La vieja frase de la sabiduría popular abril, lluvias mil no encontró eco en Portugal, que implora por unas gotas de agua. La situación es desesperada y las previsiones de los expertos son apocalípticas.
La sequía que asola el territorio portugués se ha convertido ya en un drama de tal envergadura que, de mantenerse esta situación de medir el agua con cuenta gotas, se podrá verificar un fenómeno que ocurre cada 300 años en el norte del país y cada 135 años en el sur.
En cambio, si se registrase un ritmo de precipitaciones medias normales para la estación desde abril a septiembre, el flagelo tendría de todas formas una dimensión considerable, verificándose un nivel de sequía que es posible esperar cada 40 años.
Estas son las conclusiones principales de un informe divulgado esta semana por el Instituto Nacional del Agua (INAG), que estima un aumento de tres veces la gravedad del problema hasta febrero pasado, cuando se verificó que la falta de lluvia era la más drástica en un siglo.
Las estimaciones del INAG, realizadas en base al año hidrológico, de octubre a septiembre, indican que gracias a las lluvias del mes pasado en el norte del país, 26 por ciento del territorio nacional ubicado en esa región estaba el 31 de marzo en situación de sequía leve y el resto de la superficie portuguesa en las categorías de severa, extrema o de grave.
Dos semanas antes de las precipitaciones de los últimos 10 días de marzo, 88 por ciento de este país de 89.000 kilómetros cuadrados y habitado por 10,2 millones de personas vivía bajo sequías severas, extremas o graves, y en el restante 12 por ciento del territorio se verificó una situación más aliviada.
El director del Centro de Estudios de Ingeniería Rural del Instituto Superior de Agronomía, Luis Santos Pereira, continúa negándose a atribuir las causas de la situación actual al cambio climático, aunque que cree que esa variación tiene influencia sobre la distribución de las precipitaciones, inundaciones o las sequías, a largo o medio plazo.
La principal víctima hasta ahora ha sido la agricultura, cuyos perjuicios al 19 de marzo se calculaban en 1.000 millones de euros (unos 1.300 millones de dólares), pero estimaciones actualizadas aumentan esta cifra en un considerable 50 por ciento.
Según las cuentas de la Confederación de Agricultores, la sequía prolongada que afecta a sus miembros, podrá costar entre dos y tres por ciento del producto interno bruto de Portugal, que es de 130.033 millones de euros (169.000 millones de dólares).
El bolsillo de los portugueses se ha visto impactado por el vertiginoso aumento de los precios de frutas, legumbres y verduras y no han faltado los especuladores que aprovechan la oportunidad para enriquecerse a costa de la tragedia.
Que yo sepa, no hay sequía en Brasil, Chile, Argentina, Marruecos o Sudáfrica, pero los grandes distribuidores y los comerciantes se aprovecharon y aumentaron considerablemente los precios de frutas y verduras importadas de esos países, comentó a IPS el analista económico Aníbal de Freitas.
Los graves daños económicos también se han hecho sentir en el campo energético. Para compensar la notoria caída de la producción de las centrales hidroeléctricas y la débil contribución de la energía eólica, no quedó otra solución que el uso de combustibles.
El reflejo fue inmediato. El costo medio de la producción de energía eléctrica creció en 10 por ciento, debido a la utilización en mayor medida de carbón, diesel y gas natural. Portugal depende ya en 86,7 por ciento de las centrales térmicas, mientras que hasta febrero sólo era de 56 por ciento.
El presidente de la Red Eléctrica Nacional, José Penedos, estima que la mayor preocupación en este momento no es la respuesta del sistema, que se está comportando bien, sino el que Portugal está cada vez más dependiente de los combustibles fósiles.
El almacenamiento de agua en las represas destinadas a la producción hidroeléctrica se encuentra en 38 por ciento de su capacidad, uno de los valores más bajos de los últimos 50 años, apunta Penedos.
También en el sector forestal ya se pueden vaticinar daños incalculables, con incendios de bosques que no esperaron al inicio del verano boreal, sino que ya comenzaron a devastar pinos, eucaliptos y alcornoques durante el invierno y primavera, estaciones marcadas además por fuertes vientos.
Además del daño ecológico, los incendios de alcornoques tendrán un impacto negativo en las exportaciones, ya que 82 por ciento del total mundial de esos árboles se encuentran en el sur de Portugal, que así controla 67 por ciento del comercio internacional de su corteza, la materia prima para el corcho.
El golpe de gracia lo ofreció esta semana el Instituto de Meteorología, con previsiones nada animadoras para la próxima quincena: cielo limpio, vientos fuertes y temperatura en aumento, en especial en las regiones del centro y del sur del país. (