La oposición de Zimbabwe asegura, como en los comicios de 2000 y 2002, haber sido víctima de un fraude electoral masivo, mientras el victorioso presidente Robert Mugabe invitaba a sus detractores a trabajar con el gobierno.
Los resultados de los comicios parlamentarios volvieron a exponer la brecha entre las áreas rurales, donde ganó la gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabwe-Frente Popular (ZANU-PF), y las ciudades, donde predominó el opositor Movimiento por el Cambio Democrático (MDC).
La ZANU-PF conquistó 78 de los 120 escaños parlamentarios, y el MDC, 41, según los cómputos oficiales. El restante fue obtenido por Jonathan Moyo, un colaborador de Mugabe que se presentó como independiente.
El presidente tiene la potestad de designar otros 30 legisladores, según la constitución vigente.
El oficialismo recuperó el jueves en los distritos rurales muchos escaños que la oposición le había arrancado en las elecciones legislativas de 2000. El MDC había logrado entonces su mejor votación, al obtener 57 escaños.
Esas fueron las elecciones en que el recién constituido MDC se convirtió en el primer partido que desafiaba en las urnas a ZANU-PF y a Mugabe, el presidente hoy de 82 años que domina la escena política aun desde antes de que Zimbabwe se independizara de Gran Bretaña en 1980.
Dos años después, el líder del MDC, Morgan Tsvangirai, perdió ante Mugabe las elecciones presidenciales. Hasta hoy, el partido opositor asegura haber sido perjudicado por el fraude, acusación que se reitera ahora.
John Mrewa, vendedor de tarjetas de teléfono celular en Harare, aún está conmocionado. ¿Otros cinco años gobernados por la ZANU-PF?, se preguntó. Al menos le demostramos cómo lo vemos en Harare. Sus dirigentes deberían saber que son un partido más rural que urbano.
El MDC conquistó todos los escaños correspondientes a la capital, excepto uno.
El mantra en Harare durante la campaña electoral fue cambio, palabra ligada al MDC, aunque también la pronunciaban los candidatos oficialistas.
Un ciudadano que se hace llamar July, residente en Bulawayo, la segunda ciudad zimbabwense, votó por el MDC en Matshobana, un barrio pobre donde la mayoría de los jefes de familia son ex trabajadores ferroviarios con ancestros de Malawi.
Lo que determinó su voto fue el elevado desempleo, calculado por la oposición en 70 por ciento. Nuestros hermanos se pasan todo el tiempo en las calles mientras las fábricas cierran, se lamentó July, de 30 años, quien trabajó como guardia de seguridad durante 10.
Entre los votantes en la alcaldía de Bulawayo figuraba el arzobispo católico Pius Ncube. Dijo el mismo jueves que le habría sorprendido mucho un triunfo del MDC. Conozco la mentalidad de esta gente. Mugabe es un dictador y los dictadores nunca quieren dejar el poder, sostuvo.
Lo único que cambiará la situación, según Ncube, es una acción pacífica masiva, pero, agregó, los líderes opositores no están preparados para eso.
El MDC asegura que hubo un fraude masivo en al menos 35 distritos electorales, lo que pone en duda la legitimidad de 30 legisladores de la ZANU-PF.
Las irregularidades salieron a la luz cuando los funcionarios a cargo del escrutinio no pudieron conciliar el total de votantes con la suma de los sufragios obtenidos por los candidatos. La diferencia entre los votos a los candidatos y los emitidos fue de 183.000, según el MDC.
Pero Mugabe, jubiloso, urgió a la oposición a aceptar los resultados y a trabajar con la ZANU-PF en beneficio de la nación. Para sus adversarios, la invitación fue un ejercicio de relaciones públicas. Todavía consideran los pasos a tomar contra lo que consideran otro acto electoral robado.
El presidente anunció que utilizará su mayoría de dos tercios en el parlamento para enmendar la constitución: creará 50 escaños más en la cámara, restaurará el senado, abolido en 1989, y establecerá la simultaneidad de las elecciones legislativas y presidenciales.
Eso significaría que no se retirará en 2008, como él mismo ha sugerido, pues, de cumplirse sus planes, las siguientes elecciones presidenciales serán en 2010.
