IRAQ: Un gobierno de retazos étnico-religiosos

El parlamento elegido en Iraq el 31 de enero allanó el camino a la troika que conducirá el gobierno del país, con el kurdo Jalal Talabani como presidente, el chiita Ibrahim Jaafari como primer ministro y el sunita Hajim al-Hassani al frente del Poder Legislativo.

El presidente Talabani cuenta con dos semanas de plazo para designar al primer ministro, pero se descuenta que será Jaafari, miembro de la mayoría chiita ya nominado por el partido islamista Dawa, el más votado en las elecciones de enero.

El equilibrio de poder entre las principales comunidades étnico-religiosas de Iraq fue la llave del consenso, tras comicios en que ningún sector alcanzó la mayoría absoluta y en que la representación de la minoría sunita se redujo a su mínima expresión por el boicot dispuesto por sus partidos.

La coalición chiita Alianza Unida Iraquí (AUI), respaldada por el líder religioso ayatolá Alí al-Sistani, pose el mayor grupo parlamentario, con 146 de los 275 escaños. La Alianza Lista del Kurdistán (ALK) se ubicó en segundo lugar, con 77 legisladores.

La mayoría de los 26 millones de iraquíes son chiitas (62 por ciento), la población hegemónica en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico dominante en el mundo árabe y también en el régimen del hoy prisionero ex presidente Saddam Hussein.

En cuanto a la composición étnica de la población iraquí, los árabes constituyen las tres cuartas partes, mientras los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita, suman 20 por ciento.

Esta comunidad es mayoritaria en el norte, pese a la campaña de limpieza étnica implementada en el área por el gobierno de Saddam Hussein.

Mientras kurdos y chiitas consolidaban frentes unidos en las elecciones, la mayoría de los partidos sunitas boicotearon las elecciones. Así, su representación electoral quedó muy acotada.

Lograr que dirigentes políticos sunitas cubrieran algunos cargos simbólicos pero de fuerte presencia —como la presidencia del parlamento— fue un componente sustancial del proceso de negociaciones.

Los sunitas se sienten marginados en el nuevo orden político impuesto por la invasión de marzo de 2003, encabezada por Estados Unidos. La ola de atentados terroristas que asuela el país es atribuida a organizaciones clandestinas vinculadas con esa comunidad.

El gobierno que sucederá al del primer ministro interino Iyad Alawi estará a cargo de redactar antes de agosto una nueva constitución. Y las próximas elecciones, bajo las nuevas normas, deberían celebrarse en diciembre.

La conformación de la troika fue predecible desde el comienzo. Talabani se convirtió en presidente como reconocimiento a la importancia política de Kurdistán dentro de Iraq. Su designación procura, además, aliviar la presión de los separatistas kurdos.

El líder de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) contará con un vicepresidente sunita, el presidente saliente Ghazi Al-Yawar, y otro chiita, el actual ministro de Finanzas Adel Abdul Mahdi.

La designación de la troika requería una mayoría de dos tercios, lo que obligó a los chiitas a negociar la anuencia de los partidos kurdos.

Las negociaciones incluyeron la administración de la septentrional ciudad de Kirkuk, centro de una riquísima región petrolera que los kurdos aspiran a integrar dentro de su autonomía. Además, reclaman el retorno a la ciudad de miles de kurdos expulsados por la campaña de limpieza étnica.

También se libró una dura puja por el manejo de las reservas petroleras, y aún está por verse si el ministerio respectivo estará encabezado por un chiita o un kurdo.

Milicias de la UPK y del Partido Democrático de Kurdistán (PDK) controlan esa región desde la primera guerra del Golfo, que enfrentó en 1991 a Iraq con una coalición militar internacional encabezada por Estados Unidos.

El PDK y la UPK también reclaman a la mayoría chiita el reconocimiento del derecho al retorno de decenas de miles de refugiados kurdos y turcomanos a la rica ciudad petrolera de Kirkuk, de donde fueron expulsados por las fuerzas de Saddam Hussein.

La guerra del Golfo se cobró un alto costo en vidas de rebeldes kurdos enfrentados con Saddam Hussein. Cuando las tropas estadounidenses abandonaron el país, el ejército iraquí reprimió duramente a los kurdos, arrojando en el norte bombas químicas.

Más de un millón de kurdos escaparon a Turquía y a Irán.

Los kurdos constituyen la principal nación del mundo sin estado propio. Cerca de 12 millones viven en el sudeste de Turquía, cinco millones en Iraq, un millón en Irán y menos de un millón en Siria. También hay pequeñas comunidades kurdas en Kirguistán, Azerbaiyán y Rusia.

El antiguo rival de Talabani y hoy aliado suyo en la Alianza Lista de Kurdistán, Massoud Barzani, líder del PDK, presidirá el parlamento autónomo regional.

Kurdos y chiitas sufrieron la peor parte de la represión del régimen hegemonizado por el partido laico Baath, de Saddam Hussein. Pero persisten grandes diferencias entre ambas comunidades.

La mayoría de los partidos chiitas son religiosos y pretenden un importante componente islámico en el gobierno y en las leyes.

Muchos dirigentes chiitas tienen estrechos vínculos con los clérigos que gobiernan en el vecino Irán, país en que hallaron refugio a menudo en los años de Saddam Hussein.

Los kurdos tienen una inclinación mucho más secular, al menos en materia política, y defienden una separación estricta entre religión y Estado.

La mayoría de los sunitas son también de tendencia laica, a pesar de que el grueso de la insurgencia islamista corresponde a militantes de esa extracción religiosa. Los sunitas rechazan especialmente la influencia iraní en los asuntos internos.

La prioridad del nuevo gobierno será el combate contra una insurgencia que no da señales de desfallecer.

Buena parte de los dirigentes políticos y religiosos sunitas que habían llamado al boicot se muestran ahora dispuestos a renunciar a la violencia y a llamar a sus seguidores a unirse al proceso político.

El clérigo Ahmed Abdul Ghafour al-Samarrai, de la sunita Asociación de Académicos Musulmanes, exhortó a sus simpatizantes en su sermón del viernes a unirse a las fuerzas de seguridad.

Les pidió, por otra parte, que no asistieran a fuerzas extranjeras, pero su pronunciamiento supone un gran paso respecto de sus llamados anteriores a la resistencia y a la no cooperación con las autoridades del país. (FIN/IPS/traen-mj/fb/ss/ip hd ik/05)

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