Cuando el portavoz de la ONU, Fred Eckard, anunció que el secretario general Kofi Annan hablaría a los 8.000 funcionarios de la organización, le preguntaron si se sancionaría a quienes hicieran preguntas comprometedoras al jefe del foro mundial.
Esto no es un gulag, respondió Eckhard. Es la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dijo.
Y entonces, bajo una andanada de críticas de medios de prensa derechistas y neoconservadores de Estados Unidos, Annan decidió el martes dirigirse a su personal en un esfuerzo por levantar la moral de la organización, con sede en Nueva York.
Sé que estos problemas han arrojado una sombra sobre nosotros. No tienen idea del dolor que ha significado para mí, como secretario general y como padre, tener que enfrentar esta situación, declaró.
En una sesión de preguntas y respuestas de una hora, en la sala de la Asamblea General, Annan se mostró afligido por los escándalos que afectan a su organización.
Ver a la institución para la que ustedes trabajan golpeada día a día, con o sin razón, lastima y afecta la moral, dijo al personal.
Guy Candusso, vicepresidente del sindicato del personal de la ONU, dijo a IPS que muchos funcionarios tenían preguntas para hacerle a Annan pero no tuvieron oportunidad de planteárselas.
No debería ser necesaria una crisis para que el secretario general se reúna con su personal. Debería hacerlo más regularmente, quizá una vez al mes, o cada tres meses, dijo Candusso.
Mientras, los escándalos de mala administración, corrupción, nepotismo y acoso sexual en todo el sistema de la ONU se resisten a apagarse.
Quizás las críticas personales más fuertes al secretario general tienen que ver con los vínculos de su hijo Kojo con una compañía suiza que tuvo contratos con el programa Petróleo por Alimentos. Este programa permitió a Iraq vender cantidades limitadas de petróleo entre 1996 y 2003 para adquirir bienes humanitarios, como excepción al embargo internacional que sufría.
Una comisión investigadora independiente nombrada por el Consejo de Seguridad de la ONU concluyó la semana pasada que Kojo Annan no reveló a su padre el alcance de sus negocios con esa empresa suiza, Cotecna, y libró de toda responsabilidad al secretario general por las irregularidades constatadas en el programa iraquí.
El secretario general consideró desafortunado que su hijo Kojo haya aparecido asociado de alguna forma con este programa de Petróleo por Alimentos.
Ustedes trabajan para una gran organización. No crean en la caricatura que les presenta la prensa. Quiero que todos nosotros sintamos orgullo de la organización para la cual trabajamos y de nuestro trabajo, y tengamos la determinación necesaria para seguir adelante, dijo.
Además de las irregularidades denunciadas en el programa Petróleo por Alimentos, otros escándalos se han acumulado sobre la ONU en los últimos meses.
Iqbal Riza, ex jefe de personal de Annan, fue acusado de destruir documentos de 1997. Riza arguyó que lo hizo porque se estaba quedando sin espacio en su oficina.
Aunque la destrucción de documentos es rutinaria en una organización que es una verdadera fábrica de papel, la acusación sirvió para generar diversas teorías conspirativas.
Además, al menos dos de los subsecretarios generales de Annan fueron acusados de actuar de manera inapropiada: uno por utilizar los ingresos del programa Petróleo por Alimentos para crear un nuevo puesto para un compatriota de Singapur, y otro por terminar en menos de 24 horas una investigación que debió realizarse con más profundidad.
En febrero, otro subsecretario general, Ruud Lubbers, ex primer ministro de Holanda, fue obligado a renunciar tras ser acusado por varias funcionarias de acoso sexual.
La semana pasada, se conocieron informes sobre una serie de abusos en la División de Asistencia Electoral de la ONU, que incluyeron humillación de funcionarios, favoritismo y acoso sexual. Esa División supervisó las elecciones del pasado enero en Iraq.
Todos estos escándalos se suman a acusaciones de violación y abuso sexual por parte de miembros de misiones de paz de la ONU en República Democrática de Congo (ex Zaire) y en Haití.
Quizá ningún secretario general en los 60 años de historia de la organización haya recibido tantas críticas como Annan.
Muchos ven detrás de las acusaciones la mano del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, como represalia por la oposición de Annan a la guerra contra Iraq.
Pero formalmente, Washington respalda a Annan, al igual que los otros 191 países miembros.
La cuestión es si un secretario general tan asediado tiene capacidad política para llevar adelante su ambicioso plan, revelado el mes pasado, para reestructurar de forma radical la organización.