SALUD-CHILE: La pesadilla del plomo

El drama de los ”niños del plomo” volvió a la memoria de la sociedad chilena con el hallazgo y confiscación de útiles escolares contaminados con ese metal pesado.

La intoxicación con plomo, también conocida como plombemia, desata una cadena de daños celulares irreversibles que se manifiestan de maneras tan diversas como estreñimiento, encefalopatía, retraso intelectual, conductas antisociales y hasta tendencia a la drogadicción, advirtió el Colegio Médico de Chile.

Cientos de menores de la septentrional ciudad de Arica, conocidos como los ”niños del plomo” manifiestan cefaleas crónicas, dolor de huesos y articulaciones, enrojecimiento de encías, descalcificación de dientes, problemas de lenguaje, aprendizaje y memoria, conducta agresiva y lesiones cutáneas de diversa intensidad.

Ellos y sus familias han estado expuestos por más de 10 años a residuos con alto contenido de plomo, sin medidas correctivas por parte de las empresas responsables de la contaminación ni de las autoridades.

Cuando faltaban sólo dos semanas para que en Chile se iniciara el ciclo lectivo, el responsable de la autoridad sanitaria de Santiago Mauricio Ilabaca, fiscalizó materiales y útiles escolares, detectando la presencia de plomo en témperas y lápices de cera comercializados en un popular sector de la capital.

El material incautado excedía el límite de concentración de 0,06 por ciento (o 600 partes de plomo por millón), establecida en un decreto de 1997. Las autoridades iniciaron un sumario sanitario. Los fabricantes podrían verse obligados a pagar una multa, mientras se resolvió extender los controles a otras regiones del país.

”La autoridad sanitaria cumple un rol fiscalizador, se preocupa de implementar medidas correctivas, de mitigación, implementación de filtros”, entre otras dijo a IPS el jefe del Departamento Salud Ocupacional de la Secretaría Regional Ministerial de Salud, Jorge Díaz.

”La contaminación por plomo se aborda como problema de salud pública y se trabaja en la difusión de información sobre el tema hacia la población”, añadió. Este mes se realizarán nuevos controles en pinturas de uso doméstico.

Los niños de Arica no tuvieron tanta suerte. Sus familias aún recuerdan el tiempo en que sentían el hedor de plomo del ex acopio de la empresa Promel.

Entre marzo de 1984 y julio de 1985, la Sociedad Procesadora de Metales Promel solicitó autorización para depositar cerca de la ciudad de Arica, en el extremo norte del país, 19.134 toneladas de un producto caracterizado como ”barros con contenidos metálicos”, provenientes de la empresa sueca Boliden Metall AB.

La descripción química indicaba 17 por ciento de arsénico —equivalentes a unos 170 kilogramos por tonelada—, y altos índices de hierro y plomo, pero no mencionaba la toxicidad de este último. El cargamento de residuos fue depositado en el Barrio Industrial, al noreste de Arica.

El director del Instituto de Salud Pública del entonces régimen militar (1973-1990), Joaquín Larraín, autorizó el desembarco de los barros.

El certificado médico de la época ”aseguraba textualmente que no es tóxico, que cualquiera lo podía manejar y no se podía ingerir”, dijo a IPS el presidente del Departamento de Medio Ambiente del Colegio Médico de Chile, Andrei Tchernitchin.

En diciembre de 1993, Promel abandonó el negocio y los barros. Con el crecimiento de la población, la ciudad se extendió a las zonas de depósito de los residuos tóxicos. Y en diciembre de 1995 se construyeron cinco poblaciones próximas al lugar.

En 1998, el depósito conocido como Sitio F fue sellado y pavimentado por la vialidad con unos 3.000 metros cuadrados de capa asfáltica. Se prohibió romper el sellado, subdividir o vender el terreno y utilizarlo con fines habitacionales.

Además se inició un estudio para determinar si había población afectada.

Unas 5.000 personas (casi todas menores de edad) han sido sometidas a análisis desde entonces, de las cuales 150 presentaron entre 15 y 20 microgramos de plomo por decilitro de sangre (ug/dl), y cinco mostraron una intoxicación superior a 30 ug/dl.

El límite de inocuidad del plomo en sangre es de 10 ug/dl. Pero ”es muy posible que desde los cinco o seis microgramos ya deje secuelas, como una disminución de la inteligencia en los niños”, dijo a IPS Tchernitchin.

