En días de bajante, el lago es una inmensa explanada de escombros por donde los pobladores de Federación, en el este de Argentina, caminan en busca de rastros de la ciudad sumergida desde hace casi tres décadas por el embalse de la represa de Salto Grande, compartida con Uruguay.
Esa necesidad de ver los cimientos de viejas edificaciones y de rescatar objetos añejos es, en buena medida, fruto de la tarea de un grupo de teatro que mantiene viva la memoria de esta ciudad de la provincia de Entre Ríos ubicada 480 kilómetros al norte de Buenos Aires, que fuera desplazada de su lugar original por la construcción del complejo hidroeléctrico binacional.
Los artistas reunidos en Tavajhu, que en lengua guaraní significa gente que va de pueblo en pueblo, presentan la obra-documental Aquel mi pueblo desde hace nueve años de manera ininterrumpida, con tres y hasta cuatro funciones semanales. La pieza retrata vivamente el drama del desarraigo en Federación.
El público local la vio decenas de veces y los visitantes conocen así el pasado de la ciudad vieja, destruida y sumergida en un inmenso lago.
Llevamos más de 2.000 funciones hechas y vamos a seguir hasta que nos dé la piel, dijo a IPS uno de los actores y miembro fundador del grupo, Juan Gibert. Las nuevas generaciones tienen que conocer lo que pasó, por eso también llevamos esta obra a las escuelas, añadió.
Lo que pasó es la inusual historia de Federación, cuyos habitantes debieron ser trasladados en 1979 y su antigua ciudad fue demolida para permitir la navegación en el lago de la represa ubicada sobre el río Uruguay. Cuando las aguas bajan, ese pasado queda a la intemperie.
El traslado se concretó después de décadas de incertidumbre por la amenaza de la obra monumental, prevista en un acuerdo bilateral de 1946 y cuya construcción comenzó en 1974. Cuando se concretó el éxodo, esa zozobra ya había reducido a la mitad la cantidad de residentes en Federación.
La dictadura militar argentina (1976-1983), encargada de llevar adelante el proyecto con Uruguay, quería indemnizar a los vecinos para que se dispersaran, pero luego aceptó ubicarlos juntos en un nuevo asentamiento a 23 kilómetros de la vieja Federación. Allí, en apenas 18 meses, se levantó una población para 10.000 habitantes, que mantuvo el nombre.
La nueva Federación está a orillas del embalse de Salto Grande, un espejo de agua de 78.000 hectáreas que cubrió la antigua ciudad completa y sus alrededores.
Cuando el nivel del lago baja, una o dos veces al año, los vecinos recorren a pie o en auto los restos de las carreteras de asfalto, reconocen lo que queda del piso de una confitería o las baldosas de la parroquia. Nosotros vamos dos veces por semana cuando y siempre traemos algún objeto para el museo, cuenta Gibert.
En tiempos de altura normal de las aguas, el recorrido se realiza en lancha. La municipalidad señalizó la ciudad vieja mediante torres que sostienen carteles con los nombres y los sitios donde se hallaba cada uno de los edificios más simbólicos del pasado.
En los años 80, los pobladores sufrieron todos los traumas de la emigración forzada y el desarraigo.
Cuando llegamos a la nueva ciudad, las viviendas no estaban terminadas y, además, no alcanzaban para todos. Era muy difícil identificarse con el nuevo lugar porque habíamos cambiado de vecinos, de esquina, ya no estaban más los sitios que frecuentábamos, cuenta Gibert, que entonces tenía nueve años.
Pasó mucho tiempo en el que prácticamente la ciudad nueva careció de toda expresión artística o vida cultural. Todo eso parecía haber quedado bajo el agua, comentó el actor.
El trauma fue tan grande que se necesitó más de una década de luto y duelo para poder empezar a reconstruir la memoria del lugar que no existe más.
Pero tras ese largo proceso, el grupo de actores aficionados de Federación presentó la pieza teatral Aquel mi pueblo y el pasado se hizo presente.
Antes habían existido intentos fallidos de crear un elenco. Pero con esta obra, que representa a una pareja de ancianos que no quiere dejar la vieja ciudad, los vecinos se sintieron tan identificados que la vieron decenas de veces y, sin querer, contribuyeron a respaldar la actividad artística del nuevo grupo teatral.
Desde entonces la ciudad creció y el grupo de teatro también. Gracias a las perforaciones para hacer aflorar las aguas termales de la zona, la nueva Federación recibe una enorme afluencia de turistas cada año. Y los artistas presentan cada semana su obra emblemática y otros cuatro espectáculos artísticos de teatro callejero, de sala y títeres.
Desde 1998, Tavajhu organiza el Encuentro Nacional de Teatro Popular, en el que cada año muestran sus obras elencos de todo el país y también del vecino Uruguay. Ahora los turistas vienen por las termas, pero se quedan por más tiempo cuando conocen la verdadera historia de Federación, asegura Gibert, orgulloso.