La búsqueda de plantas para reproducir el color azul, realizada por un pintor en la selva peruana, dio argumento y vida al vídeo ganador del premio regional Anaconda, que recoge producciones de la Amazonía, el Chaco y los bosques tropicales sudamericanos.
El objetivo que buscan las ansiosas lentes es la comunidad de indígenas, a la que también pertenecen los camarógrafos, los guionistas, los directores, los jurados, los críticos y el público.
Es el arte de los indígenas a través de la imagen, y la difusión de lo que hacen, entre ellos mismos y para las sociedades en las que actúan, comentó a IPS el boliviano Juan Carlos Schulze, del no gubernamental Programa de Apoyo a los Pueblos Indígenas Amazónicos (Praia), organizador de la iniciativa.
El premio bienal Anaconda lleva ya tres ediciones y comenzó dirigido a los pueblos originarios de la Amazonía, conformado por unas 400 etnias con casi dos millones de personas, pero luego se amplió a otras visiones tras recibir vídeos del Chaco, la vasta región del norte de Argentina y este de Paraguay, y del Darién, la selva fronteriza de Colombia con Panamá.
La edición 2004 —con los premios entregados este año— logró reunir 135 obras de 11 países de Argentina a México y con distintos temas, géneros, duración y formatos.
Un jurado internacional animado por Praia seleccionó 20 obras para una muestra itinerante que, durante octubre y noviembre, fue mostrada en 16 recorridos a jurados de 12 pueblos aborígenes en Bolivia, Brasil, Colombia, Panamá y Perú.
El veredicto concedió la mayor puntuación y el gran premio Anaconda, de 3.000 dólares, a Buscando el azul, del peruano Fernando Valdivia. En tanto que el premio documental fue para Sachata Kishpichik Mani (Soy defensor de la selva), de Eriberto Gualinga, de los kichwas de Ecuador.
En ficción se premió Moyngo, el sueño de Maragareum, de un grupo de realizadores brasileños kumaré, karané y natuyo ipeng, y en experimentación Teco, el niño mojeño, del boliviano Rubén Machado.
Buscando el azul es un documental de 45 minutos que narra la historia de Víctor Churay, un joven indígena bora, del norte del Perú, iniciado por su padre en los secretos de la selva y de la cual recoge fibras que utiliza como lienzos, y tintes naturales a partir de flores y semillas.
Churay comienza a plasmar con precisión, belleza y colorido escenas de la vida de su pueblo, de la exuberante naturaleza en la que viven y también de los mitos, relatos, sueños y aspiraciones propios y de la comunidad a la que pertenece.
La búsqueda del azul y de cada vez más recursos para su obra lo hace entrar en contacto con el Perú urbano y Churay gana un premio nacional del pintura, tras lo cual comienza a viajar entre su región natal y Lima.
Un televisor es el primer gran regalo que lleva a su familia, en tanto prosigue estudios, obtiene reconocimientos en galerías limeñas, se matricula en la universidad y allí participa como uno más en las protestas estudiantiles que en 2000 presionan por el derrocamiento de Alberto Fujimori tras 10 años de gobierno.
Entre sus nuevas amistades figuró Valdivia, quien le acompaña en viajes de retorno a la Amazonía peruana para filmar el ambiente, sus andanzas y sus opiniones. Son un pueblo que carece de cosas materiales, pero tiene una gran fuerza espiritual, asienta el realizador.
La inicial búsqueda del azul evoluciona en Churay como decisión para relatar con sus lienzos las necesidades y propuestas de su pueblo, argumentó Valdivia. En eso andaba cuando el 15 de abril de 2002 lo sorprendió la muerte en un frío acantilado de Lima, al parecer víctima de un asalto, un suceso todavía no esclarecido.
A los dos minutos de empezar a ver 'Buscando el azul' quedé absolutamente atrapado por esa película conmovedora, que entiende el sentido del personaje que va en busca de la creación artística, opinó el presidente de Bolivia, Carlos Mesa, un experimentado crítico de cine y creador de la Cinemateca de su país, al entregar en febrero el galardón Anaconda-2004.
En cuanto a Soy defensor de la selva, es un documental de 21 minutos que recoge las luchas libradas durante 20 años por la comunidad kichwa ecuatoriana de Sarayaku en defensa de sus derechos sobre territorios en los que hace prospección la firma petrolera argentina Compañía General de Combustibles.
A su vez, Moyngo, de 44 minutos, pone en escena el mito que dio origen a la ceremonia de tatuaje de los niños ipeng, a partir de un sueño del héroe mítico Maragareum.
De los vídeos recogidos por Anaconda, 80 por ciento son indígenas, con habitantes de los pueblos originarios en la dirección, guión, realización y actuación, quienes luego como público se reconocen en los paisajes, relatos y aspiraciones, resaltó Schulze.
La iniciativa, que recogió propuestas formuladas desde los años 80 por el Instituto Indigenista de México, tendrá una nueva edición en 2006, con el apoyo a Praia de la Corporación Andina de Fomento y del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola.