Cabo Verde puede y debe ingresar a la Unión Europea (UE), sostienen Mario Soares y Adriano Moreira, dos destacadas figuras públicas portuguesas decididas a movilizar toda su influencia para convencer a la comunidad de 25 países.
El socialista Soares, presidente de Portugal entre 1986 y 1996, defiende siempre la ligazón de Cabo Verde a los archipiélagos lusos de Azores y Madeira y a las islas Canarias españolas, una suerte de recuperación del mito de Macaronesia, término de origen griego para esa zona biogeográfica en el océano Atlántico a la que se atribuía un carácter mágico o religioso en la antigüedad grecolatina.
Adriano Moreira, ministro de Ultramar en 1961 y destituido por el dictador Antonio de Oliveira Salazar (1926-1969) cuando propuso la descolonización del imperio portugués bajo el modelo británico, es hoy un respetado catedrático universitario que, como jurista, introdujo el tema bajo la forma de un proyecto de asociación con la UE.
Nada en los tratados de la UE impide la integración de Cabo Verde en la familia europea, dijo Soares a IPS. Su población no es exclusivamente africana, sino una mezcla de africanos, portugueses, judíos, de gente que pasó en todas las direcciones cruzando el Atlántico, añadió.
El ex presidente portugués recordó que en una conferencia dictada en 1994 en Tenerife, islas Canarias, hablé de la Macaronesia, las islas atlánticas que hacen parte de la leyenda de la Atlántida, que habría sido un continente entre Europa, África y las Américas, formada por los archipiélagos de Azores, Madeira, Canarias y Cabo Verde.
Con una superficie de 4.033 kilómetros cuadrados, Cabo Verde está situado a 500 kilómetros de la costa occidental africana que va desde Mauritania a Senegal. El archipiélago es formado por diez islas y ocho islotes, con una población de 446.000 habitantes.
Sin embargo, la imprecisión de los datos de la emigración no permiten determinar el total de ciudadanos caboverdianos, al estimarse que la diáspora está constituida por una cantidad muy flexible, que oscila entre 400.000 y 700.000 personas, residentes en especial en Portugal, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Italia, Holanda, Senegal, Angola y Luxemburgo.
Los asentamientos humanos de las islas desiertas de Cabo Verde se iniciaron poco después de la llegada de una flota lusa en 1460. Sus primeros habitantes fueron blancos, en gran mayoría portugueses, seguidos de genoveses, holandeses, ingleses y franceses, que más tarde trajeron esclavos de la costa africana, principalmente de las etnias balanta, papel y jalofo.
Desde el siglo XVI, los mestizos fueron adquiriendo gradualmente importancia económica y social. En el siglo XIX, la mayor parte de los cuadros de la administración colonial portuguesa eran mulatos caboverdianos. Hoy, 72 por ciento de los habitantes del archipiélago son criollos luso-africanos, frente a 28 por ciento de africanos.
La cultura del pueblo caboverdiano es reflejo de una simbiosis de cinco siglos de convivencia de influencias europeas y africanas, presente en diversas manifestaciones y que acabó por crear el hombre nuevo, descrito por el escritor brasileño Gilberto Freyre como resultado de la concepción del luso-tropicalismo, de gran presencia en ese país sudamericano.
En 1974, cuando Portugal comenzó a retirarse de sus colonias africanas, manifesté que era una pena que Cabo Verde no hubiera podido asociarse, como país independiente, a las islas periféricas europeas, recordó Soares.
Esta idea de Soares fue ratificada por declaraciones del ex presidente caboverdiano Arístides Pereira (1974-1990): Fue tal vez un error nuestro no haber pensado que podíamos haber sido una región autónoma.
Ahora existe una gran receptividad para llevar adelante esta idea, tanto por parte del gobierno (del primer ministro de Cabo Verde, José Maria Pereira das Neves) como del presidente de la República, Pedro Pires, garantizó Soares.
Inicialmente, Adriano Moreira explicó la idea en términos de asociación, porque no imaginó que fuese posible la integración, pero él revisó la Carta Europea y ahora, como jurista, dice que nada impide que Cabo Verde pueda requerir la apertura de negociaciones para ser miembro, apuntó Soares.
