La falta de propiedad sobre la tierra que trabajan atrapa a las mujeres rurales de Africa en un círculo de pobreza del que no podrán salir sin reformas fundamentales, advirtieron delegadas en la conferencia Beijing más 10, que terminó este viernes en la sede del foro mundial.
Las mujeres rurales son uno de los grupos de población más pobres del mundo, dado que poseen sólo uno por ciento de la tierra del planeta pero encabezan al menos 25 por ciento de todos los hogares. Tradiciones muy arraigadas impiden que esa situación cambie, en especial en África.
Las delegadas participaron de una reunión patrocinada por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) en el marco de Beijing más 10, que duró 10 días y revisó los progresos realizados por los gobiernos hacia la igualdad de género desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en la capital de China en 1995.
La reunión de la FIDA analizó el papel de los programas de microcrédito y la inclusión de las mujeres en gobiernos de posguerra como forma de alcanzar antes de 2015 varios de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, fijados por los 191 países miembros del foro mundial en 2000.
Esos objetivos incluyen la reducción de la pobreza extrema y el hambre a la mitad, la educación primaria universal, la promoción de la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, la reducción de la mortalidad materna en tres cuartos, de la mortalidad infantil en dos tercios, y el combate al sida, la malaria y otras enfermedades.
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Las metas específicas deben cumplirse antes de 2015 y tienen como referencia los niveles de 1990.
Los panelistas en la reunión de la FIDA destacaron que la mejora de la situación de las mujeres rurales es imprescindible para alcanzar muchas de esas metas, y propusieron soluciones para erradicar prácticas y leyes de herencia discriminatorias, que desconocen los derechos de propiedad de la mujer.
Cuando las mujeres obtengan acceso a la tierra, una revolución silenciosa cambiará las prácticas que marginan a más de la mitad de la población de África, Asia y América Latina, destacó Phrang Roy, presidente adjunto del Departamento de Asuntos Exteriores del FIDA.
Pero esa reforma dependerá de la capacidad de activistas y organizaciones de mujeres de penetrar tradiciones y costumbres poco receptivas a los cambios, especialmente en África.
Sin propiedades, las mujeres no pueden obtener crédito; sin crédito, no pueden realizar actividades generadoras de ingresos, y sin ingresos, no pueden enviar a sus hijos a la escuela, señaló Lucy Mulenkei, directora de la Red de Información Indígena, con sede en México.
La tierra es un legado espiritual, resaltó, y agregó que la falta de tierra implica la pérdida de cultura, idioma e identidad.
El problema abarca también el acceso a la atención de la salud, la educación, los avances tecnológicos y la seguridad, esenciales para producir cambios económicos, observó Mulenkei.
En general, los países de América Latina y el Caribe han sido receptivos hacia enfoques novedosos hacia el desarrollo rural, según la FIDA.
Pero las sociedades tribales de África suelen ampararse en la costumbre y la religión cuando les conviene, afirmó Isatou Njie-Saidy, vicepresidenta de Gambia, que participó de la mesa redonda realizada el miércoles.
Una cosa es aprobar leyes y otra cosa es aplicarlas, subrayó.
Las leyes de herencia en países como Malawi y Zambia dejan a las mujeres en la ruina cuando sus esposos mueren de sida, porque un miembro masculino de la familia es el que toma el control de los bienes del difunto.
La gran epidemia de sida agrava la situación de las mujeres rurales africanas, al igual que las guerras civiles, la migración masculina y las consecuencias del ajuste estructural, subrayó un informe de la FIDA.
Es urgente un cambio de mentalidad en esas sociedades, exhortó el panelista Anwarul K. Chowdhury, subsecretario general de la ONU y alto representante de la organización para los Países Menos Adelantados, los Países en Desarrollo sin litoral y los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo.
Una forma de lograrlo sería establecer un diálogo con los jefes tradicionales que dictan las leyes de propiedad de la tierra e imponen la costumbre sobre el sistema legal.
Chowdhury alentó la participación de representantes de la sociedad civil en este esfuerzo y en la educación de las propias mujeres en materia de derechos de propiedad y sobre la tierra.
Pero cambiar la mentalidad de esas sociedades es un desafío inmenso, admitió Phrang Roy en entrevista con IPS.
Roy recordó que un ambicioso proyecto de redistribución de la tierra en Gambia fracasó porque no tuvo en cuenta las costumbres y tradiciones de la región.
Es necesario hacer que la reforma sea vista como una necesidad interna, y como algo evolucionario, no revolucionario, dijo.