CAMBIO CLIMÁTICO: Chile baraja negocios calientes

Una ola de calor sin precedentes en el sur de Chile puso en primer plano la cuestión del cambio climático, mientras el país se apunta entre los primeros para sacar provecho del flamante mercado de gases que recalientan la atmósfera.

Una de las señales del cambio climático ya visible en territorio chileno es el aumento de la temperatura media, de 0,5 a un grado en los últimos 100 años, de acuerdo con el jefe del departamento de Climatología del Servicio de Aeronáutica, Jorge Carrasco.

En las últimas semanas, la zona sur vivió un calor inusual. A 673 kilómetros de la central Santiago se registraron temperaturas de 39 grados y sensaciones térmicas de 42.

Carrasco no puede asegurar que tanto calor sea indicio del cambio climático global. Pero ”tal vez en 50 o 100 años más, estaremos ciertos que las señales del cambio empezaron a percibirse a principios del siglo XXI”, dijo a IPS.

En cambio, el meteorólogo confirmó el retroceso generalizado de los glaciares de la cordillera de Los Andes y alteraciones en el régimen pluviométrico, ”concentrándose la mayor cantidad de precipitaciones hacia la zona sur del país”.
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Así, el clima templado cálido con lluvias invernales del centro del país adoptaría las características de clima desértico normal de la zona centro norte, afirmó.

Rosa Moreno, coordinadora de cambio climático de Greenpeace Chile, constató el retroceso de los glaciares en el extremo sur, en un estudio realizado con ecologistas de Argentina en 2003.

”Es muy impresionante ver la disminución de los Campos de Hielo Sur”, que se extienden entre los 48 y los 51 de latitud sur.

La disminución de las precipitaciones también afecta los ecosistemas, la agricultura y la ganadería.

Pero ”lo más impactante para Chile es el fuerte aumento de las variaciones y frecuencia de los fenómenos de El Niño y La Niña (fluctuaciones periódicas de las temperaturas en las zonas oriental y central del océano Pacífico), con repercusiones en la pesca y en el modelo climático chileno”, dijo Moreno.

Como país en desarrollo responsable de apenas 0,02 por ciento de las emisiones mundiales de gases invernadero, Chile no está obligado por el Protocolo de Kyoto sobre cambio climático, que entró en vigor el miércoles 16.

En cambio, sí lo están 35 naciones industriales, para las cuales el tratado dispone instrumentos como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL), que les permiten compensar sus emisiones de gases invirtiendo en iniciativas no contaminantes en el Sur, mientras ganan tiempo para reducir la contaminación en casa.

Según el Banco Mundial, Chile es el tercer mayor oferente de proyectos del MDL a los países ricos, después de India y Brasil. Las tres naciones concentran 56 por ciento de la oferta internacional para reducir emisiones de gases invernadero.

Se supone que el MDL y el comercio de derechos de emisión de dióxido de carbono (principal gas invernadero) deben promover la transferencia de tecnologías del Norte rico al Sur pobre, y proveer a éste de un camino sustentable hacia el desarrollo.

Se trata de ”generar proyectos de reducción de emisiones que se vendan a alguna de las naciones que deben cumplir con la rebaja de emisiones establecidas como meta en el Protocolo, financiando estos proyectos en Chile”, dijo a IPS el director ejecutivo de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama), Eduardo Correa.

El Protocolo de Kyoto fue ratificado por ley en este país en 2002. Hasta ahora, empresas nacionales han cerrado acuerdos de 40 millones de dólares por reducción de emisiones con firmas del mundo industrial.

Otras 35 iniciativas se basan en inversiones en métodos productivos menos contaminantes, con el fin de vender sus reducciones a empresas internacionales a breve plazo.

Según estimaciones preliminares de la Conama, estas iniciativas podrían representar una reducción de 3,4 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono.

El dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso son tres de los seis gases que atrapan el calor del sol en la atmósfera intensificando el efecto invernadero natural, de allí su nombre.

