La ONU considera que Nepal está a punto de sufrir una crisis por las decenas de miles de personas obligadas a abandonar sus hogares a causa de la guerra civil, pero nadie en este país parece saber qué hacer al respecto.
Hace un mes, un equipo de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) analizó durante 10 días en este país las condiciones en que viven los desplazados, legado de un decenio de combates entre las fuerzas del gobierno e insurgentes maoístas en que murieron 11.000 personas.
La misión concluyó que la mayoría de este sector de la población ha sido pasada por alto y postergada.
No hubo asistencia ni una respuesta de protección coherentes, sea por parte del gobierno o de organizaciones nacionales o internacionales, informó el representante de la ONU sobre derechos de los desplazados, Walter Kalin, en una conferencia de prensa al cabo de su misión.
El problema puede ser atendido mientras la situación no se descontrole, agregó.
Ninguna agencia de la ONU, ni las organizaciones no gubernamentales internacionales radicadas en Katmandú ni el gobierno parecen preparados para tomar la iniciativa y ayudar a personas como Ram Gopal Tamoli.
Hace tres años, Tamoli se trasladó junto con su familia a Katmandú desde el occidental distrito de Banke, bastión de la guerrilla maoísta.
Las fuerzas de seguridad en Banke fueron muy eficaces, pues lograron impedir la mayoría de los atentados con explosivos y los tiroteos durante la guerra civil. Pero aun así, Tamoli teme por su seguridad.
En la oficina de la Asociación de Víctimas del Maoísmo en el centro de Katmandú, Tamoli dijo a IPS que los 25.000 miembros de la organización sobrevivían gracias a la ayuda de amigos y familiares, e incluso de desconocidos que les daban dinero en sus recorridas puerta a puerta.
Funcionarios de la ONU vinieron aquí y nos entrevistaron, pero eso, agregó, no les ha sido de ayuda.
Tampoco el gobierno ha ayudado a los miembros del grupo, que han visto el saqueo de sus hogares, el asesinato de sus cónyuges, la mutilación de sus familiares, sostuvo. Media docena de hombres y mujeres de mediana edad le escuchan en la sala.
El gobieno de Nepal creó en 2001 un fondo para víctimas de la acción de la guerrilla maoísta —no para los afectados por operaciones de fuerzas del gobierno—, pero dejó de distribuir dinero entre ellos en 2002.
El gobierno que cayó en el golpe de Estado de febrero prometió en octubre pasado 20.086 dólares a cada afectado por los maoístas, sin previsiones para las víctimas de las fuerzas oficiales, informó el Foro de Asia Meridional para los Derechos Humanos (SAFHR).
Definiciones estrechas como ésta disuaden a las víctimas de acciones estatales, justificadas o no, indica el informe de SAFHR, concentrado en los desplazados hacia las ciudades de Katmandú y Birendranagar.
La misión de Kalin descubrió que la gran mayoría de los desplazados no fueron registrados por las autoridades pues temen declararse como tales y por otros factores, como la cantidad de personas que cruzan la frontera hacia India.
Nepal tiene fronteras al sur, el este y el oeste con India, y al norte con China, incluido Tibet.
El 1 de febrero, el rey Gyanendra Bir Bikram Shah desalojó al gobierno, al que acusó de corrupción e incompetencia en la lucha contra la guerrilla maoísta. El monarca impuso el estado de emergencia y suspendió la mayoría de los derechos constitucionales.
El rey Gyanendra levantó luego el estado de emergencia, pero mantuvo las riendas del poder y la detención de muchos disidentes.
Según el informe de SAFHA, las desplazadas requieren ayuda específica. Muchas de las mujeres con las que nos reunimos se han convertido en jefas de familia y están totalmente desorientadas sobre las responsabilidades que debieron asumir repentinamente.
Los jóvenes también requieren atención especial, según el estudio, titulado Informe piloto sobre desplazados internos en Katmandú y Birendranagar. Las muchachas con las que nos entrevistamos nos dijeron que muchas abandonaron sus poblados y lo siguen haciendo.
La mayoría no pueden regresar a sus hogares por temor a ser presionadas para unirse a los maoístas, o a que su visita suponga problemas para sus familias, agregaron.
La misión de la ONU concluyó que algunos poblados perdieron 80 por ciento de sus jóvenes.
La autora del informe de SAFHR, Deep Ranjani Rai, dijo confiar en que la oficina de la ONU en Nepal tome la delantera en la tarea de atender las necesidades de los desplazados. Pero no estoy tan seguro de que sea muy rápido, sostuvo.
La filial Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU en Katmandú no respondieron a los pedidos de una entrevista para el presente informe de IPS.
El presidente ejecutivo del no gubernamental Centro de Estudios y Bienestar Comunitario, Dili Raman Dhakal, consideró que luego de la misión de Kalin las agencias de la ONU en Katmandú comenzaron a escuchar.
Pero Dhakal dijo a IPS que la ONU subestimó la cantidad de desplazados al situarla entre 100.000 y 200.000. La cifra real, aseguró, es de entre un millón y 1,2 millones.
Pero un funcionario del gobierno que solicitó reserva sobre su identidad dijo que no pueden ser más de 15.000, si bien apenas la mitad de esa cantidad se registraron en reparticiones oficiales.
Las conversaciones entre el gobierno y la misión de Kalin fueron tensas. Tenían una noción preconcebida de los desplazados y de todo… Creían que la situación era muy caótica y que la gente sufría mucho, sostuvo.
El insurgente Partido Comunista Maoísta, inspirado en la guerrilla peruana Sendero Luminoso, actúa desde 1996 en distritos rurales con la finalidad de abolir la monarquía. A causa de los combates entre fuerzas del gobierno e insurgentes han muerto 11.000 personas.
La guerrilla ha reclamado para la instauración de una república la convocatoria a asamblea nacional constituyente.
El retraso económico y social, la injusticia y los gobiernos ineficientes han sido propicios para que nepalíes pobres se incorporaran a la guerrilla maoísta.
El ingreso promedio por habitante en Nepal es de 240 dólares anuales, y 42 por ciento de la población vive por debajo de la línea de pobreza.
La insurgencia comenzó en febrero de 1996 en los remotos distritos montañosos del medio oeste de Nepal, en forma de protestas contra la profundización de la brecha entre ricos y pobres y la marginalización de las castas inferiores determinadas por la religión hindú,
Las manifestaciones se convirtieron poco a poco en una guerra popular que ya va por su décimo año. Hoy, los insurgentes tienen importante presencia en todos los distritos de Nepal.