ECONOMÍA: Creatividad, industria libre de polución

El ministro brasileño de Cultura, compositor y cantante Gilberto Gil, tiene una nueva musa, las industrias creativas, un sector al que considera clave para impulsar la economía de los países en desarrollo.

Su entusiasmo por el nuevo concepto, que busca incrementar la dimensión económica de la cultura y otras actividades basadas en la creatividad, aparece en el ahínco con que Gil defiende a Brasil como sede del Centro Internacional de las Industrias Creativas (CIIC), que será establecido por la ONU en 2006.

El diseño del Centro, su actuación, finalidades y fuentes de financiación fueron temas del Foro Internacional del que Gil fue anfitrión y que reunió a más de 200 representantes de 18 países, organismos internacionales, empresas e instituciones varias en Salvador, capital del norteño estado brasileño de Bahía, entre el 18 y el 20 de este mes.

En Brasil la cultura representa solo uno por ciento del producto interno bruto (PIB), según un estudio hecho en 1998. La meta es elevar su participación a siete por ciento, ya alcanzada localmente en Río de Janeiro, según Gil.

El dato de 1998, además de desactualizado, subestima el peso económico del sector, porque excluye la televisión, el software (programas de computadoras), la publicidad y la artesanía, precisó Paulo Miguez, secretario de Políticas Culturales del Ministerio de Cultura, anunciando que nuevos estudios ampliados están en marcha.

La ONU (Organización de las Naciones Unidas) estima que las industrias creativas, que comprenden desde la producción audiovisual a la música, la moda y el software, contribuyen en siete por ciento al producto mundial, el equivalente a 1,3 billones de dólares este año. Y el sector crece a un ritmo superior al de la economía global.

En Estados Unidos, según Miguez, la economía regida por los derechos de autor responde por ocho por ciento del PIB y absorbe a 12 por ciento de la mano de obra.

Con mercados más organizados, los países industriales dominan la economía creativa. Los cuatro mayores, Estados Unidos, Japón, Alemania y Gran Bretaña, controlan más de la mitad del comercio internacional de bienes culturales.

El CIIC beneficiará especialmente al mundo en desarrollo, al difundir información sobre ese sector aún poco conocido, promover políticas públicas, capacitación e intercambios de experiencia, además de identificar y organizar mercados. En los países en desarrollo ”hay mucha creatividad no convertida en bienes económicos”, destacó Gil.

La Carta de Salvador, aprobada por los participantes del Foro, indica que el CIIC debe tener ”como foco la cooperación Sur-Sur y los Objetivos de Desarrollo del Milenio”.

Estos ocho Objetivos, asumidos por la comunidad internacional en septiembre de 2000, establecen el propósito de reducir drásticamente la pobreza y las desigualdades con plazo en 2015.

La creación del centro, sin embargo, exige más debates. Para eso se creó un Comité de Trabajo que se reunirá por primera vez en octubre, en Nueva York, bajo coordinación del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

Es necesario capacitar a los creadores en administración, señaló John Ballyn, consultor de la Organización Internacional del Trabajo, al relatar su experiencia en Zambia, donde su agencia impartió varios cursos a los artistas, incluso de mercadotecnia. Una gran dificultad es ”cómo fijar precios” de los bienes y servicios, ejemplificó.

Hace falta capacitar también a los gobernantes, la mayoría de los cuales aún no comprende qué es la economía creativa, sostuvo John Howkins, presidente del Grupo Creativo (Creative Group), de Gran Bretaña, país pionero en impulsar actividades basadas sobre estenuevo concepto.

Las industrias creativas no tienen aún una delimitación precisa, pero se considera que comprenden todas las actividades en las que la creatividad y la cultura tienen fuerte participación en el proceso de producción. Están incluidas la moda, el diseño, diversas acciones en Internet, los entretenimientos y las artes en general.

Por no constituir una actividad propiamente industrial, algunos prefieren referirse a ellas como economía creativa. Están más vinculadas al derecho autoral que a las patentes, observó el ministro brasileño.

Son productos y servicios, antes restringidos al patrimonio cultural, que ganaron fuerte presencia en el sistema mundial de comercio, las reglas de propiedad intelectual y la responsabilidad social de las empresas.

Invertir en esa área es un desafío, ya que involucra riesgos económicos muy altos, además de factores sociales y culturales, como diversidad, costumbres, libre expresión y realidades locales. El mercado solo no genera un sistema de inversiones adecuado, tampoco el Estado aisladamente, por lo que son necesarias asociaciones entre esos actores, según el Foro de Salvador.

La idea de crear un centro para promover los negocios ganó fuerza en la XI Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad), celebrada en junio del año pasado en la meridional ciudad brasileña de Sao Paulo.

Es un sector que reúne muchas ventajas. En Brasil, por ejemplo, se generan unos 160 empleos con una inversión de un millón de reales (370.000 dólares), y el avance de tecnologías no elimina trabajadores, ni les exige estudios académicos como indispensables, según Miguez. Además, no contamina, acotó.

Brasil ya es un gran exportador de música y telenovelas, pero eso se debió al esfuerzo de sus mismos productores, sin ayuda del gobierno, reconoció Gil.

Estos bienes no se pueden tratar como simples mercancías, por su valor simbólico que involucra la preservación cultural y la proyección internacional, observó.

Sin depender del desarrollo del nuevo concepto, muchas iniciativas particulares tratan de explorar ese campo. Es el caso de la organización no gubernamental Hacer Brasil (Fazer Brasil), cuya actividad es abrir mercados para el diseño brasileño de muebles y objetos diversos, unida a objetivos sociales.

Uno de sus éxitos fue exponer en enero en una muestra en París unas sillas diseñadas por André Cruz que despertaron mucha atención. Fueron revestidas con fibras de plátanos, procesadas por una comunidad pobre de Miracatú, cerca de Sao Paulo.

Son muebles exclusivos, que se elaboran en forma restringida, pero sirven de publicidad para que los productores de la fibra conquisten nuevos clientes, explicó a IPS Walkiria de Oliveira, una de las coordinadoras de Hacer Brasil.

Ahora la organización se prepara para una muestra en San Francisco, Estados Unidos, donde expondrá muebles y objetos de conocidos artistas brasileños. La idea, según De Oliveira, es que los artistas renuncien a las obras únicas y acepten la reproducción de unas ”50 unidades”, en las que por lo menos algunas partes puedan ser elaboradas por buenos carpinteros.

”Es más que artesanía, se trata de exportar arte” y a la vez generar trabajo para comunidades pobres en Brasil, explicó. (

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe