La controvertida matanza de focas con fines comerciales en Canadá se extenderá desde este martes a los témpanos flotantes en el sur de la península del Labrador, ante el unánime rechazo de activistas en favor de los derechos de los animales.
En las dos últimas semanas, casi 100.000 crías de foca fueron matadas a palos o a balazos en el golfo de San Lorenzo, al sudeste de Canadá, al comienzo de la temporada de caza comercial, en la que se prevé obtener unas 319.000 focas arpa (Phoca groenlandica), así llamadas por la forma de una gran mancha negra sobre la blanca piel de los adultos.
Los cazadores se desplazarán este martes hacia desolados hielos flotantes, unos 100 kilómetros mar adentro, donde los activistas no llegan desde comienzos de los años 80 debido a la distancia y al peligro.
Se llevan a cabo crueldades inimaginables, con focas heridas que se ahogan en su propia sangre o son despellejadas vivas, destacó Rebecca Aldworth, de la Sociedad Humana de Estados Unidos (USHS son sus siglas en inglés), que impulsa un boicot a toda la producción pesquera canadiense.
Es la mayor matanza de animales marinos en el mundo, aseguró a Tierramérica la activista, quien presenció la caza este año y en seis anteriores.
Las víctimas de la cacería son ejemplares destetados de 12 a 90 días de edad, que permanecen en las superficies heladas cercanas a su lugar de nacimiento hasta que son capaces de comenzar a buscar alimento por sí mismos bajo las aguas.
Los cazadores van en busca de sus pieles, que poseen una capa impermeable de pelo corto.
El gobierno canadiense considera que se trata de la legítima explotación comercial de un recurso natural relativamente abundante. En 2002, calculó que había en su territorio unos cinco millones de focas arpa, y autorizó para los siguientes tres años la caza de unas 950.000.
Este año se prevé una nueva autorización trienal, probablemente para una cantidad similar de animales.
Nuestra meta es simple: mantener en los próximos años una población (de focas) saludable, fuerte y sustentable, alegó en un comunicado el ministro canadiense de Pesca y Océanos, Geoff Regan.
Científicos de varios países, junto con representantes del Fondo Internacional para el Bienestar Animal (IFAW son sus siglas en inglés) y del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas inglesas), anunciaron que revisarán los cálculos gubernamentales sobre la población de focas arpa.
Los cálculos de organismos oficiales canadienses relativos a la pesca han sido considerados erróneos en el pasado, especialmente en el caso del bacalao (Gadus morhua), pero su evaluación de la cantidad de focas arpa parece bastante certera, dijo a Tierramérica el experto Ransom Myers, biólogo de la Universidad de Dalhousie, en una entrevista mediante correo electrónico.
Myers piensa que la actual caza es sustentable, y que no es un problema de conservación, sino de derechos de los animales.
A fines de los años 70, la difusión internacional de imágenes de crías apaleadas hasta morir llevó al colapso del mercado de pieles de foca, pero en aquel momento la población de la especie había caído bruscamente a menos de dos millones.
Activistas como Aldworth ponen en duda la sustentabilidad de la caza, pero sobre todo la rechazan por considerarla extremadamente cruel.
Los palos empleados para matar a las pequeñas focas, llamados hakapiks, tienen una púa en el extremo con que se golpea a los animales en la cabeza, cuando no se les dispara desde botes.
En 2002, la Asociación Médica Veterinaria de Canadá investigó el uso de hakapiks y concluyó que, pese a las apariencias, eran una herramienta eficaz y tan piadosa como los métodos de mataderos comerciales, si se manejaban correctamente.
Sin embargo, Aldworth arguyó que la utilización correcta de los hakapiks es difícil sobre el hielo y con mal tiempo. También es difícil acertar a las crías cuando se les dispara desde un bote, y muchas yacen heridas y en agonía durante horas, afirmó.
El IFAW, que documenta la matanza de focas desde hace tres décadas, sostiene que pocos cazadores se molestan en averiguar si las crías están muertas antes de despellejarlas. En ocasiones, un solo cazador golpea y junta hasta ocho crías heridas y va arrancándoles la piel por turnos, por lo que el coro de gritos y lamentos es indescriptible.
¿Qué ha pasado con la piedad, la belleza, el valor de un corazón que late?, es uno de los eslóganes del IFAW en su campaña para salvar a las focas.
El gobierno canadiense sostiene que menos de cinco por ciento de las focas cazadas sufre en forma innecesaria, y asegura que funcionarios supervisan de cerca la actividad de los cazadores, para que cumplan normas en la materia.
Este año vi trabajar a varios grupos de cazadores, que sumaban unas 800 personas, pero ni un funcionario, aseguró Aldworth.
Activistas han presentado pruebas de más de 660 violaciones de las normas de caza, sin que nadie haya sido procesado, apuntó.
Bélgica prohibió la venta de cualquier producto elaborado a partir de la caza de focas, y es probable que Gran Bretaña, Italia y otros países de la Unión Europea sigan ese camino.
Unas 4.000 personas se dedican a cazar focas en Canadá, y en su mayoría son pescadores de la región que consiguen de ese modo algunos miles de dólares adicionales en dos o tres semanas.
En 2000, alrededor de 40 por ciento de los canadienses dijo estar de acuerdo con la caza de focas. En contraste, en una reciente encuesta en Estados Unidos 79 por ciento dijo estar en contra y dispuesto a apoyar un boicot a la producción pesquera de Canadá, como lo propone USHS. Las exportaciones canadienses de productos pesqueros a Estados Unidos suman unos 3.000 millones de dólares anuales.
El prominente activista Paul Watson, de la Sociedad de Conservación Pastor Marino, anunció que observaría y registraría los próximos días la cacería en la península del Labrador desde su barco, el Farley Mowat, pese a que el gobierno se lo prohibió.
Canadá no quiere que veamos y documentemos lo que ocurrirá en esos desolados y solitarios témpanos, sostuvo Watson en una carta abierta.
* El autor es colaborador de Tierramérica. Publicado originalmente el sábado 9 de abril por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.