La inminente retirada de las tropas sirias de Líbano aventa algunas preocupaciones sobre los planes de Siria en Medio Oriente. Pero la solución de los problemas políticos internos libaneses pasa por otros carriles.
En su discurso ante el parlamento el sábado, el presidente sirio Bashar al-Assad indicó que los 14.000 soldados de su país en territorio libanés se trasladarán hasta el valle de Bekaa, cerca de la frontera, y luego la cruzarán rumbo a Siria.
Pero, luego del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri en Beirut, muchos libaneses exigen la plena e inmediata retirada de las tropas y agentes de inteligencia sirios.
De todos modos, también se preguntan cuándo un nuevo gobierno reemplazará al del primer ministro Omar Karami, quien renunció bajo intensa presión el 28 de febrero.
La formación de un nuevo gabinete es esencial, por muchas razones.
En primer lugar, se supone que los ministros permanecerán en sus puestos hasta que asuma el nuevo gobierno, pero la renuncia afecta, de todos modos, los servicios públicos.
Además, antes de que se celebren los comicios parlamentarios deberá aprobarse una ley electoral, algo que el renunciante gobierno de Karami no puede promover.
El ex primer ministro Selim Hoss, un musulmán sunita con estrechos vínculos con Siria, es considerado un posible sucesor de Karami. Hoss viajó inesperadamente a Damasco el fin de semana, lo que alentó las versiones en ese sentido.
Los partidos políticos no abrieron consultas entre ellos ni con el presidente Emil Lahoud, encargado de designar un primer ministro, explicó a IPS Nizar Hamza, profesor de Ciencias Políticas de la American University en Beirut.
No hay mucho tiempo que perder en consultas. Hasta ahora, parece haber un bloqueo porque las conversaciones no condujeron a ningún avance, sostuvo Hamza. Eso, agregó, deja al presidente Lahoud sin opciones que manejar.
Se trata de una situación anormal y peligrosa. Si no se registran consultas, la única opción es, básicamente, que Lahoud forme gobierno. Podría ser un gobierno de emergencia, o incluso podría convocar a un gobierno militar, advirtió el experto.
El ánimo contestatario que domina hoy al público libanés y a la dirigencia opositora, que en general no aceptan ninguna propuesta de gobierno civil o militar que no esté dispuesta a cumplir al menos algunas de las grandes demandas.
Lahoud ya rechazó una de éstas: el pedido de renuncia de la cúpula civil y militar de las agencias de inteligencia, acusadas por la oposición de complicidad o incluso de involucramiento directo en el asesinato de Hariri.
Mientras, circulan versiones sin confirmar en Beirut sobre el cierre, en las próximas semanas, de las organizaciones de inteligencia sirias en Líbano.
La dirigente opositora Nayla Moawadh dijo no hacerse ilusiones de que Siria renuncie sin dar pelea al control que ejerce sobre Líbano. Moawadh admitió, además, que la oposición no tiene una solución uniforme en torno del vínculo con Damasco.
El Acuerdo de Taif, patrocinado por Arabia Saudita, puso en 1989 fin a 15 años de guerra civil en Líbano. El pacto puso un plazo de dos años para la retirada siria. La oposición advierte que es hora de que Damasco haga lo que debió hacer hace 15 años.
Los cristianos han liderado el movimiento antisirio desde hace mucho tiempo, y fueron los principales impulsores de las manifestaciones tras el asesinato de Hariri.
Siria y sus aliados libaneses consideran que la retirada habría significado la reanudación de la guerra civil. Assad dijo en su discurso ante el parlamento el sábado que Líbano debería prepararse para un periodo de inestabilidad.
En ese sentido, Hoss dijo al enviado estadounidense David Satterfield la semana pasada en Beirut: Por favor, no nos arrojen a otra guerra civil. Si eso sucediera, Dios no lo quiera, ustedes no podrán ayudarnos.
Otro argumento es que la retirada siria aumenta el poder en Medio Oriente de Estados Unidos y de Israel, intencionalmente o no. Líbano volvería a convertirse en un campo de juego para la política internacional.
El islámico Partido de Dios (Hezbolla), el principal aliado de Siria en Líbano, hizo eco de esa postura al acusar el domingo a algunos opositores cristianos de cumplir con las tareas que les encomienda Israel.
La prensa israelí informó que algunos opositores se contactaron con sus aliados en Israel para hablar sobre el Líbano post-Siria. Éste es un asunto serio. No estoy acusando a nadie, pero la oposición debe dar respuestas, dijo a la prensa el carismático líder de Hezbolla, jeque Hassan Nasrallah.
Las demandas de Estados Unidos son 100 por ciento una copia al carbón de los planes de Israel para Líbano, agregó Nasrallah.
Hezbolla, un partido político con representación parlamentaria cuya resistencia logró en 2000 poner fin a la ocupación israelí del sur de Líbano, figura entre las organizaciones terroristas listadas por el Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos.
Assad y Lahoud, de Líbano anunciaron el lunes el repliegue sirio del territorio libanés para poner fin a la tensión política. Pero permanecen muchas dudas.
Los mandatarios acordaron una retirada en dos etapas: Los soldados sirios se trasladarán antes de abril al oriental valle de Bekaa, cerca de la frontera. A partir de entonces, Damasco y Beirut tendrán 30 días para decidir el destino final de esas tropas.
No obstante, el anuncio del lunes, que coincidió con una multitudinaria manifestación popular en Beirut contra la presencia de los 14.000 soldados sirios, no dejó en claro si será una retirada total, como exigieron varios países, entre ellos Estados Unidos y Francia, antigua metrópoli colonial de Líbano.
El asesinato de Hariri, en que murieron también varios guardaespaldas y personas que estaban cerca del lugar, tuvo una escala sin precedentes desde el fin de la guerra civil que sufrió Líbano entre 1975 y 1990, donde rutinariamente se registraban muertes a causa de las bombas.
En todo caso, Líbano va rumbo a una mayor polarización, que ya se percibe entre prosirios y los que se oponen a la influencia del poderoso país vecino. Damasco envió tropas a Líbano durante la guerra civil, a pedido del gobierno de hegemonía cristiana.
El conflicto concluyó con el Acuerdo de Taif, firmado por legisladores libaneses y que incluía una reforma política, el cese de la violencia, el establecimiento de relaciones especiales entre Damasco y Beirut y un cronograma para la retirada de las tropas sirias.
El control militar sirio era evidente entonces en todo el territorio nacional, a través de alianzas con milicias como la de Hezbolla.
Siria nunca cumplió en su totalidad el Acuerdo de Taif. No retiró sus tropas por completo ni limitó su influencia. Eso originó resentimientos en la minoría cristiana, y también en amplios sectores de la población musulmana.
La situación llegó a un punto límite el año pasado, cuando Damasco obligó al parlamento libanés, en un acto de desembozada interferencia, a reelegir al prosirio Lahoud por otro periodo de dos años al frente de la presidencia.
Eso llevó al Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a aprobar la resolución 1.559, que exige la retirada total de las tropas sirias en Líbano y el fin de las intromisiones de Damasco en la política en Beirut. (