El brasileño Eduardo Monte, de 51 años y sordo desde la infancia, es ingeniero y consultor de pequeñas empresas y actúa en varios proyectos sociales en Río de Janeiro.
La sordera empezó a los seis años y se agravó luego, pero Monte pudo estudiar siempre en escuelas convencionales, una experiencia muy buena, pese a las discriminaciones que aparecían especialmente cuando los profesores no estaban preparados para tratar al alumno diferente, afirmó a IPS.
Pero se trata de una rara excepción. El último censo escolar apuntó que en 2003 solo había 344 estudiantes sordos en las universidades brasileñas. Y el Ministerio de Educación estima que 80 por ciento de los niños y adolescentes sordos están fuera de la escuela, en este país de 182 millones de habitantes.
En Brasil había 5,75 millones de personas sordas en 2000, según el censo demográfico oficial, lo que equivale a la población de Dinamarca. De ese total, 796.344 tenían de cero a 24 años.
Pero el censo escolar de 2003 apuntó solo 56.024 alumnos sordos en la enseñanza primaria y secundaria. Una cantidad irrisoria, 2.041 estudiantes, había egresado de la educación media.
Los padres ignoran que sus hijos pueden y tienen derecho a estudiar aunque no oigan, y los que van a la escuela la abandonan ante la imposibilidad de aprender en clases impartidas en portugués oral, explicó a IPS la asesora técnica de la Secretaría de Educación Especial del Ministerio de Educación, Marlene Oliveira Gotti.
El Programa Educación Inclusiva se dispone a cambiar ese cuadro, asumiendo el reto de ofrecer educación para todos. Una de sus metas es incorporar a la enseñanza a 30 por ciento de la población sorda en edad escolar, en los próximos tres años.
El plan prevé la capacitación de 27.000 maestros e intérpretes en la Lengua Brasileña de Señales (libras), a partir de centros en las capitales de los 27 estados del país.
Cursos superiores, de graduación y posgrado, se crearán para profundizar la enseñanza y el conocimiento de libras, reconocida por ley en 2002 como idioma oficial de las comunidades sordas por ley en 2002.
La prioridad es la inclusión, que los sordos, como los demás discapacitados, se integren a clases regulares. Hasta ahora, las escuelas o clases especiales responden por gran parte de la enseñanza de ese sector social.
Pero con los sordos dispersos en un país tan grande, no se puede universalizar la oferta en escuelas especiales, eso exigiría grandes desplazamientos de los alumnos, argumentó Gotti. Además el objetivo es la inclusión escolar y social.
La escuela representa la sociedad, no puede crear un mundo distinto para las personas que oyen y las que no oyen, la convivencia y el conocimiento de las potencialidades del sordo eliminan el prejuicio y las discriminaciones, sostuvo.
Ninguna escuela puede negarse a recibir alumnos con necesidades especiales, todas tienen que prepararse para atenderlos, sentenció Gotti.
Pero la Federación Nacional de Educación e Integración de Sordos (Feneis) duda de la eficacia del programa y defiende el principio contrario, la multiplicación de escuelas bilingües para sordos desde la primera infancia.
Incorporar niños sordos a las aulas no significa inclusión ni cambiará la realidad, dijo a IPS la investigadora en lingüística de Libras y consultora de Feneis, Tanya Felipe.
Además de la precariedad de la enseñanza brasileña, los maestros no quieren a estos alumnos, y tampoco los gobiernos municipales y estaduales responsables de la educación primaria y secundaria, acotó.
Los sordos son vistos como un estorbo, se quedan callados en el fondo el aula y no aprenden nada, señaló, ejemplificando con el caso de una maestra que confesó haberse dado cuenta que tenía un alumno sordo al final del año.
En los planes oficiales se prevé un aula de apoyo a los estudiantes sordos, en reconocimiento de que la enseñanza regular es inadecuada para ellos, opinó. En lugar de apoyo, esa aula debería servir para clases bilingües, sugirió.
Los sordos componen un grupo singular entre los discapacitados, pues utilizan otro idioma, visual y basado sobre gestos, con su gramática propia, lo cual compone otra cultura. Como casi todos nacen de padres oyentes, que no saben la lengua de señales, tampoco la aprenden en la familia.
Por eso no se puede pretender alfabetizarlos a los seis o siete años, cuando aún no saben ni Libras ni portugués y su edad lingüística es de un año, destacó Tanya Felipe.
Se necesita el contacto con una comunidad de sordos para aprender la lengua y crear un verdadero proceso de aprendizaje, con interacción entre las personas.
El programa del Ministerio de Educación es, sin embargo, un avance al expandir la enseñanza a los sordos del interior, antes olvidados, y obligar a las escuelas a acogerlos, reconoció la experta. El problema es crear condiciones para una educación adecuada.
La iniciativa no parte de cero. Entidades como el Instituto Nacional de Educación de Sordos (INES), centro de referencia gubernamental en esa área, acumulan muchas décadas de experiencia.
Actualmente con unos 600 alumnos sordos, el INES integrará, probablemente a partir del próximo semestre, la primera facultad bilingüe portugués-libras, anunció Marcelo Cavalcanti, directivo del Instituto.
El INES ya capacita en libras a profesores de varios estados, en seminarios promovidos por gobiernos locales. La resistencia inicial a la inclusión es una de las dificultades, admitió Cavalcanti.
En opinión del ingeniero Monte, la mejor enseñanza para un sordo, tanto en escuelas especiales como regulares, depende de la capacidad de comunicación de cada persona, unos tienen más talento para la lengua de señas, otros son orales o bilingües.
En su caso predominó la vocación oral, quizás porque adquirió el lenguaje hablado antes de perder la audición.