En el año del quinto centenario de El Quijote, Jorge Edwards, el único chileno galardonado con el premio literario Cervantes, ha lanzado una campaña contra la piratería editorial y la indiferencia de las autoridades ante este delito, y se siente combatiendo contra poderosos molinos de viento, para nada fantasmales.
El gobierno hace la vista gorda ante el escándalo de la piratería según Edwards, cuya última obra, la novela El inútil de la familia, lanzada a fines de 2004 y luego editada en forma ilegal mientras encabezaba durante 20 semanas los rankings de libros más vendidos en el país.
Los políticos se acuerdan de la cultura sólo para las elecciones, afirmó el escritor y ex diplomático de 73 años, que en 1994 fue reconocido con el Premio Nacional de Literatura chileno y en diciembre de 1999 con el español Premio Miguel de Cervantes, considerado el Nobel de las letras castellanas.
Con El inútil de la familia, Edwards llegó al mall (centro comercial) de la cuneta, como denomina, con humor, el también escritor chileno José Miguel Varas a ese reconocimiento de fama que implica la venta ambulante y más o menos subrepticia, en las calles, de libros de alta demanda clonados ilegalmente.
Esa novela se inspira en Joaquín Edwards Bello, maestro de la crónica periodística y tío del autor, y es tal vez la narración más lograda de Jorge Edwards según el novelista Arturo Fontaine, que elogió el tono suelto, personal e incisivo del relato y calificó su desenlace de golpe maestro.
Jorge Edwards, quien al igual que el estadounidense William Faulkner, el mexicano Carlos Fuentes y muchos otros grandes escritores ha reconocido en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha a la mayor novela de la historia, cuenta también entre sus obras más famosas a dos crónicas de largo aliento, Persona non grata (1973) y Adiós poeta (1990).
La primera es una memoria novelada de su compleja misión, en los inicios del gobierno del socialista Salvador Allende (1970-1973), como encargado de negocios chileno en Cuba, donde fue objeto de gestos hostiles del gobierno de Fidel Castro por sus vínculos con el poeta cubano disidente Heberto Padilla.
Adiós poeta es el relato de la estrecha amistad que Edwards mantuvo con el Premio Nobel de Literatura (1971) Pablo Neruda, a quien acompañó en su gestión como embajador en Francia del gobierno de Allende.
Fue el propio Neruda quien llamó la atención sobre la promesa literaria que se encarnaba en Edwards, cuando éste oublicó en 1952 El patio, su primer libro de cuentos, al que siguieron en ese género Gente de ciudad (1961) y Fantasmas de carne y hueso (1992).
Como novelista, Edwards ha escrito, además de El inútil de la familia, El peso de la noche (1965), Las máscaras (1967), Los convidados de piedra (1978), El museo de cera (1981), La mujer imaginaria (1985), El anfitrión (1987), El origen del mundo (1996) y El sueño de la historia (2000).
En la escritura de su libro más reciente invirtió cuatro años, con investigaciones en Chile, Francia y España, lo que multiplica la indignación del autor frente a la piratería de que es objeto, mientras en el Parlamento duerme desde hace varios años un proyecto de ley que busca aumentar las penas y el control de esa actividad ilegal.
La aplicación a los libros del impuesto al valor agregado (IVA) de 19 por ciento, es una especie de dogma de la economía chilena, y además de ese elevado impuesto se nos piratea, señaló Edwards en una conversación con la prensa.
Frente a este delito en gran escala no pasa nada o se plantean soluciones inaceptables según el escritor, como cuando llega un legislador y tiene la brillante ocurrencia de proponer que se regalen los libros pirateados (decomisados por la justicia) a los niños en las escuelas, apuntó.
Un libro pirateado estafa al comprador. Está mal impreso, le faltan páginas. Es como transmitir un partido de fútbol y de los cinco goles mostrar tres, afirmó Edwards.
Si en España aparecieran en las veredas pirateados los libros de (las editoriales) Alfaguara, Aguilar o Anagrama, habría un escándalo monumental. Si aparecieran (también en ediciones ilegales) los textos de Gallimard en Francia, caería el gobierno, porque sería un escándalo absolutamente inconcebible. Y aquí (en Chile) no pasa nada, dijo el escritor.
Fuentes de la Comisión Nacional Antipiratería (Conapi) dijeron a IPS que el comercio ilegal de productos informáticos, culturales y de entretenimiento causa cada año en Chile pérdidas de 200 millones de dólares a las correspondientes industrias legales, de los cuales 150 corresponden a la venta de programas de computación.
El cálculo se hace a partir de una estimación aproximada sobre la cantidad de copias ilegales vendidas, y sobre la hipótesis de que si éstas no existieran, todos sus compradores adquirirían productos legales.
El segundo lugar entre las industrias perjudicadas corresponde a la editorial, con 25 millones de dólares anuales, seguida por la fonográficas, con 20 millones, y finalmente las del vídeo, con unos siete millones de dólares.
La piratería de libros no sólo afecta a las editoriales, sino también a las librerías establecidas que afrontan la competencia desleal de la venta ambulante, señaló a IPS el presidente de la Cámara Chilena del Libro, Eduardo Castillo.
Pero Carlos Ossa, gerente general en Chile de Alfaguara (que publicó El inútil de la familia) alega que en todo caso los más perjudicados por la piratería son los propios autores.
Lo que nos preocupa es el autor. Una editorial se las puede zafar (arreglar), porque tiene otros libros que por su alto costo no se pueden piratear. Pero para el autor es su obra. Le están metiendo la mano al bolsillo y robando directamente, arguyó.
El precio de la venta de la edición legal de El inútil de la familia en las librerías chilenas es del orden de los 16 dólares, en tanto las versiones editadas ilegalmente se ofrecen en las calles del centro de Santiago a cinco dólares. (