Estos gases son liberados principalmente por la quema de carbón mineral, petróleo y gas. El efecto acumulado se traduce en un recalentamiento atmosférico que está produciendo cambios drásticos en el clima del planeta, afirma la mayoría de científicos.

”Chile se inserta en este Protocolo porque se trata de un problema ambiental global y el resultado interesa a Chile porque es un problema que nos afecta a todos”, dijo Correa.

Ahora, las naciones industriales (excepto Estados Unidos y Australia, que no ratificaron el pacto) deben abatir sus emisiones para llegar, en 2012, a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.

El compromiso es modesto, si se toma en cuenta que los científicos estiman necesaria una reducción de 60 por ciento para mitigar los efectos del cambio climático.

Sin embargo, hay mediciones según las cuales, entre 1990 y 2000 se operó una reducción global de tres por ciento.

El desafío es abatir lo que falta ”mediante el incentivo y la responsabilidad de los países obligados por el Protocolo y a través de la colaboración de países como el nuestro, que ofrezcan proyectos que permitan implementar el acuerdo”, dijo Correa.

Cristóbal Zolezzi, economista y encargado de recursos naturales de la Fundación Terram, celebró los beneficios de Chile en materia de bonos de carbono. Pero eso no significa que el país cuente con un plan para combatir el cambio climático, aclaró.

La mayoría ”son inversiones privadas en relación a cambios tecnológicos para lograr reducciones de emisiones. Es el flujo de cada negocio el que determina la inversión para el cambio. No existen plantas a nivel nacional para generar bonos de carbono”, dijo Zolezzi a IPS.

En su opinión, ”la ausencia de un marco general que promueva incentivos nacionales en favor de la asociatividad de pequeñas y medianas empresas que, agrupadas, pueden coordinar reducciones importantes y venderlas como un bono, es una falencia del Estado”.

El éxito o fracaso de Kyoto no debería verse sólo desde el punto de vista del ”mercado de carbono”, pues es ”bastante reducido, y esperar que se produzcan todos los efectos deseados es un poco arriesgado como solución definitiva”, sostuvo.

En su opinión, la principal consecuencia del Protocolo es el efecto 'bola de nieve', que permitirá ”validar y profundizar los estudios científicos y una ciudadanía más informada, que exija más transparencia, para que el acuerdo no sólo dirija mecanismos de incentivos económicos entre privados, sino también acciones directas en la ciudadanía”, agregó.

Moreno afirmó que ahora se iniciarán las negociaciones para el segundo período, las que incorporarán a ”países con cierto grado de industrialización, como China, Brasil y México, pero esperamos que Chile también ingrese a este nuevo listado de países obligados a disminuir sus emisiones”.

Moreno aplaude que, por primera vez, exista ”un convenio obligatorio para los países. Pero el esfuerzo debe ser mayor e incluir a los grandes países emergentes y establecer objetivos importantes y trascendentales, porque los actuales son absolutamente insuficientes”.

Aunque Chile y las otras naciones en desarrollo partes del Protocolo no están obligadas a reducir sus gases, deben llevar un registro nacional de emisiones, promover modelos energéticos y de consumo que no exacerben la contaminación y tomar en cuenta las modificaciones climáticas locales para prevenir sus efectos negativos.

Sólo 0,0025 por ciento de la energía eléctrica chilena proviene de fuentes renovables, y ”no hay ninguna voluntad política para que esto aumente al menos un 10 por ciento, pese a existir los medios financieros y tecnológicos para ello”, dijo Moreno.

Correa se defendió, asegurando que ”las cifras hablan por sí solas”, en alusión al tercer lugar del país como oferente de proyectos de MDL.

Moreno sostuvo que si bien todo el mundo habla del cambio climático, ”todavía no existe conciencia de qué es lo que lo provoca y cómo nosotros, como sociedad, podemos pararlo”.

Los gases invernadero perduran en la atmósfera por más de 50 años. Los próximos 10 serán decisivos para saber si la humanidad podrá revertir el daño ya causado, finalizó.

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