Casi todas las organizaciones invitadas por Mugabe para observar las elecciones concluyeron que el resultado refleja la voluntad de la ciudadanía. Pero el gobierno se negó a aceptar observadores de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, sus más enconados críticos en la comunidad internacional.
Zimbabwe también se rehusó a admitirlos occidentales en las elecciones presidenciales de 2002, celebradas en medio de denuncias de violencia, intimidación y fraude.
El bloque europeo y Estados Unidos impusieron entonces un embargo de viajes a Mugabe y a sus más cercanos colaboradores, que aún está vigente. La Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), que reúne a 53 ex colonias de Gran Bretaña, también suspendió a Zimbabwe.
Rusia es el único país europeo entre los 31 invitados a observar las elecciones legislativas.
Además de actuar en un contexto de violencia a manos de simpatizantes del gobierno, la oposición de Zimbabwe debió circunscribir sus actividades al marco de la Ley de Orden Público y Seguridad, que ordena la autorización oficial de todos los actos políticos.
Invocando la igualmente infame Ley de Acceso a la Información y Protección de la Privacidad, las autoridades clausuraron medios de comunicación privados en los meses anteriores a los comicios, entre ellos el único diario de propiedad privada, The Daily News.
Mientras, los medios estatales mostraba al opositor MDC de forma negativa.
Sudáfrica y los restantes 13 países de la Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC) consideraron justo el resultado de las elecciones, pero todo lo que pueden ofrecer a Zimbabwe es apoyo moral.
Si Mugabe desea recuperar el favor de Occidente, deberá lograr que el MDC acepte su invitación a cooperar, y eso no parece probable, por el momento.
La antigua potencia colonial de Zimbabwe, Gran Bretaña, sostuvo que las elecciones estuvieron seriamente amañadas por el hostigamiento a los opositores y la intimidación.
Estados Unidos, por su parte, advirtió que los resultados fueron determinados por un campo de juego que estuvo muy inclinado en favor del gobierno. A pesar de que las autoridades les impidieron operar como observadores, la embajada estadounidense desplegó 25 funcionarios.
Según ellos, los circuitos de votación en áreas rurales estaban demasiado cerca de locales de ZANU-PF y cuarteles policiales, y en algunas de esas mesas se rechazó hasta 30 por ciento de los ciudadanos que acudían a sufragar. Además, la tabulación de los votos era deficiente, aseguraron.
Pero la Asamblea de Iglesias Africanas declaró que las elecciones transcurrieron en un clima de paz, tranquilidad y orden, y que los ciudadanos tuvieron la oportunidad de emitir el sufragio con total libertad.
El portavoz del MDC Paul Themba Nyathi dijo que si la oferta de Mugabe es sincera, los cuestionamientos de su partido a las elecciones no deberían constituir un obstáculo.
Pero, advirtió, el MDC nunca recompensaría a Mugabe por robar las elecciones. El partido opositor exige una nueva convocatoria a las urnas bajo una nueva constitución.
Además de las controversias electorales, Zimbabwe ha sido escenario en los últimos cinco años de un controvertido programa de reforma agraria por el cual veteranos de la guerra por la independencia y militantes oficialistas ocuparon haciendas de productores blancos.
Las requisas precipitaron una crisis económica reflejada en una inflación de 127 por ciento, una de las más altas del mundo, y en la caída de 30 por ciento en el producto interno bruto. Más de 400 empresas cerraron desde 2000. Uno de cada cuatro trabajadores está desempleado.
Nueve millones de personas (75 por ciento de la población) viven debajo de la línea de pobreza, y unos 100 niños y niñas nacen cada día con el virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida.
La SADC consideró que Zimbabwe cumplió con los criterios de limpieza y justicia electoral acordados el año pasado por una cumbre del bloque, entre ellos la libertad de acción para la oposición y la creación de instituciones electorales imparciales.
Los comicios cumplieron con los criterios de apertura, transparencia y profesionalismo, según la misión de observadores de la SADC.
Si la oposición logrará reincorporar en el proceso político de Zimbabwe a líderes regionales como el presidente sudafricano Thabo Mbeki aún está por verse. El MDC acusa al líder del país vecino de complicidad en el fraude, pues dijo que las elecciones serían libres y justas aun antes de la jornada del jueves.
(*) Con aportes de Tafi Murinzi, desde Bulawayo.
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