos, al que pedimos que adopte una actitud positiva y no dé la espalda a sus propias promesas, comentó Roche.