ESTADOS UNIDOS: Espías árabes con buenas referencias

Las agencias de inteligencia de Estados Unidos tienen dificultades para reclutar espías y analistas que dominen el idioma árabe. Las razones: cierta ”islamofobia” institucional y la desconfianza de árabes y musulmanes hacia el gobierno de George W. Bush.

Las solicitudes de empleo llegan a las oficinas de las agencias en cantidades sin precedentes, pero no sucede lo mismo con las de personas con conocimientos clave para la lucha contra la red terrorista islámica Al Qaeda. Por ejemplo, árabes y musulmanes estadounidenses.

Por lo tanto, la Agencia Central de Inteligencia (CIA), el Buró Federal de Investigaciones (FBI, policía federal), el Departamento de Estado (cancillería) y el de Seguridad Interna se ven en grandes dificultades para cumplir con su tarea antiterrorista.

La comisión que investigó el ataque que el 11 de septiembre de 2001 dejó 3.000 muertos en Nueva York y en Washington criticó a las agencias de inteligencia de Estados Unidos por no contar con lingüistas que manejaran el árabe y otros idiomas con fluidez y por su incapacidad para infiltrar agentes confiables en Al Qaeda.

Mientras, funcionarios informaron que unos 40 ciudadanos estadounidenses que pidieron empleo en las agencias de inteligencia fueron rechazados por sospechar que tenían vínculos con organizaciones terroristas.

”Creemos que las redes terroristas intentaron infiltrarnos”, dijo Barry Royden, instructor de contrainteligencia que trabaja en la CIA desde hace 39 años, en una conferencia sobre su especialidad dictada en la Universidad A&M, del meridional estado de Texas.

Pero en opinión de organizaciones representativas de los estadounidenses de origen árabe o musulmán, la mayoría de cuyos representantes hablaron con IPS solicitando reserva de su identidad, otra gran razón para la reticencia es el tratamiento que esas comunidades recibieron tras los atentados de 2001.

El periodo que siguió al ataque estuvo marcado por el arresto de cientos —tal vez miles— de árabes y musulmanes en todo el país. Muchos de ellos permanecieron detenidos durante meses y tratados como criminales, e incluso sin acceso a la asistencia de un abogado o a sus familiares.

Algunos aseguran haber sufrido abusos. La mayoría fueron, finalmente, liberados sin acusación. Otros terminaron deportados, con frecuencia a sus países de origen, donde corren riesgo de persecución política.

La mayoría eran inmigrantes, pero también pasaron por estas experiencias ciudadanos estadounidenses.

”El gobierno quiere las dos cosas. Quieren que solicitemos trabajo en antiterrorismo y, al mismo tiempo, quiere mantenernos vigilados o arrestarnos”, dijo a IPS el directivo de una de las principales organizaciones de la comunidad árabe.

”Es difícil reclutar personas para que se unan a organizaciones por las que se sienten asediados”, dijo al diario Christian Science Monitor Ibrahim Hooper, portavoz del Consejo de Relaciones Islámico-Estadounidenses.

”Las detenciones, la política exterior hacia el mundo musulmán, sea lo que sea… Todo eso hace que los musulmanes nos sintamos perseguidos en estos días”, agregó.

A pesar de esos sentimientos, las agencias antiterroristas están logrando emplear a algunos jóvenes estadounidenses árabes e islámicos. Pero aún les falta mucho para obtener los resultados esperados.

Antes de dejar la CIA, el ex jefe de la agencia George Tenet dijo a la comisión que analizó los atentados del 11 de septiembre de 2001 que insumirá al menos cinco años lograr que el servicio clandestino del organismo vuelva a funcionar a pleno.

Algunos expertos afirman que hablar de entre 10 y 15 años sería más realista.

Lo mismo ocurre en el FBI. Aunque hubo avances, la cantidad de agentes dedicados a combatir el terrorismo ”aún no es suficiente para procesar todo el trabajo”, informó la Oficina de Contabilidad del Congreso legislativo.

El plan estratégico propuesto al presidente Bush por el actual director de la CIA, Porter J. Goss, implica elevar 50 por ciento la cifra de funcionarios clandestinos y analistas.

El camino no está exento de obstáculos. En primer lugar, la competencia entre las propias agencias y entre éstas y el sector privado por el reclutamiento de nuevos talentos.

Esa puja se exacerbó con el anuncio del Departamento (ministerio) de Defensa sobre el inicio de operaciones clandestinas, otrora coto exclusivo de la CIA.

Por otra parte, hasta hace muy poco tiempo, el contraterrorismo no era una función prioritaria para agencias de inteligencia dedicadas principalmente al trabajo dentro de Estados Unidos, como el FBI.

La burocracia también desalienta a los aspirantes a espía.

Cada solicitante de empleo debe, por ejemplo, someterse a una investigación que demuestre que no constituye una amenaza para la seguridad nacional, una pesquisa que insume mucho tiempo —hasta un año— y que representa el principal cuello de botella para el reclutamiento.

Algunos son rechazados por antecedentes como usuarios de drogas. Pero hay razones más bizarras: personas nacidas en Estados Unidos deben buscar otros destinos porque tienen familia en Medio Oriente o estuvieron mucho tiempo en esa región.

El sistema debe cambiar, según Robert Baer, quien trabajó en la CIA entre 1976 y 1997.

”Si usted es un estadounidense nacido en Islamabad y tiene un primo segundo que trabaja en el servicio de inteligencia pakistaní, las posibilidades de ingresar en el servicio de inteligencia son cercanas a cero”, dijo Baer.

”Estadounidenses de tercera generación sin familiares extranjeros conocidos pero que vivieron mucho fuera del país tienen más posibilidades, pero aún son pocas, especialmente si, por ejemplo, estudiaron algunos años en un sitio como El Cairo”, agregó.

Melissa Boyle Mahle, quien habla fluidamente árabe, dijo que la ceremonia de graduación en la que ingresó a la CIA como agente le dio una imagen del paradójico sistema de ingreso.

”Era un mar de rostros blancos, exactamente como yo”, escribió Mahle, rubia y de ojos celestes, en un libro sobre el trabajo de la agencia respecto de los atentados de 2001. ”La seguridad no es un incentivo para arriesgarse”, ironizó.

El Departamento de Estado (cancillería) cuenta con una pequeña unidad antiterrorista. También recibe más solicitudes de empleo de las que puede manejar. Pero de 32.239 personas que aspiraron a ingresar el año pasado, sólo lo lograron 470.

Y ninguna agencia logra reclutar con facilidad traductores con dominio del árabe nacidos en Estados Unidos. En primer lugar, porque ese idioma no es materia frecuente de estudios en las universidades. Como consecuencia, el FBI contrata traductores nacidos en Medio Oriente, que deben ser sometidos a un análisis de seguridad exhaustivo.

Por lo tanto, según la Oficina de Contabilidad del Congreso, aguardan en los archivos miles de horas de grabaciones y miles de páginas de documentos sin traducción ni análisis.

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