En América Latina y el Caribe los católicos ruegan hasta con lágrimas por la frágil salud del papa Juan Pablo II, mientras corren apuestas sobre los prelados de la región con posibilidades de sucederlo cuando muera.
Se mencionan al menos siete nombres. En el Colegio Cardenalicio de 120 miembros facultados para nombrar o aspirar a la sucesión papal, hay 22 latinoamericanos, el mayor grupo regional después de los 59 de Europa.
Casi la mitad de los 1.071 millones de católicos del mundo viven en América Latina y el Caribe.
Cuando la salud del Papa flaquea, en los corredores de la jerarquía eclesial latinoamericana hay tensión, suspiros y esperanzas ocultas de poder sucederlo. Esto lo hemos visto desde hace varios años, dijo a IPS el presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, Elio Masferrer.
El polaco Karol Wojtyla, quien inició su papado en 1978, está hospitalizado desde el martes por una afección respiratoria. Aunque portavoces del Vaticano afirman que su salud mejora, las especulaciones sobre la cercanía de su muerte no cesan.
Con matices, los cardenales latinoamericanos son disciplinados seguidores de las posturas de Juan Pablo, quien en 27 años de pontificado marginó a los seguidores de la Teología de la Liberación, corriente regional demasiado cercana a la izquierda para el Vaticano.
Los latinoamericanos que se mencionan son el argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y de la orden de los jesuitas (que nunca vio ungir Papa a uno de los suyos), y el franciscano brasileño Claudio Hummes, arzobispo de Sao Paulo. Ambos prelados son cercanos a posiciones progresistas.
Otro de ese talante ideológico es el hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, salesiano que presidió el Consejo Episcopal Latinoamericano, ortodoxo en la doctrina, pero abierto hacia una Iglesia Católica con compromiso social.
En la vertiente más conservadora se ubican los colombianos Darío Castrillón, prefecto de la Congregación para el Clero del Vaticano, y Alfonso López Trujillo, presidente del Pontificio Consejo para la Familia. Los dos se oponen claramente a la Teología de la Liberación.
También en esa línea se menciona al peruano Juan Luis Cipriani, ex arzobispo de Lima y representante del Opus Dei, prelatura ultraconservadora que goza de las simpatías de Juan Pablo II.
También el moderado Norberto Rivera, arzobispo de México, es incluido en la lista de latinoamericanos que podrían aspirar al pontificado. Rivera es personalmente apreciado por Wojtyla.
En los últimos 10 años, las versiones sobre el inminente deceso del pontífice han sido periódicas, aunque ahora esa posibilidad se ve más cercana debido a la vejez del Papa y a sus múltiples afecciones crónicas, como el mal de Parkinson.
Es próximo el desenlace de su muerte, dijo el jueves el obispo mexicano Ramón Godínez. En gran parte de América Latina, región que Juan Pablo visitó en 18 ocasiones, los fieles acudieron a los templos a orar por su salud, algunos entre sollozos.
Wojtyla viajó por primera vez a América Latina en 1979 (Santo Domingo, México y Bahamas), y la última en 2002, cuando regresó a territorio mexicano y visitó Guatemala. En todas esas ocasiones fue ovacionado por millones de personas.
Es lógico que se desaten las apuestas sobre la sucesión, pues el Papa ha sido el más carismático jefe de la Iglesia en siglos, y lo que está en juego es el poder de una institución que tiene más de mil millones de fieles en el mundo, señaló Masferrer.
Cuando se reúna el Colegio Cardenalicio para elegir al sucesor del Papa, los latinoamericanos con posibilidades deberán competir y aliarse con grandes fuerzas de otras regiones, explicó el especialista.
Nada está dicho, sólo hay hipótesis sobre quiénes tienen alguna chance de llegar a la jefatura máxima de la Iglesia, acotó.
Más que pensar en sucesiones, nosotros ahora oramos por la salud de Juan Pablo II y estamos seguros que hacen lo mismo los hermanos obispos, dijo a IPS el sacerdote mexicano Javier Zapata.
El Papa no merece que lo anden sepultando antes de tiempo para poner como prioritaria la supuesta lucha por su sucesión, añadió en tono molesto.
Cuando llegue el momento de la muerte de Wojtyla, los 120 cardenales se reunirán en cónclave en el Vaticano, aislados y sin contacto externo ni acceso a los medios de comunicación, para escoger al nuevo pontífice.
Se requieren dos tercios de los votos. El escrutinio es secreto y tras el mismo las boletas son destruidas.