La periodista italiana Giuliana Sgrena está libre tras su secuestro en Iraq, pero a un alto precio.
La noticia de su liberación quedó ensombrecida por la muerte del número dos de la inteligencia italiana a cargo de sus operaciones internacionales, Nicola Calipari, que negoció con los secuestradores.
El agente murió rumbo al aeropuerto de Bagdad a manos fuerzas de seguridad estadounidense a cargo de proteger al embajador John Negroponte. Portavoces de la embajada de Estados Unidos se rehusaron a informar si Negroponte se encontraba o no en esa carretera.
Sgrena, quien redactó extensos informes sobre las penurias de los iraquíes bajo la ocupación militar estadounidense, cree haber sido el blanco de las balas.
Hasta el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, uno de los principales aliados del presidente George W. Bush, cuestionó la versión del ejército estadounidense.
Los gobiernos occidentales suelen negar que paguen por el rescate de los compatriotas secuestrados en Iraq. Pero el ministro de Agricultura Gianni Alemanno informó a la prensa el fin de semana que la libertad de Sgrena había costado ocho millones de dólares al tesoro italiano.
Los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña han cuestionado a los de otros países —como Italia, Francia, Indonesia y Japón— porque se han inclinado a negociar un rescate para ver a sus compatriotas secuestrados en libertad.
Mientras, la periodista francesa Florence Aubenas permanece secuestrada. Observadores prevén que su caso —al igual que otros— se resolverá con dinero.
Poco se sabe del paradero de la veterana corresponsal del diario izquierdista Liberation, secuestrada junto con su traductor iraquí Hussein Hanoun al-Saadi. En enero se los vio por última vez, saliendo de su hotel en Bagdad.
Aubenas estuvo secuestrada ocho semanas hasta la aparición de un vídeo el 1 de marzo, en que lucía demacrada. Tras rogar a un parlamentario francés por ayuda, aseguró que su salud se estaba deteriorando.
Se lo pido especialmente al señor Didier Julia. Por favor, es urgente, ayúdeme, decía.
Julia, miembro del partido conservador del presidente Jacques Chirac, es conocido por sus contactos con Siria y con miembros del disuelto régimen del partido Baath en Iraq.
Al igual que Sgrena, Aubenas concentraba su cobertura a la penosa situación del pueblo iraquí.
Florence Aubenas fue, al parecer, secuestrada por un grupo mafioso, dijo a IPS Vincent Brossel, investigador de la organización de defensa de la libertad de prensa Reporteros sin Fronteras. Se supone que ahora será 'transferida' a un grupo de carácter político.
Eso aumentaría sus posibilidades de liberación, pues Francia no tiene tropas en Iraq. Pero Brossel cree que, en definitiva, la libertad de Aubenas responderá a un motivo más prosaico: el dinero.
La toma de rehenes es el negocio de hoy, indicó el investigador. Algunos grupos entienden que un periodista o un empresario europeo o estadounidense son un producto muy caro, en el sentido de que pueden obtener millones de dólares por el rescate.
Los iraquíes también suelen ser víctimas de secuestro. El fenómeno se desató desde el comienzo de la ocupación militar encabezada por Estados Unidos, el 20 de enero de 2003. Se trata de un modo fácil de hacer dinero, en un país con altísimo desempleo y autoridades débiles.
A una vecina anciana que usa velo se le metieron dentro del automóvil.. Todavía no sabemos dónde está, dijo Taleibet Tamrir, una enfermera de 22 años.
En el vecindario de Tamrir el secuestro se ha vuelto común. El mismo día en que habló con IPS, intentaron capturar a una mujer que caminaba a la orilla del río. Ella gritó y la dejaron ir. Tuvo suerte. Pudieron haberle matado, afirmó.
Taleibat Tamrir tiene temor hasta de ir a su trabajo. Antes de la guerra, iba sola, pero ahora mi padre me lleva de mañana y me va a buscar de tarde. De otra manera, no saldría de casa, explicó.
Ni siquiera los poderosos son inmunes a la amenaza. Secuestraron a mi hermano en enero, dijo a IPS el jeque Nife al-Jabouri, cuya tribu es fuerte en el noroeste iraquí. Después de dos semanas y el pago de un rescate, lo liberaron.
Hicimos todo lo que pudimos para salvar su vida, recordó el jeque. Le dijimos a los secuestradores que si algo le sucedía atacaríamos a sus familias. Cuando nos respondieron, pasamos al siguiente capítulo: pagamos y lo liberaron.
Al igual que la mayoría de los iraquíes, el jeque Jabouri tiene poco respeto por los secuestradores. Ellos quieren el dinero. No están interesados en la guerra santa, sentenció. (