La Convención Marco para el Control del Tabaco entrará en vigor este domingo sin que Estados Unidos lo haya ratificado. No es la primera vez que esto sucede con un tratado internacional, ni mucho menos.
Este mismo mes entró en vigencia el Protocolo de Kyoto de la Convención Marco sobre Cambio Climático, que obliga a los países ricos a reducir sus emisiones de gases invernadero. Estados retiró su firma del tratado en marzo de 2001 por entenderlo perjudicial para su economía.
El gobierno de George W. Bush firmó la Convención para el Control del Tabaco en mayo de 2004, pero aún no envió el texto al Senado para su ratificación.
Cincuenta y siete países, incluidos aliados de Estados Unidos como la mayoría de los de la Unión Europea, Australia y Japón, ya ratificaron el tratado aprobado por la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en mayo de 2003. Casi 160 países lo firmaron.
Desafortunadamente, Estados Unidos tiene una larga historia de firmar tratados y no ratificarlos nunca, dijo John L. Kirkwood, presidente y gerente general de la Asociación del Pulmón de Estados Unidos (ALA).
Lo que está en juego en el control del tabaco es muy fuerte como para que esta convención corra el mismo destino. Estados Unidos debería unirse a las naciones que han firmado este tratado para salvar vidas, advirtió Kirkwood.
Washington firmó la Convención para el Control del Tabaco en mayo de 2004, pero el acontecimiento fue visto con escepticismo por activistas de salud pública, que acusan al gobierno de Bush de asumir en la negociación posiciones similares a los de la industria del tabaco.
La firma de tratados compromete a los países no ratificantes con su cumplimiento, pero no los obliga a imponer las medidas legislativas incluidas en su texto.
El tratado brinda a las naciones nuevas y poderosas herramientas para proteger la salud de sus ciudadanos de los engaños y la publicidad de la industria tabacalera, dijo Matthew Myers, presidente de la Campaña por Niños Libres de Tabaco, organización con sede en Washington.
La convención obliga a las naciones ratificantes a prohibir la publicidad de tabaco, así como la promoción y el patrocinio de actividades públicas por parte de ese sector industrial.
Pero el tratado contiene excepciones para países que, como Estados Unidos, tienen limitaciones constitucionales para actuar en ese sentido.
También ordena la inclusión de advertencias que cubran 30 por ciento del paquete de cigarrillos y prohíbe el empleo de términos falsos y engañosos, como bajo en alquitrán, light o mild, que sugieren que el tabaco así calificado es menos dañino que el resto.
La convención compromete a los gobiernos a proteger a los no fumadores del humo en lugares de trabajo, a regular estrictamente el contenido de los productos de tabaco, a fortalecer la lucha contra el contrabando y a promover programas de prevención e investigación.
Además, crea un fondo que podrá ser utilizado por los países pobres en campañas de educación pública para advertir sobre los peligros del uso del tabaco.
La proporción de fumadores en la población total cayó en América del Norte y en Europa en los últimos años gracias a campañas preventivas.
Pero el vicio de fumar recrudeció en países en desarrollo, a medida que las grandes compañías tabacaleras —como British American Tobacco, Philip Morris/Altria y Japan Tobacco International— concentraban sus esfuerzos de promoción en Asia, Europa central y oriental y América Latina.
El uso de tabaco mata a unos cinco millones de personas cada año, según la OMS, pero se prevé que esa cifra aumente a 10 millones dentro de 20 años. Setenta por ciento de esas muertes se registrarán en el mundo en desarrollo.
Este tratado salvará millones de vidas, dijo Kathryn Mulvey, directora ejecutiva de Responsabilidad Empresaria Internacional, organización antes conocida como Infact, una de las mayores promotoras de la convención.
Durante el proceso de negociación de la Convención para el Control del Tabaco, Washington se alineó con los intentos de diluir sus cláusulas en beneficio de grandes corporaciones tabacaleras, según Mulvey.
Febrero de 2005 es el mes de referencia para la cooperación internacional en asuntos críticos de protección de la población y de los recursos naturales. Estados Unidos está perdiendo el barco, dijo la activista.
El tratado contra el tabaco y el Protocolo de Kyoto entran en vigencia con Estados Unidos al margen. Llamamos a nuestro gobierno a unirse con la comunidad mundial en priorizar la vida de la gente sobre el lucro de las grandes corporaciones, advirtió.
El Protocolo de Kyoto, aprobado en 1997 en esa ciudad japonesa, obliga a las naciones industriales ratificantes a reducir para 2012 sus emisiones de gases invernadero 5,2 por ciento por debajo del nivel de 1990. Este tratado entró en vigencia 90 días después de la ratificación de Rusia.
Los únicos dos países del mundo industrializado que se han negado a aprobar el Protocolo son Australia y Estados Unidos.
La Convención para el Control del Tabaco es menos controvertido que el Protocolo de Kyoto, y ha sido uno de los más apoyados por los gobiernos y la sociedad civil, debido, en parte, porque las grandes compañías tabacaleras no son tan poderosas como las industrias del petróleo, el carbón, el gas y los automóviles.
Del mismo modo, en la óptica de Washington, la relación entre la quema de combustibles sólidos y el recalentamiento del planeta no ha podido ser establecida con la misma certidumbre que el vínculo entre el hábito de fumar y las enfermedades.
Gran cantidad de organizaciones no gubernamentales involucradas en las negociaciones en la OMS ejercieron luego presión sobre los gobiernos para acelerar el proceso de la ratificación.