China lanzó una campaña para bloquear la venta al exterior de antigüedades y obras de arte y recuperar tesoros culturales saqueados por muchos años.
La iniciativa provocó el descontento de coleccionistas privados y puso en tela de juicio el celo de los líderes comunistas chinos en proteger el patrimonio cultural de este país de 1.300 millones de habitantes.
Beijing solicitó a Estados Unidos que impusiera restricciones a las importaciones de artículos chinos de más de 95 años de edad. El gobierno arguye que la gran demanda estadounidense del rico patrimonio cultural chino es lo que fomenta el saqueo y el contrabando de antigüedades y obras de arte.
China no es el primer país que pide a Estados Unidos que restrinja la importación de antigüedades, pero sí el que ha presentado la mayor lista de artículos cuyo comercio quiere impedir.
Las regulaciones existentes en China sólo prohíben la exportación de reliquias anteriores a 1795, año que marca el fin del reinado del emperador Qian Long, de la dinastía Qing.
Pero ahora las autoridades quieren bloquear la venta de todo tipo de artículos de valor cultural, histórico o artístico que daten desde el paleolítico hasta el fin del imperio, en 1911.
El pedido es analizado por Estados Unidos, que ya inició una investigación sobre el patrimonio cultural chino, recolectando datos de las casas de subastas, los mercados de antigüedades y las aduanas.
El Congreso legislativo de Estados Unidos aprobó en 1983 una ley sobre importación de obras de arte que establece mecanismos para resolver crisis cuando otro país siente que su patrimonio es amenazado. La norma está en concordancia con las convenciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El año pasado se perpetraron 36 robos a gran escala en museos, tumbas y templos de China, que determinaron la pérdida de 223 antigüedades, informó la Oficina Estatal de Reliquias Culturales. El número de hurtos aumentó 80 por ciento en 2004 respecto del año previo.
Pero los comerciantes de arte y los coleccionistas de ambos lados del océano Pacífico concuerdan en que aceptar la solicitud de Beijing sería equivalente a cerrar por completo el mercado estadounidense a cualquier reliquia china.
Esto sería un retroceso a las restricciones de la era (del senador Joseph) McCarthy, en los años 60, cuando todas las obras de arte chinas importadas a Estados Unidos eran sospechosas y su propietario debía demostrar que no era un comunista, dijo el comerciante de arte James Lilly a la revista Orientations, una publicación para coleccionistas.
McCarthy lanzó una furibunda campaña de persecución anticomunista en Estados Unidos en los años 50 y 60.
Ya hay demasiado énfasis en el control, en las restricciones a la exportación. Para acabar con los saqueos y el contrabando se debe promover la apertura de diversos canales para el intercambio de antigüedades, afirmó Liu Shangyong, de la empresa Subastas Rongbao.
Por su parte, Zhang Deqin, un ex funcionario de la Oficina Estatal de Reliquias Culturales, sostuvo que la solicitud de Beijing es una medida de desesperación.
Es reconocer que no podemos abordar la fuente del problema. Ya que no podemos impedir que se saqueen los museos dentro del país, le pedimos a otros países que supervisen sus importaciones, señaló.
Muchos sostienen que, en realidad, el gobierno chino debería preocuparse más por los efectos negativos de sus grandes obras de infraestructura, con las que está destruyendo también el patrimonio histórico y cultural.
El ejemplo más claro es la instalación de la represa de Tres Gargantas, que provocó la inundación de varios pueblos históricos y tumbas antiguas sobre el río Yangtze. Algunas pocas reliquias fueron salvadas sólo tras la intervención de coleccionistas privados.
En estos días también se ha puesto en tela de juicio la actitud de autoridades comunistas en el pasado.
Hasta hace 10 años, la compra y la venta de todas las antigüedades chinas eran monopolizadas por el Estado. El Ministerio de Comercio Exterior vendía las reliquias para obtener divisas, luego usadas para financiar proyectos de industrialización.
El éxodo de obras de arte comenzó con el colapso del imperio de la dinastía Qing, en 1911. Tras el triunfo de la revolución comunista en 1949, lo que quedaba del vasto patrimonio cultural chino fue destruido, confiscado o exportado.
Finalizado el período de frenética destrucción de la Revolución Cultural (1966-1976), el Estado invitó a comerciantes extranjeros a visitar los grandes almacenes donde se guardaban obras de arte confiscadas.
Según algunas estimaciones, en la década de 1980, China exportaba un millón de frascos decorados por año.
En un intento de revertir la situación, Beijing lanzó en abril una campaña a gran escala para rescatar sus tesoros perdidos. El Programa de China para la Recuperación de Reliquias Culturales intenta recobrar antigüedades y obras de arte que fueron robadas y contrabandeadas entre 1840 y 1945.
Las autoridades calculan que las reliquias en propiedad de coleccionistas privados son 10 veces más que las que están en museos en el exterior.
Más de 1,6 millones de antigüedades chinas se encuentran en 200 museos de 47 países, según la Unesco.
Según la agencia oficial de noticias Xinhua, el experto en preservación del patrimonio cultural Xie Chensheng opinó que la riqueza espiritual puede compartirse con el mundo entero, pero no la propiedad, tal como ocurre con los derechos de software.
La propiedad de los dispersos tesoros culturales debería pertenecer al pueblo chino, agregó. (