La crisis de Ecuador, que derivó en el derrocamiento del presidente Lucio Gutiérrez, acentúa las dificultades de la política internacional del gobierno brasileño de Luiz Inácio Lula da Silva, ahora blanco de críticas luego de un extenso lapso de respaldo casi consensual.
Gutiérrez, destituido por el Congreso legislativo el miércoles, se refugió en la embajada de Brasil en Ecuador, agravando la repercusión de los hechos en Brasilia, donde la cancillería se apuró a divulgar que se están tomando providencias para la concesión del asilo solicitado, cumpliendo la tradición y las convenciones internacionales.
Empero, las manifestaciones populares delante de la representación brasileña en Quito, contra la salida de Gutiérrez de su país, indican que la concreción del asilo puede demorar.
Los severos problemas políticos de Ecuador, que se suman a la inestabilidad en mayor o menor medida que afrontan Bolivia, Perú y Venezuela, además del conflicto armado interno de Colombia, afectan la institucionalización de la Comunidad Sudamericana de Naciones, una prioridad en la política internacional de Lula.
Las dificultades se mostraron en la reunión de los cancilleres sudamericanos, realizada el martes en Brasilia, donde no se logró concluir la preparación de la cumbre que formalizaría la Comunidad en agosto. Allí quedó claro que el proceso demorará más que lo pretendido por Brasil, propulsor y líder de ese esfuerzo de integración.
Además, la diplomacia brasileña enfrenta otras dificultades, como el rechazo argentino a un asiento permanente para Brasil en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la anunciada ausencia del presidente de ese país vecino, Néstor Kirchner, en la Cumbre América del Sur-Países Árabes, convocada para el 10 y el 11 de mayo en Brasilia.
Pero el combustible que alimenta la fogata en los medios de comunicación fue el primer gran revés de la diplomacia encabezada por el canciller Celso Amorim, ocurrido la semana pasada en la disputa por la dirección general de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El candidato brasileño Luiz Felipe de Seixas Correa obtuvo la menor votación en la primera ronda, lo cual significó su eliminación de la carrera por el cargo al que también aspiran el francés Pascal Lamy, el mauriciano Jaya Krishna Cuttaree y el uruguayo Carlos Pérez del Castillo
Amorim se quejó de la falta de transparencia en el escrutinio, ya que no se divulgó la cantidad de votos obtenido por cada uno, aunque aceptó el resultado.
La derrota sorprendió a la cancillería brasileña y a muchos observadores. Eso indica que Brasilia no contó con los votos esperados de América Latina, donde quiere afirmar su liderazgo.
Hay descontento con la actuación internacional de Brasilia, pese a la prioridad que concede a la integración regional, dedujeron analistas.
Eso afecta las pretensiones del gobierno de Lula en el Consejo de Seguridad de la ONU y en numerosas negociaciones políticas y comerciales en las que se presenta como líder o un protagonista relevante, tal el acercamiento de América del Sur a África y al mundo árabe y la llamada Ronda de Doha de la OMC, instalada en noviembre de 2001 en la capital de Qatar.
También Brasil quedó aislado y sin alternativas aceptables en una arena donde sólo acumulaba éxitos, la OMC. Lamy y Cuttaree defienden los subsidios agrícolas, principal blanco de la actuación brasileña en esas negociaciones multilaterales.
En ese contexto, Pérez del Castillo, mantenido como postulante por el gobierno izquierdista asumido el 1 de marzo en Uruguay, debería recoger el apoyo de Brasil en las nuevas rondas, como representante del Mercado Común del Sur (Mercosur), ya que cuenta también con el respaldo de Argentina. Paraguay es el cuarto integrante del bloque.
Sin embargo, ese apoyo a Brasil le resulta difícil dado que había presentado su candidato propio, Seixas Correa, exactamente para contraponerse a Pérez del Castillo, al que le cuestiona haber presentado una propuesta favorable a los países ricos en septiembre de 2003, en su calidad de presidente entonces del Consejo General de la OMC.
Ese documento de Pérez del Castillo fue rechazado por los países en desarrollo en la fracasada reunión ministerial realizada en esa fecha en el sudoriental balneario mexicano de Cancún.
Tampoco abstenerse de respaldar al representante uruguayo es una salida para Brasil, pues debilitaría su posición como uno de los coordinadores del denominado Grupo de los 20, que reúne a países en lucha contra los subsidios agrícolas practicados por las naciones industrializadas en perjuicio del mundo en desarrollo.
Este fracaso en la OMC estimuló el rebrote de viejas críticas a la política tercermundista del gobierno del izquierdista Lula. Empresarios exportadores condenan, por ejemplo, sus esfuerzos de acercamiento con África, cuya mayoría de países no les interesa como mercado.
En la gira de Lula por Camerún, Ghana, Nigeria, Guinea-Bissau y Senegal, del 10 al 14 de este mes, sólo media docena de empresarios acompañó la comitiva empresarial.
El ministro de Desarrollo, Industria y Comercio, Luiz Furlán, se quejó de la mala preparación de las visitas que prácticamente inutilizó su presencia. En Nigeria siquiera logró encontrarse con el ministro homólogo.
Esta pérdida de esfuerzo, mientras se abandonan negociaciones efectivamente relevantes, como las del Área de Libre Comercio de las Américas y el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea, que representan mercados que cuentan, lamentó Marcos Jank, presidente del Instituto de Estudios de Comercio y Negociaciones Internacionales, que asesora al sector de agronegocios.
La secuencia de errores, según los críticos, amplia las disensiones en el Mercosur, especialmente entre Brasil y Argentina.
Kirchner dio señales de que no participará en la Cumbre América del Sur-Países Árabes, en un gesto más de discrepancia con la política exterior brasileña.
Esa impactante iniciativa brasileña también despierta preocupaciones en Estados Unidos, que intentó sin éxito participar como observador en el encuentro de sudamericanos con el mundo árabe.
Ante ello, la cancillería brasileña se apuró en señalar que sólo será una cumbre netamente económica, volcada a comercio e inversiones entre dos regiones cuyo alejamiento se empieza a superar.
Pero es innegable su dimensión también política, especialmente porque tendrá la participación de la Autoridad Nacional Palestina, que poco puede aportar en términos de negocios y mucho en cuanto al relacionamiento político.