IRAQ: Un gobierno aliado de los pragmáticos de EEUU

La elección de Ibrahim Jaafari como candidato a primer ministro de la mayoritaria Alianza Iraq Unido (AIU) complace a las fuerzas más pragmáticas del gobierno de George W. Bus, opuestas al sector más belicista e ideologizado.

Jaafari, sobre quien recayó la designación tras el retiro de su único rival y favorito de los neoconservadores estadounidenses, Ahmed Chalabi, es percibido como un candidato unificador de la población iraquí. Las encuestas le asignan un elevado índice de aprobación pública.

También se lo considera el más dispuesto de los candidatos del Islam chiita, mayoritario en Iraq, a alcanzar un acuerdo político que ponga fin a la insurgencia mediante un acercamiento a la comunidad sunita, que tradicionalmente ha gobernado este país y es hegemónica en todo el mundo árabe.

La AIU obtuvo 50 por ciento de los votos, y se prevé que Jaafari logre para encabezar el gobierno el voto conforme de dos tercios de los 275 miembros de la Asamblea Nacional (parlamento), órgano elegido en las elecciones de enero.

”Jaafari tiene una retórica de inclusión que alcanza aun a la población de Faluya (bastión de la insurgencia sunita en el centro de Iraq), mientras Chalabi pretende castigar a todos los sunitas que tengan cualquier relación con el partido Baath”, dijo el experto en Medio Oriente Juan Cole, de la estadounidense Universidad de Michigan.

Esto parece coincidir con el sentimiento predominante entre los militares estadounidenses en Iraq en cuanto a la imposibilidad de una solución militar a la insurgencia y sunita.

Desde esta óptica, tanto Washington como el nuevo gobierno iraquí deben esforzarse en crear enemistades entre insurgentes ”nacionalistas” e ”islámicos”.

Diplomáticos estadounidenses y funcionarios de inteligencia han estado en contacto directo, aunque informal, con ”elementos del antiguo régimen” del hoy preso Saddam Hussein, que han conducido la insurgencia en los últimos meses, según la revista estadounidense Time.

Oficiales militares y un jefe rebelde se reunieron recientemente, aseguró la publicación.

”Cualquier acuerdo con los insurgentes convendrá al nuevo gobierno. Funcionarios de la embajada dicen creer que esa será la prioridad del nuevo gobierno. Detrás de la escena, Estados Unidos alienta a líderes sunitas e insurgentes a dialogar con el gobierno”, según el periodista Michael Ware, de la revista Time.

Jaafari trabajó en estrecho contacto con Washington antes de la guerra, así como en el Consejo de Gobierno Iraquí de posguerra y en el gobierno interino encabezado por Iyad Allawi, ambos designados por Estados Unidos.

Pero el dirigente, líder del partido Dawa (Llamado Islámico), logró mantener una mayor independencia que otros antiguos exiliados.

Jaafari, de 55 años, trabajó como médico en su país hasta 1980, cuando huyó a Irán, al igual que otros dirigentes de su partido y del Consejo Supremo para la Revolución Islámica en Iraq.

Vivió 10 años en ese país, donde en 1979 había triunfado la Revolución Islámica del ayatolá Ruolá Jomeini. Se radicó luego en Londres, hasta marzo de 2003, cuando Estados Unidos y Gran Bretaña lanzaron la invasión a Iraq al frente de una coalición internacional.

La relativa popularidad de Jaafari se explica por varios factores, entre ellos el hecho de que vivió en Iraq más tiempo que sus rivales. Chalabi, por ejemplo, dejó el país cuando era aún un adolescente.

Al contrario que los restantes tres grandes candidatos, la familia de Jaafari no pertenece a la clase alta de Bagdad, sino a la clase media de Karbala.

Es considerado el más religioso de los candidatos a encabezar el gobierno, pero se ha mostrado orgulloso de que su esposa sea colega suya, y defiende los derechos femeninos.

”Mi esposa corta abdómenes en el hospital. ¿Cómo voy a apoyar una ley que le prohíba conducir un automóvil? No es lógico”, dijo el líder chiita al diario estadounidense The Boston Globe la semana pasada.

De todos modos, Dawa insiste en que la futura constitución iraquí, que será redactada por la Asamblea Nacional, debe inspirarse en la ley islámica, si bien no como fuente exclusiva.

Se trata de un punto conflictivo entre los partidos islámicos chiitas y los de la minoría étnica kurda, que también profesan esa vertiente religiosa pero aspiran a la autonomía en el norte de Iraq, y los árabes seculares.

Jaafari ha advertido que las leyes que rijan Iraq no deberán contradecir el Islam.

”No me animaría a afirmar que es religioso, ni que es secular”, dijo el experto británico en asuntos iraquíes Tony Dodge al diario estadounidense Christian Science Monitor.

Dawa está menos identificado que otros partidos chiitas con la República Islámica de Irán, con la que está enfrentado Estados Unidos y que libró una sangrienta guerra con Iraq en los años 80.

Pero su imagen ante sus correligionarios chiitas y ante la comunidad sunita, cuyos principales partidos boicotearon las elecciones, se ve fortalecida por su oposición a la ocupación estadounidense.

”El nuevo Iraq debería ser capaz de aceptar al otro, usando todos los medios excepto la opción militar. Debemos afrontar los desafíos militares en ciertas circunstancias, pero es importante que recurrir a las armas sea la excepción, no la norma”, dijo.

”Los sunitas son una parte integral del pueblo iraquí, y los incluiremos en las discusiones”, aseguró Jaafari luego de ser designado. (

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