Por ahora, pocos estadounidenses se dirigieron a Canadá para evitar los combates en Iraq. Pero este país podría convertirse en el destino preferido de objetores de conciencia y desertores, como en los años 60.
El conflicto está en una etapa relativamente temprana y no igualó aún en magnitud la también controvertida guerra de Vietnam, dijo a IPS John Hagan, profesor de Derecho y Sociología en la canadiense Universidad de Northwestern, cercana a la ciudad estadounidense de Chicago.
El compromiso estadounidense en Iraq en términos de recursos humanos es mucho menor, y la cantidad de muertes, por lejos, también, dijo Hagan, autor del ensayo Northern Passage: American War Resisters in Canada (Pasaje al norte: Objetores estadounidenses en Canadá).
Pero si el gobierno de George W. Bush decidiera instaurar el servicio militar obligatorio porque se le dificulta el reclutamiento de voluntarios, se reiteraría el éxodo de jóvenes a Canadá registrado a finales de la década del 60, advirtió.
Entonces, la intensa leva para el combate en un conflicto que recrudecía sin cesar llevó a miles de jóvenes estadounidenses a dirigirse al país vecino para evitar ir al frente, dijo Hagan, él mismo un objetor en ese periodo.
En los tiempos de Vietnam, un estadounidense podía cruzar la frontera hacia Canadá y pedir que se le reconociera el estatus de inmigrante, lo que le libraría del reclutamiento. Pero hoy, de acuerdo con las normas vigentes, esa solicitud debería ser formulada desde el país de origen.
A pesar de la gran cantidad de jóvenes que evitaban la leva a Vietnam por ser objetores de conciencia (que se niegan a vestir el uniforme por razones éticas y religiosas), en Canadá terminaron apenas una pequeña parte del medio millón de hombres y mujeres que desertaban luego de enrolarse en las fuerzas armadas.
Los desertores tendían a ser menos educados que quienes se resistían a ser reclutados. En la mayoría de los casos, venían a Canadá muy poco después de tomar la decisión. Por lo tanto, no pudieron prepararse ni tenían los recursos, explicó.
Lo que también desalentaba a los desertores durante la guerra de Vietnam era la posibilidad de ser entregados a las autoridades estadounidenses, merced a un acuerdo entre gobiernos, dijo Laura Jones, fotógrafa y cineasta de Toronto que trabaja en un documental sobre la última generación de objetores estadounidenses.
Ex ciudadana estadounidense que llegó a Canadá con quien entonces era su esposo, quien escapó al reclutamiento, Jones también descubrió que muchos de los actuales desertores estadounidenses eligen ocultarse dentro de su propio país.
Durante una serie de entrevistas filmadas a jóvenes desertores y sus familias en Fayetteville, localidad del estado de Carolina del Norte donde se ubica la enorme base militar de Fort Bragg, la cineasta corroboró que ellos ni siquiera consideraban ir a Canadá.
Jones, hoy ciudadana canadiense, halló sorpresa y compasión en Fayetteville hacia el caso de Jeremy Hinzman, de 25 años, ex paracaidista de la 82 División Aerotransportada de Fort Bragg que hoy trabaja en Toronto como mensajero en bicicleta.
El mes pasado, la Junta de Inmigración y Refugiados de Canadá rechazó la solicitud de refugio de Hinzman. El joven argumenta que al participar en la intervención de Estados Unidos en Iraq quedaría expuesto a cometer crímenes de guerra.
Washington ha optado por no perseguir ni acusar a sus entre 5.000 y 6.000 soldados desertores a menos que un tercero denuncie sus paraderos, dijo Jones a IPS.
Otro joven que dejó su puesto en Fort Bragg dijo a Jones que si lograba mantenerse en la clandestinidad durante seis meses podría evitar la guerra. Finalmente, según ella, será cesado, aunque deshonrosamente, lo cual le dificultará obtener trabajo en el futuro.
Hoy, la oposición a la guerra parece sorprendentemente fuerte en una comunidad tradicionalmente militar como Fayetteville, que prospera gracias a la cercanía de los cuarteles, según Jones. Sesenta nativos de este poblado de 131.000 habitantes han muerto en Iraq.
La cineasta entrevistó también a mujeres que viven en la base de Fort Bragg y que manifiestan abiertamente su oposición a la guerra, aunque sus esposos se encuentran combatiendo en Iraq. Le pregunté a una cómo la trataban las otras mujeres de la base, y me dijo que bien, recordó.
Si la guerra en Iraq continúa arrojando estadounidenses a Canadá, los objetores y desertores serán recibidos en Toronto por una red de apoyo en Toronto, donde se afincaron muchos de los que huyeron durante la guerra de Vietnam, dijo Michelle Robidoux, portavoz de la Campaña de Apoyo a la Resistencia a la Guerra.
La Campaña presiona al gobierno de Canadá para que permita a los estadounidenses opuestos a la guerra permanecer en el país, y les suministra ropa, alimento y techo a los que ya cruzaron la frontera.
El hecho de que Canadá se hubiera rehusado a participar en el ataque contra Iraq y que la mayoría de la ciudadanía rechace la guerra redunda en beneficio de desertores y objetores, explicó Robidoux a IPS.
Otro objetor de la guerra de Vietnam, el abogado de Toronto Jeffrey House, dijo que ya están en esta ciudad ocho jóvenes soldados en una situación similar a la de Jeremy Hinzman: desertores de las fuerzas armadas de Estados Unidos que procuran legalmente el estatus de refugiado.
House, quien tiene a su cargo el caso de Hinzman, calculó que los desertores hoy asentados en Canadá podrían llegar al centenar, y que podrían haber otros en México.
Si las apelaciones de Hinzman concluyen sin éxito, el gobierno canadiense podría tener dificultades para deportarlo a Estados Unidos, dada la oposición popular a la guerra. (