No es tarea fácil. A veces me abuchean e insultan. En momentos cruciales me echan de lugares donde la práctica está más extendida, se quejó Ann Marie Caulker, que encabeza una campaña para poner fin a la mutilación genital femenina en Sierra Leona.
Aquí en la capital (Freetown) la práctica no está muy extendida por la naturaleza cosmopolita de la ciudad. Pero en el interior, predominantemente conservador, hablar de la mutilación femenina en público es casi un tabú, dijo.
Más de 130 millones de niñas y mujeres de todo el mundo han sido sometidas a la mutilación genital femenina, en su gran mayoría en Africa, según Equality Now (Igualdad Ya), una organización defensora de los derechos humanos de las mujeres con sede en Nueva York.
La operación consiste en la extirpación total o parcial del clítoris, en general sin anestesia y en pésimas condiciones sanitarias.
En algunas regiones, también se practica la infibulación, que consiste en cercenar los labios menores y mayores y suturar el orificio vaginal, dejando apenas una pequeña apertura para la salida del flujo menstrual. En el primer coito, esa sutura es desgarrada.
La práctica prevalece en países de la cuenca del Nilo como Egipto, donde 97 por ciento de las mujeres casadas de 15 a 49 años fueron mutiladas, según un estudio de 1995.
La estrategia de Caulker es simple. Mediante su Asociación Katanya para el Desarrollo de la Mujer (KADWA), reclutó a cientos de niñas y adolescentes entre 12 y 18 años, principales blancos de la mutilación genital femenina, y las incorporó a centros de capacitación donde les enseñan a coser, teñir, tejer, bordar y hacer jabones.
En realidad, se trata de una estrategia para encubrir su causa, porque hablar abiertamente contra la mutilación genital femenina puede generar mucha hostilidad.
Entre clase y clase, Caulker organiza charlas sobre los efectos perjudiciales de la mutilación para la salud física y psicológica y aconseja a las jóvenes que se resistan a ser iniciadas en la Sociedad Bondo, una institución informal de transición entre la niñez y la adultez que muchos políticos exaltan en un esfuerzo por conquistar votos.
Buena parte de las mujeres mutiladas padecen fusión labial, quistes y dolor durante el coito, problemas que suelen permanecer sin diagnóstico ni tratamiento durante años. Además, muchas niñas mueren poco después del procedimiento debido a hemorragias incontrolables o infecciones.
El procedimiento está asociado con la iniciación a la adultez y en general es realizado por parteras tradicionales y barberos de la salud, con instrumentos toscos y sin anestesia.
Muchos líderes religiosos insisten en que la doctrina no exige la mutilación genital femenina. Líderes cristianos condenan la práctica de plano, mientras autoridades islámicas dejan lugar a la interpretación de los textos sagrados.
Todavía no existe una ley contra la mutilación genital femenina en Sierra Leona. Ni siquiera sobre los derechos de la infancia.
Sin embargo, el sufrimiento de los niños en la guerra civil que terminó hace tres años empujó a las autoridades a tomar medidas. Miles fueron utilizados como combatientes, violados en masa, esclavizados o mutilados.
El Ministerio de Género, Bienestar Social y Asuntos de la Infancia redactó un proyecto de ley para proteger el bienestar infantil con la ayuda de expertos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Una parte del proyecto trata de prácticas tradicionales como la mutilación genital femenina, los tatuajes y cualquier inscripción en el cuerpo contraria a los intereses del niño. Estas prácticas se prohibirán y quienes las realicen serán castigados, explicó Francis Murray Lahai, funcionario de protección de la infancia en el Ministerio.
Pero la propuesta de ley ya generó una fuerte oposición.
La mutilación genital femenina es parte integrante de nuestra cultura. No debe prohibirse, porque ayuda a preparar a nuestras jóvenes para el matrimonio y reduce la promiscuidad, opinó Marie Bangura, de 24 años.
Según Bangura, la Sociedad Bondo y sus ritos ceremoniales inculcan a las jóvenes un sentido de pertenencia y les enseñan a guardar secretos y ser disciplinadas.
Pero los opositores de la práctica destacan el riesgo de complicaciones de salud, e incluso de muerte.
Incluso el argumento de que reduce la promiscuidad es falso. Hemos visto más promiscuidad en mujeres que han sido mutiladas que en otras que no lo han sido. Creo que todo es parte de un lavado de cerebro, opinó Dominic Sesay, activista de los derechos de la infancia.
Un gran problema que enfrentan las activistas es el alto índice de analfabetismo. Se estima que 75 por ciento de las mujeres del país son analfabetas. Fuera de la capital, ese porcentaje es aún más alto, y Unicef calcula que 90 por ciento de las mujeres han sido sometidas a la mutilación.
Los jefes de familia suelen ahorrar sus ganancias de todo un año de sus actividades agrícolas para la ceremonia de Bondo.
La Sociedad Bondo es lo que nos une como comunidad y mantiene nuestro patrimonio tradicional. No podemos permitir que la destruyan. Nos opondremos, dijo a IPS la iniciadora Ya Ndigba Thula, de Makeni, la capital regional del norte del país.
La Sociedad Bondo y su práctica de la mutilación genital femenina es utilizada a menudo como arma de campaña política. Políticos de todos los partidos se esfuerzan por conquistar votos exaltando las virtudes de esa sociedad.
En las elecciones presidenciales de 2002, la candidata presidencial y activista de los derechos de la mujer Zainab Bangura sufrió una derrota aplastante porque se la acusó de hacer campaña contra la mutilación genital femenina.
Muchos creen que no existe suficiente voluntad política para proscribir la mutilación femenina y otras prácticas tradicionales perjudiciales, como prevé el proyecto de ley de la infancia.
La activista Mohamed Sankoh es una de las escépticas. Faltan sólo dos años para las elecciones. No veo que los líderes políticos tomen iniciativas sobre este tema tan sensible, dijo. (