El ex presidente consideró que sería aconsejable buscar los apoyos de Luxemburgo, donde portugueses y caboverdianos constituyen casi un tercio de la población residente, y opinó que Francia y España también podrían estar abiertos a la idea.
Lisboa, de momento, guarda silencio al respecto.
El esfuerzo económico que significaría para la UE tal integración representa migajas para el bloque desde el punto de vista financiero, mientras los beneficios son óptimos: un inmenso portaaviones en medio del Atlántico que conecta Europa, África, Brasil, América Latina y América del Norte.
Moreira comenzó a desarrollar la idea de la asociación, y luego de la integración de Cabo Verde a la UE en varios análisis publicados por la prensa portuguesa, en los que recomendaba como oportuna y necesaria una mirada crítica hacia el Atlántico, dando especial énfasis al riesgo de alejamiento entre el europeísmo y el americanismo.
Según quien fue responsable de las provincias de ultramar portuguesas, desde los orígenes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es vital modelar la articulación entre la seguridad de los sectores norte y sur del Atlántico, repensando el estatuto de los archipiélagos que marcan la línea divisoria.
Los archipiélagos portugueses están por eso en Europa, así como las Canarias están en Europa por ser parte de España, mientras Cabo Verde, un Estado independiente, parece nunca haber despertado la atención de los organismos institucionales en el sentido de iniciar negociaciones para ser admitido en la UE, arguyó Moreira.
Desde el punto de vista comunitario, es indiscutible que su sociedad civil incorporó en su identidad cultural los valores que son denominadores comunes de los europeos, siendo una de las expresiones de mayor éxito de las síntesis culturales a partir del multiculturalismo, dijo Moreira y recordó la relevante contribución de los caboverdianos en el milagro que fue la creación de Brasil.
Entre el conjunto de países que se independizaron como resultado del movimiento general descolonizador propugnado en el siglo XX por la Organización de las Naciones Unidas, Cabo Verde, pese a lo limitado de sus recursos, es un ejemplo de Estado de derecho, cumplidor escrupuloso de las obligaciones internacionales, subrayó.
Cabo Verde tiene una identidad y un desempeño que lo convierten en referencia segura de diálogo con todas las soberanías africanas, una plusvalía para la Unión Europea, por lo que las autoridades portuguesas son las indicadas para tener la iniciativa de proponer la apertura de un proceso de adhesión a la UE, concluyó Moreira.
A diferencia de las historias de Angola, Mozambique y Guinea-Bissau, la de Cabo Verde como nación independiente fue pacífica desde que los portugueses cedieron el poder al Partido Africano para la Independencia de Cabo Verde (PAICV), que gobernó sin oposición durante 15 años, hasta 1991.
Ese año se inició el proceso de democratización con la celebración de elecciones libres en las que resultó ganador el Movimiento para la Democracia, manteniéndose en el poder hasta 2001, año en que el PAICV regresó al gobierno y a la presidencia de la República.
Al finalizar la década de 1980, la tasa de mortalidad infantil de Cabo Verde era de 44,3 por 1.000, y la juvenil pasó de 4 por 1.000 entre 1983 y 1988, a 1,4 por 1.000, en 1991. La esperanza de vida es de 62,4 años para los hombres y de 64,7 para las mujeres.
La industria turística se ha desarrollado a gran velocidad en los últimos años, con un incremento de visitantes europeos, en especial franceses, además de los tradicionales portugueses.
Cabo Verde no cuenta con recursos productivos significativos, excepto en el campo de la pesca, que el gobierno considera determinante desarrollar por vía de la inversión extranjera.
Las mayores ventajas comparativas de Cabo Verde son su ubicación geográfica, el elevado grado de escolaridad de su población, comparada con los demás países africanos, y una imagen de gran credibilidad ante los organismos internacionales de ayuda al desarrollo.
Una tasa de inflación controlada, un producto interno bruto de 600 millones de dólares y en crecimiento constante, frente a un déficit de cuentas públicas decreciente son también factores para colocar en la balanza de los inversores en general y de la UE en particular. (