La deforestación de 26.130 kilómetros cuadrados en la Amazonia brasileña el año pasado no sorprendió a los ambientalistas, pero ellos consideran inaceptable el nuevo promedio anual al que se ha elevado la extensión del problema durante la década en curso.
De cerca de 17.000 kilómetros cuadrados al año en las dos décadas anteriores, hasta el año 2000, el promedio pasó a más de 24.000 en los tres últimos años, señaló a IPS Adalberto Veríssimo, investigador del Instituto del Hombre y Medio Ambiente de la Amazonia (Imazon).
La última medición, de agosto de 2003 a agosto de 2004, hecha por el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), con imágenes captadas mediante satélites, indicó un aumento de 6,2 por ciento sobre el área deforestada en los doce meses anteriores, que fue 24.597 kilómetros cuadrados.
Pero Roberto Smeraldi, coordinador de Amigos de la Tierra/Amazonia Brasileña, dijo a IPS que el dato, divulgado en la noche del miércoles por el Grupo de Trabajo Interministerial para la deforestación amazónica, no es creíble, y que la realidad debe acercarse al récord registrado en 1994/1995, que fue 29.059 kilómetros cuadrados.
Su opinión se basa en la información de que no hubo deforestación en los estados de Amapá y Roraima, ambos en el extremo norte de Brasil.
Es imposible (que se haya registrado) deforestación cero en aquellos estados, ya que Roraima sufre fuerte presión migratoria y en Amapá las alcaldías apuntaron la destrucción de bosques y las quemadas (incendios forestales para lograr tierra cultivable) como el principal problema ambiental, en una investigación del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística divulgada el 13 de este mes, observó Smeraldi.
Su organización no gubernamental apunta además la posibilidad de una subestimación de 15 por ciento, porque la nueva metodología adoptada considera intactas las áreas ocultas por las nubes y que los satélites no logran registrar.
El Inpe rechazó esa hipótesis, y asegura que compensó con creces el área cubierta de nubles, limitando el margen de error a cinco por ciento.
Veríssimo evalúa que la extensión de este año tiende a mantenerse en un nivel elevado, porque la deforestación a ser medida ya ocurrió. La tala suele realizarse en el periodo seco de la Amazonia, de mayo a fines del año. El problema se agrava cuando crece la economía y el año pasado hubo un fuerte crecimiento, de 5,3 por ciento, recordó.
Además, las imágenes satelitales y otros estudios revelan que la devastación, antes concentrada en una faja de tierra conocida como arco de la deforestación, se expandió a otras áreas, ampliando mucho su área de incidencia en los últimos cuatro años y dificultando la inspección y la represión, acotó.
Pero el experto cree que a la larga la estrategia gubernamental, basada en la implantación de extensas áreas de conservación y en una legislación forestal que imponga el manejo adecuado de los bosques públicos (cuya aprobación se prevé a corto plazo), puede frenar la deforestación.
La nueva legislación podrá convertir la industria maderera en aliada de la conservación, al fomentar una economía de base forestal, la única forma de contener el avance de las actividades destructivas, hasta ahora más rentables, argumentó.
Por ello es necesario persistir, ya que interrumpir la aplicación del plan sin haberlo probado seria un desastre, opinó.
El enemigo, o sea las fuerzas interesadas en echar abajo los bosques, se fortaleció con el auge del agronegocio, principalmente de la soja, y su gran capacidad financiera y tecnológica, evaluó.
Para salvar la Amazonia es indispensable reducir la deforestación, aprendiendo a convivir con ella y disciplinarla, porque el futuro de la región se debe apoyar en un trípode, formado por la economía forestal, las áreas de conservación de la naturaleza, y también las actividades que deforestan, como la agropecuaria, concluyó.
Smeraldi teme que la sociedad y el gobierno se acostumbren a una gran extensión amazónica deforestada cada año, en una rutina macabra. Un indicio de esa tendencia sería la forma de divulgar la cifra del año pasado, en el silencio de la noche, sin destacar su gravedad.
La actitud correcta seria al revés, con un llamado a la nación a movilizarse en defensa de los bosques amazónicos, realizado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, sostuvo.
La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, reconoció que es muy elevada la cantidad de kilómetros cuadrados deforestados, pero adoptó un tono optimista al comentar el hecho y dijo esperar una reducción en los próximos años debido a las medidas adoptadas, a las que calificó de estructurantes, duraderas y eficaces.
La frustración de las expectativas sobre la política ambiental del gobierno de Lula, sin embargo, hizo que el Partido Verde anunciara este jueves su salida de la coalición gobernante.
Las cifras de la deforestación amazónica fueron la gota que desbordó el vaso, tras la autorización de productos transgénicos, el plan de construir una nueva central nuclear, el de desviación de aguas del río Sao Francisco al nordeste semiárido y la importación de neumáticos usados, alegó el pequeño partido, representado en el Congreso por siete diputados en un total de 513.