Brasil celebra con orgullo la vigencia del Protocolo de Kyoto, porque participó decisivamente en la «construcción de este momento y está contribuyendo a reducir el cambio climático, dijo a IPS el ministro de Ciencia y Tecnología, Eduardo Campos.
Pero los ambientalistas no están satisfechos y reclaman más esfuerzo del mundo y de Brasil, especialmente para contener la deforestación de la Amazonia, la mayor fuente nacional de gases de efecto invernadero.
Las presiones se justifican porque la meta fijada por el Protocolo de Kyoto, en vigor desde este miércoles, es insuficiente para evitar grandes desastres ambientales.
El acuerdo obliga a 35 naciones industriales a reducir sus emisiones de gases que recalientan la atmósfera a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990. Y les da como plazo máximo el año 2012.
Pero estudios científicos afirman que se necesitaría una reducción de 60 por ciento para limitar a dos grados el aumento promedio de la temperatura global durante este siglo, observó a IPS el activista Rubens Born, coordinador de la organización no gubernamental Vitae Civilis.
Los gases invernadero, como el dióxido de carbono, son liberados principalmente por la combustión de petróleo, gas y carbón. Pero también ciertas actividades industriales, la ganadería y la tala y quema de bosques son causas de esa contaminación atmosférica.
Brasil debe abatir la deforestación, ampliar el uso de energías renovables y la protección de sus ecosistemas, reclamó una manifestación promovida este miércoles por 10 grupos ambientalistas frente al consulado de Estados Unidos de la meridional ciudad de Sao Paulo, contra el rechazo del Protocolo de Kyoto por parte de Washington.
Aunque no están obligados a cumplir metas de reducción, Brasil y el resto de los países en desarrollo asumieron compromisos de publicar inventarios nacionales de volúmenes de gases invernadero, impulsar programas de mitigación y adaptación a los cambios del clima y también a "desacelerar el ritmo de crecimiento de sus emisiones, destacó Born.
El primer inventario brasileño, divulgado por el gobierno en diciembre, reconoce que el país tiene una participación importante en la emisión global de gases, con tres por ciento del total, y que 75 por ciento de los mismos se deben a la deforestación y a los incendios forestales.
Ese dato intensifica las presiones, internas e internacionales, para que Brasil frene la destrucción de los bosques amazónicos.
Como el inventario se basa en datos de 1994, cuando la deforestación amazónica era de 14.000 kilómetros cuadrados, las emisiones actuales son mucho más graves, ya que en 2003 el área afectada por la tala fue de 23.750 kilómetros cuadrados, y probablemente haya aumentado un poco más en 2004, observó el Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (IPAM).
Pero Brasil adoptó un conjunto de medidas, movilizando sus distintos organismos, y "logró estancar la expansión de la deforestación y ahora trata de revertir la tendencia, sostuvo el ministro Campos, argumentando que eso se demuestra por los balances anuales del área boscosa talada.
Ese esfuerzo contempla desde el control permanente de la Amazonia por satélites, tecnologías que valorizan los bosques, diseminación de proyectos de desarrollo sustentable, certificación de madera, regularización de la propiedad de la tierra y mayor represión a actividades ilegales, acciones que tendrán efectos positivos en el futuro, señaló el ministro.
Los resultados exigen tiempo, porque implican "cambios culturales, no de imposiciones del gobierno, matizó, destacando que Brasil hace tales esfuerzos en un cuadro adverso, mientras las agroindustrias están en rápida expansión para "obtener los dólares que el país necesita.
Además Brasil contribuye a reducir los gases invernadero ampliando el uso de energías renovables y los biocombustibles, acotó el ministro, cuya cartera coordina la política de cambio climático del gobierno brasileño.
El ministro rechazó la discusión más allá de los plazos de Kyoto, que vencen en 2012, con presiones para que los países en desarrollo asuman obligaciones.
En ese debate se ignora el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y la "visión histórica de que los países industrializados son responsables de la mayor parte de los gases emitidos y acumulados desde el siglo XIX, arguyó.
El gobierno brasileño "debe iniciar ya una discusión con la sociedad para preparar una propuesta consistente que incluya la cuestión de la deforestación, con miras a negociar una segunda fase de combate al cambio climático, con compromisos a partir de 2013, dijo a IPS Paulo Moutinho, investigador y coordinador técnico del IPAM.
De hecho, el inventario brasileño de emisiones es "un ejemplo para otros países por su transparencia, y ya tuvo como efecto un aumento de las presiones contra la deforestación amazónica. Brasil necesita formular una respuesta, observó.
Los países ricos, que acumulan la mayor deuda ambiental, deben compensar a Brasil y a otras naciones con extensos bosques tropicales para que mantengan sus "bosques en pie como servicio ambiental prestado al clima planetario, argumentó.
La Amazonia retiene una enorme cantidad de carbono que, con la tala o la quema, es liberado agravando al recalentamiento del planeta.
En Brasil, el estímulo a la conservación de los bosques tendría efectos acentuados, ya que el país posee un perfil de emisiones de gases invernadero opuesto al usual. Mientras tres cuartos de las emisiones mundiales de carbono se deben al uso de combustibles fósiles, en este país esa proporción corresponde al corte de árboles.