Rubén Torres escucha cada día el parte meteorológico en espera de la ansiada buena nueva. El agua, esquiva, no cae como en otros tiempos, salvo algunas lluvias que resultan insuficientes y no cubren todo el territorio de Cuba.
La última semana de febrero, fuertes aguaceros regaron por varias horas la porción occidental del archipiélago cubano, sin aliviar realmente la sed de los embalses, prácticamente vacíos en algunos casos.
Mire, en febrero nos quedamos esperando. De las lluvias de marzo nos tocó algo, fue un alivio para la tierra, pero hace falta que caiga mucha agua, porque esto está muy seco, dijo Torres en conversación telefónica con IPS.
El hombre es dueño de un predio heredado de su abuelo, situado a unos ocho kilómetros de las afueras de Santa Clara, capital de la centro-occidental provincia de Villa Clara, y no tiene dudas de que la sequía camina de este a oeste del país.
La parte más afectada incluía hasta (la centro-oriental provincia de) Camagüey, y ahora la seca ya se siente también en Sancti Espíritus y Villa Clara (cada vez más al oeste). La gente está asombrada, nunca había visto una sequía tan prolongada, aseguró.
Guantánamo, Santiago de Cuba, Holguín, Granma y Las Tunas, las cinco provincias del oriente cubano, sufren con mayor fuerza y desde mucho antes la falta de precipitaciones, con pérdidas económicas que según cálculos oficiales sumaron más de 800 millones de dólares en 2004.
En Camagüey, a 533 kilómetros de La Habana, la mortandad del ganado por falta de agua y alimentos se agudiza día a día, al igual que la escasez del líquido en el sector doméstico.
Despachos periodísticos desde esa provincia reportaron entre enero y febrero más de cien muertes vacunas diariamente, 70 por ciento de ellas cuales debido a desnutrición por falta de agua y alimentos.
No es para menos. En toda la región oriental, los niveles de lluvia acumulados de mayo de 2003 a octubre de 2004 superaron apenas 60 por ciento de la media histórica en ese periodo, con déficit de hasta 700 milímetros en los lugares más afectados.
Al comenzar 2005, la alarma comenzó a invadir también con fuerza la capital, donde las lluvias el pasado año alcanzaron sólo 71 por ciento de su media histórica, con un déficit que se deja sentir entre la población de 2,2 millones.
Según especialistas, 2004 fue en la capital, junto a 1993, el más seco de los últimos 40 años. Más de 100.000 habaneros reciben agua de carros cisternas, y la cifra podría aumentar en meses próximos. En la región oriental, la cantidad de personas que reciben ese servicio ha llegado a 700.000.
De las 235 represas en explotación en todo el país, 114 permanecen con volúmenes inferiores a 25 por ciento de sus posibilidades, y 41 están ya por debajo del llamado volumen muerto, es decir que no pueden utilizarse hasta que se recuperen.
Mientras el campesinado mira hacia el cielo ausente de nubes con preocupación, las autoridades trazan planes y adoptan medidas para sortear la crisis, con especiales llamados a ahorrar hasta la última gota de agua.
En tanto, los científicos alertan que, al parecer, ya no se trata de una mera variante y coyuntural del clima, sino que puede haber sequía para rato.
Entrevistados en enero por el diario oficial Granma, Braulio Lapinel y Ramón Pérez, del Centro del Clima del Instituto de Meteorología, recordaron que en Cuba siempre hubo años de mucha seca y otros muy lluviosos, pero apuntaron también que desde los años 70 hubo transformaciones importantes en el clima del archipiélago, que coinciden de forma general con las registrados a nivel global.
En ese sentido, Lapinel consideró probable la repetición de periodos de seca como los que impactan actualmente a Cuba, sobre todo si se tiene en cuenta la tendencia a la reducción de las precipitaciones en toda la zona caribeña observada desde el siglo XX, acompañada por aumentos de la temperatura superficial media del aire y de la temperatura mínima.
Eso implicaría una reducción de recursos hídricos por la convergencia del aumento de temperaturas y evaporación, causantes de creciente aridez, y de la intrusión de agua salada en los acuíferos costeros debido a la elevación del nivel del mar.
Esto está de miedo, remató Torres, convencido de que la situación exige buscar alternativas y cultivos más resistentes a la sequía. Al respecto, señaló que muchos campesinos están sembrando sorgo, que requiere muy poca agua, para alimento animal.
Mi abuelo decía 'Siembra maíz en abril y acuéstate a dormir', porque las lluvias de mayo lo hacían germinar. Creo que ya no podemos decir eso, hay que adaptarse a los cambios del clima, señaló. (