ISRAEL: El rompecabezas del repliegue de Gaza

El dirigente opositor israelí Joseph Lapid aseguró haber recibido llamadas de altos funcionarios estadounidenses para solicitarle el voto de los 14 legisladores de su partido, el liberal Shinui, en favor de la ley anual de presupuesto.

”No sé si la presión es del gobierno de Estados Unidos o si la oficina del primer ministro Ariel Sharon le pidió a Estados Unidos que nos presionara”, dijo Lapid.

El caso sería, a primera vista, una escandalosa intromisión de Estados Unidos en los asuntos internos. Pero en Israel, al menos en esta ocasión, el presupuesto está indisolublemente vinculado con el plan de retirada de Gaza diseñado por Sharon para este mismo año.

Si el gobierno no logra la aprobación de su proyecto de presupuesto antes del día 31, se convocará elecciones de modo automático. Los comicios se desarrollarán pocos días antes del comienzo previsto para la retirada, a mediados de julio.

Por lo tanto, la no aprobación del proyecto de presupuesto representará un retraso de la retirada de Gaza, y tal vez deje sin efecto los planes de Sharon.

Por lo tanto, el presupuesto es el último obstáculo parlamentario de la retirada de las fuerzas de seguridad israelíes de Gaza y de los 21 asentamientos judíos en ese territorio y de cuatro en el norte de Cisjordania, que insumirá, según las previsiones, apenas un año.

Ese es el origen de las presiones sobre Lapid y de los enérgicos esfuerzos de Sharon por ganarse su voluntad. Por ahora, los 120 escaños del Knesset (parlamento unicameral israelí) parecen divididos más o menos en mitades iguales en torno del presupuesto.

Al menos un tercio de los legisladores del partido de Sharon, el conservador Likud, se muestran en abierta rebeldía contra el plan de retirada de Gaza, por lo que el primer ministro se ve obligado a requerir el apoyo de la oposición.

Eso incluye algunos de sus más enconados rivales —parlamentarios izquierdistas e incluso árabes— que, sin embargo, aspiran a que Israel se vaya por fin de Gaza.

Y si Sharon logra la aprobación del presupuesto, podría verse obligado a sortear otro obstáculo parlamentario: los intentos de obligarlo a someter su plan a un referéndum. Los legisladores de Likud que rechazan la retirada le ofrecieron aprobar el presupuesto a cambio de la consulta popular.

Pero el primer ministro se ha opuesto vehementemente a la idea, con el argumento de que tal mecanismo de toma de decisiones as ajeno al sistema israelí de democracia parlamentaria. Por otra parte, agregó, sus oponentes tienen un motivo oculto: retrasar la retirada de Gaza.

Un referéndum obligaría a la adopción de nuevas leyes, lo que insumiría meses. Sharon sospecha también que quienes convocan la consulta popular —invariablemente opuestos a la retirada— exigirán una mayoría especial, tal vez hasta de dos tercios, para neutralizar al electorado árabe-israelí, que apoyan el plan de retirada.

Muchos de quienes desde la derecha se oponen al plan de retirada no creen que los ciudadanos árabes, que representan a 1,2 millones de los seis millones de habitantes de Israel, tengan derecho a opinar sobre el asunto.

Dos tercios de la ciudadanía apoya el plan de Sharon, quien, sin embargo, teme que sus oponentes internos repitan la jugada de mayo de 2003, cuando el Likud convocó a una consulta sobre la retirada de Gaza entre sus simpatizantes.

Una campaña relámpago a cargo de colonos judíos en territorio palestino dejó entonces sin efecto la ventaja de que gozaba el gobernante, que perdió así una votación interna que parecía ganada de antemano.

Los colonos fueron otrora uno de los principales puntos de apoyo de Sharon, quien, al frente del Ministerio de Vivienda e Infraestructura, cubrió Cisjordania y Gaza de asentamientos judíos en los años 80.

Ahora, los colonos son los principales opositores a su plan de retirada.

La semana pasada, un centenar de manifestantes de extrema derecha quemaron neumáticos para bloquear una importante carretera cerca de Tel Aviv en horas pico. La policía tardó 40 minutos en dejar la ruta libre.

Algunos dirigentes de los asentamientos prometieron una gran campaña de desobediencia civil, que incluiría el bloqueo de importantes intersecciones de carreteras. Otros amenazaron con causar daños en la red de electricidad.

La acción cerca de Tel Aviv fue ”apenas el aperitivo”, advirtió Moshe Feiglin, un colono que hace 10 años lideró bloqueos de carreteras en protesta contra la firma de los acuerdos de paz de Oslo.

”No hago esto para despertar la compasión. Lo hago para despertar a un público adormecido. La gente simple, incluso aquellos que estaban esperando furiosos en la carretera, comenzarán a ver que tenemos un problema y se dará cuenta de que la casa está en llamas”, declaró Feiglin.

Durante semanas, los colonos realizaron una campaña dirigida a socavar el plan de Sharon. Circularon, incluso, peticiones respaldadas de rabinos conocidos en que se urge a los soldados a desobedecer las órdenes de desalojo.

En algunos barrios aparecen afiches en que se compara a Sharon con Stalin. Los colonos suelen utilizar ahora estrellas de David de color naranja en sus ropas, como las amarillas que los judíos eran obligados a utilizar en la Alemania nazi.

Las fuerzas armadas prohibieron a los israelíes ingresar en Gaza, pues muchos resolvieron elevar la población de los asentamientos destinados a la evacuación.

Los servicios de seguridad israelíes no descartan actos más extremos a manos de la derecha, como un atentado contra dirigentes políticos o sitios religiosos musulmanes.

Yigal Amir, un judío ultranacionalista, asesinó a tiros a Itzjak Rabin hace casi 10 años. Ahora, la seguridad en torno de Sharon se ha elevado.

Pero el primer ministro está concentrado en el presupuesto. Si el Knesset rechaza su propuesta, sabe que ese podría ser el fin de su periodo al frente del gobierno, así como el de su plan de retirada de Gaza. (

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