El precio que cobran en el mundo los accidentes y enfermedades laborales es tan alto que ha forzado a la Organización Internacional del Trabajo (OIT) a reclamar la cooperación de todos los sectores económicos e interlocutores sociales para enfrentar el flagelo.
Las cifras hablan por sí solas. Cada año se producen entre dos y 2,3 millones de muertes relacionadas con el trabajo. Los números desglosados arrojan unos 350.000 fallecimientos al año por accidentes laborales y entre 1,7 y dos millones a causa de enfermedades mortales.
Ante la magnitud de ese saldo fatal, los sindicatos reaccionan con firmeza al recordarse este jueves 28 de abril el Día mundial sobre la seguridad y la salud en el trabajo.
Queda claro que los gobiernos y los empleadores de muchos países han adoptado una actitud pasiva e indiferente ante la cuestión de la salud de los trabajadores, afirmó Guy Ryder, secretario general de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (Ciosl).
Los trabajadores siguen muriendo por millones mientras los gobiernos mantienen su negligencia frente a la obligación de adoptar leyes o de ratificar los instrumentos de la OIT que podrían resolver el problema, recriminó Ryder desde Bruselas, donde tiene su sede la confederación de tendencia socialdemócrata.
Al costo humano se suman otros perjuicios. La OIT calcula que la pérdida en el producto interno bruto mundial a causa de las muertes, las lesiones y las enfermedades en el trabajo es unas 20 veces mayor que toda la ayuda oficial destinada al mundo en desarrollo, un aporte estimado en unos 50.000 millones de dólares anuales.
El dato se desprende de las muertes relacionadas con el trabajo sumadas también a otros dos factores, los cerca de 268 millones de accidentes de trabajo no fatales que se registran cada año y que causan a las víctimas la pérdida de por lo menos tres días laborales, y los 168 millones de nuevos casos de enfermedades derivadas de la ocupación.
La OIT, que este año memoró la jornada junto con la Organización Mundial de la Salud (OMS), hizo hincapié en la necesidad de crear y esparcir por el mundo una cultura de prevención en materia de seguridad y salud para afrontar el reto.
Si todas las partes aúnan sus fuerzas, la tasa mundial de accidentes y enfermedades puede reducirse por el bien de todas las partes interesadas, dijo la OIT.
Mientras, las substancias peligrosas dejan fuera de acción a unos 438.000 obreros cada año y se calcula que 10 por ciento de todos los cánceres de piel provienen de la exposición a substancias peligrosas en el lugar de trabajo.
Uno de los productos más letales es el amianto, que se cobra al año unas 100.000 vidas, en tanto la cifra sigue subiendo, advirtió la OIT.
Desde el decenio de 1970 ha caído de manera significativa la producción de amianto en el mundo. Sin embargo, continúa en aumento el número de trabajadores de Alemania, Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña que mueren por haber estado expuestos al amianto.
Otra cruenta enfermedad laboral es la silicosis, que afecta los pulmones y es causada por la exposición al polvo de sílice. Ese mal afecta a millones de trabajadores en todo el mundo.
En América Latina sufren silicosis 37 por ciento de los mineros, pero esa franja se eleva a 50 por ciento cuando la muestra se reduce a los mayores de 50 años de edad. En India padecen la enfermedad más de 50 por ciento de los pizarreros y el 36 por ciento de los canteros, dos variedades de la actividad minera.
Las transformaciones en la economía mundial han determinado una nivelación de los accidentes de trabajo entre muchos países industrializados y otros de reciente industrialización. Las sombrías estadísticas muestran que también experimentan aumentos algunos países de Asia y de América Latina, que se encuentran en etapas de desarrollo acelerado.
Por ejemplo, la OIT citó que, mientras en algunas regiones se estabilizan o tienden a disminuir los accidentes laborales fatales y no fatales, en China los de carácter mortal subieron de 73.500 en 1998 a 90.500 en 2001.
A su vez, los accidentes causantes de tres o más días de ausencia laboral aumentaron en el mismo lapso de 56 millones a 69 millones.
En América Latina, el auge de la industria de la construcción, registrado en particular en Brasil y México, determinó un aumento en los accidentes fatales de cada año, de 29.500 a 39.500, contabilzados en los mismos períodos de 1998 y 2001.
Jukka Takala, director del programa de seguridad en el trabajo de la OIT, relacionó ese incremento con la incorporación a la fuerza de trabajo de la construcción de muchos trabajadores de origen rural, sin experiencia en el manejo de maquinarias y de las técnicas industriales.
En cambio, las tasas de accidentes han comenzado a estabilizarse en países que han alcanzado una fase mas elevada de industrialización, como Corea del Sur, donde la mano de obra se desplaza hacia ocupaciones menos riesgosas, explicó Takala.
Ryder, líder de la Ciosl, tuvo palabras de recuerdo para las víctimas del amianto, de dolencias ergonómicas, afectados por el virus de inmunodeficiencia humana (VIH), por los químicos, por cuestiones psicosociales, por la violencia en el trabajo, la construcción y para los jóvenes trabajadores.
Todos esos aspectos reflejan la miseria de los lugares de trabajo y la negligencia de los empleadores, insistió el secretario de la mayor central sindical mundial.
La OIT ha vaticinado aumentos en el número de jóvenes, de entre 15 y 24 años de edad, y también de personas mayores de 60 años que se incorporarán a la fuerza de trabajo en los próximos 15 años. Los empleados de esas dos franjas tienden a sufrir las tasas más altas de accidentes en el lugar de sus ocupaciones, dijo.
La agencia laboral especializada y también la OMS se comprometieron en esta fecha a promover y fortalecer en este tema una cooperación en aumento entre los ministerios de Trabajo y los de Salud, como también con sindicatos y otros actores de la sociedad civil.