”Sobre esos niños se exigió un monitoreo constante, la única forma de visualizar y constatar los daños en la evolución psicomotriz e intelectual”, dijo a IPS el diputado Alejandro Navarro, del cogobernante Partido Socialista y miembro de la Comisión de Medioambiente de la cámara baja.

”Está pendiente además la petición de la población de extender el monitoreo a personas e la tercera edad ya mujeres. Eso no se ha cumplido”, agregó.

El hallazgo de intoxicaciones determinó un apresurado traslado de los minerales del Sitio F a la Quebrada Encantada, donde éstos se depositaron rodeados de un cierre perimetral de 2,2 metros de altura para evitar su dispersión por el viento. Estudios oficiales no encontraron contaminación en ese nuevo sitio.

Pero, ”el sitio no tiene estudio de impacto ambiental. Es un emplazamiento erróneo, porque una quebrada siempre va a representar un riesgo en caso de una situación anormal climática. Se pusieron allí de manera transitoria, pero todos sabemos que va a ser definitiva”, dijo el diputado Navarro.

Por el caso hay dos querellas en marcha. Una de la alcaldía de Arica contra la firma Boliden AB en tribunales suecos, para que responda civilmente por los daños a las personas enfermas.

La segunda fue encabezada por 2.000 vecinos de Arica contra el Servicio de Salud de la ciudad y la empresa Promel, y patrocinada por la fiscalía de Medio Ambiente. Los litigantes reclaman indemnizaciones al Estado, por negligencia en la protección de los ciudadanos.

El plomo se encuentra en forma natural en la corteza terrestre y se obtiene puro por fundición del mineral. Está presente en el aire y el agua, en las gasolinas plomadas, alimentos en envases metálicos abollados, pigmentos de pinturas, industrias de baterías y cerámicas y en verduras cultivadas en zonas con alta contaminación atmosférica.

La vecindad con las fuentes emisoras, el contacto con personas expuestas, la inhalación de aire contaminado por la combustión de gasolina y la ingestión de alimentos contaminados son algunas formas de exponerse a este metal pesado.

Tchernitchin investiga desde 1992 el ”imprinting”, mecanismo desatado por algunas sustancias tóxicas que genera modificaciones irreversibles en las células durante la gestación del feto o en los primeros años de vida.

Según el médico, profesor titular de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, para que se produzca el ”imprinting” sólo se requieren bajas dosis y exposiciones breves a sustancias dañinas.

Los efectos en el sistema nervioso central son disminución del coeficiente intelectual, de la memoria, la capacidad de atención y la capacidad de lectura, ”lo que se traduce en fracaso escolar”, dijo.

Además, se elevan los riesgos de infertilidad, cólicos y hasta de encefalopatía (reacción inflamatoria del sistema nervioso central que puede llevar al coma y a la muerte).

Los niños contaminados sufren alteraciones de conducta y se vuelven hiperactivos y agresivos. Estudios estadounidenses probaron la correspondencia ”entre la exposición a altos niveles de plomo a temprana edad y la frecuencia de conductas delictivas o antisociales en los adolescentes”, afirmó.

La hipótesis de Tchernitchin indica que ”la exposición al plomo provoca cambios en los receptores de endorfinas y anfetaminas en el sistema nervioso central, lo que favorece la dependencia de drogas de abuso, tanto estimulantes, como cocaínas y opiáceos”.

Esta idea ha sido confirmada por pruebas realizadas en Estados Unidos con animales.

”La adicción a las drogas comenzó en las grandes ciudades norteamericanas, llenas de automóviles que usaban gasolina con plomo. Más tarde, pasó a Europa occidental y después al resto del mundo”, arguyó el especialista.

Los casos más graves de contaminación por plomo coinciden en Chile con la zona minera del norte del país. La ciudad de Antofagasta fue por años el punto de embarque de plomo, donde el mineral era almacenado por largo tiempo.

La escasa pluviosidad de la zona, a más de 1.300 kilómetros al norte de Santiago, aseguró la perdurabilidad en el suelo de los metales. En 1991, un aluvión arrasó la estación de ferrocarriles donde se guardaba el plomo, depositando decenas de miles de toneladas del mineral en la playa El Carboncillo.

En enero de 2001, el Servicio de Salud local inició una campaña para verificar posibles intoxicaciones entre los habitantes cercanos a la playa. Se tomaron muestras de sangre a 19 menores de dos a 13 años de edad. Medios de comunicación locales estiman que son 59 los menores afectados.

Ahora, y como parte de un programa de revaloración urbana e histórica, las autoridades planifican una profunda limpieza y remodelación de la playa El Carboncillo, considerada una zona patrimonial.

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