El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, anotó un punto de oro en la pizarra de los halcones más derechistas al nominar a John Bolton como próximo embajador en la ONU.
Bolton, actual subsecretario de Estado para Control de Armas y Seguridad Internacional, es considerado el más unilateralista y menos diplomático de los más altos funcionarios del servicio exterior durante el primer periodo presidencial de Bush (2001-2005).
Su designación deberá ser confirmada por el Senado estadounidense, donde se prevé que varios legisladores del opositor Partido Demócrata darán la pelea.
Un funcionario político del Congreso legislativo calificó la nominación de increíble, particularmente a la luz de las últimas señales de Bush y de su secretaria de Estado (canciller) Condoleezza Rice, incluidas sus conversaciones con líderes europeos el mes pasado.
De acuerdo con esas señales, la Casa Blanca intentaría en este periodo ejercer una política más multilateralista y de suavizar las aristas más duras de su política exterior.
Esta noción había resaltado con la designación como segundo de Rice del pragmático representante comercial de Estados Unidos Robert Zoellick, a pesar de que el vicepresidente Dick Cheney promovía a Bolton para el mismo cargo.
La designación de Zoellick parecía la evidencia de que Rice impulsaría el multilateralismo pese a las presiones de Cheney, el líder de la coalición de cristianos derechistas, neoconservadores y nacionalistas agresivos que dominó la política internacional estadounidense desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 hasta la invasión de Iraq.
El consentimiento, si no el acuerdo, de Rice para que Bolton la represente ante la ONU (Organización de las Naciones Unidas) obligará a los expertos en relaciones internacionales a ajustar sus análisis.
Esto es como poner al zorro a vigilar el gallinero, dijo Heather Hamilton, vicepresidenta de programas de la organización no gubernamental Ciudadanos para Soluciones Mundiales (CGS), quien calificó a Bolton de candidato de Armageddón.
La alusión se refiere a la vieja amistad entre Bolton y el ex senador ultraderechista Jesse Helms, quien, al retirarse, lo describió como el tipo de hombre que me gustaría tener a mi lado en el Armageddón.
Según Hamilton, la nominación de Bolton envía al mundo exactamente el mensaje equivocado sobre la voluntad de Bush de trabajar con otros países y con las instituciones multilaterales. Nadie tiene antecedentes tan abultados de ofender a otros países, incluidos nuestros aliados más cercanos, agregó.
A pesar de que su rostro rubicundo, sus lentes y sus gruesos bigotes canosos le dan una imagen de tío simpático, Bolton es conocido por su carácter conflictivo, combativo y malhumorado.
Comenzó su carrera en el gobierno de Ronald Reagan (1981-1989), cuando, a pesar de su inexperiencia respecto de los países en desarrollo, ocupó varios cargos en la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid) antes de convertirse en uno de los principales colaboradores del entonces fiscal general Edwin Meese.
Desde ese puesto, se resistió a todas las gestiones del Congreso legislativo para investigar el escándalos Iran-Contra, así como los esfuerzos del senador demócrata John Kerry para investigar la entrega de armas a los contrarrevolucionarios en Nicaragua a mediados de los años 80.
Su eficacia en la tarea le deparó la promoción a secretario de Estado adjunto para organizaciones internacionales durante el gobierno de George Bush —padre del actual presidente (1989-1993)—, al cabo del cual se incorporó a instituciones académicas neoconservadoras como el Instituto Manhattan y el American Enterprise Institute.
En 1994, en una mesa redonda, Bolton afirmó: Si el edificio de la ONU en Nueva York perdiera 10 pisos, no se notaría mucha diferencia.
Cuando el ya entonces ex secretario de Estado James Baker lo contrató como integrante del equipo jurídico del hoy presidente Bush en el estado de Florida para las elecciones de 2000, Bolton ya era vicepresidente del American Enterprise Institute.
Desde ese centro de estudios fustigó la normalización de vínculos de Taiwan, territorio al que China considera una provincia renegada y de cuyas autoridades habría recibido dinero entonces, según el diario The Washington Post.
También defendió el retiro de Estados Unidos del Tratado de Misiles Antibalísticos y contra los acuerdos internacionales de desarme, así como se opuso a las supuestas amenazas a la soberanía de su país por parte de la ONU. En una ocasión, llegó a sugerir el cese de los pagos de Washington al foro mundial.
Bolton también integra hace mucho tiempo la Sociedad Federalista, organización nacionalista de abogados de extrema derecha opuestos a la aplicación del derecho internacional, al que consideran violatorio de la soberanía estadounidense.
El hasta hace poco secretario de Estado Colin Powell debió ceder ante las presiones de Cheney para que lo incorporara a su cartera. Pocos meses después, quedó claro que Bolton afinaba menos con el moderado Powell que con los neoconservadores concentrados en torno de la oficina del vicepresidente y del secretario (ministro) de Defensa Donald Rumsfeld.
En 2001, manifestó en la Conferencia sobre Tráfico Ilícito de Armas Pequeñas y Ligeras de la ONU que su país se opondría a cualquier intento de regular cualquier operación que derogara el derecho constitucional a portar armas.
En una conferencia similar de la ONU, Bolton saboteó luego las propuestas de establecer un acuerdo internacional que pusiera coto a las armas biológicas, para escándalo de sus propios compatriotas, aterrados por los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la amenaza del ántrax.
Luego, según distintas versiones, se refirió a la posibilidad de una convención mundial al respecto: Esta muerta, muerta, muerta, y no quiero que regrese de entre los muertos. (