El desarrollo humano en los países de África, América Latina y Asia es indispensable para proteger la variedad de especies, afirma el biólogo Edward O. Wilson, profesor emérito de la estadounidense universidad de Harvard y uno de los padres del concepto de biodiversidad.
Ochenta por ciento de la población humana vive en los países en desarrollo del Sur, donde se concentra también la mayoría de las especies, especialmente en las selvas tropicales de África, América Latina y Asia, dijo a Tierramérica.
El problema radica en que las poblaciones humanas de esas regiones destruyen los recursos naturales que las rodean, y con ellos las especies, porque no tienen otro medio de subsistencia. A eso se debe que el mejoramiento de las condiciones de vida en los países en desarrollo sea indispensable para salvar la biodiversidad, explicó Wilson.
Por ello, instó a los países más ricos a aumentar su ayuda al desarrollo dirigida a esas regiones, e incluir en los programas correspondientes objetivos de conservación de la biodiversidad.
Wilson participó en la conferencia internacional Biodiversidad: Ciencia y Gobernabilidad, realizada en París y que reunió del 24 al 28 de este mes a cientos de expertos y funcionarios de todo el mundo.
El objetivo de esa conferencia fue discutir formas de implementar el Convenio sobre la Diversidad Biológica aprobado en la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, convocada en 1992 por la Organización de las Naciones Unidas.
Ese Convenio entró en vigor en 1993, aunque el gobierno de Estados Unidos nunca lo ratificó, y se mantiene como letra muerta por falta de instrumentos que obliguen a Estados, empresas e individuos a proteger la biodiversidad.
Según Wilson, tal protección es indispensable para garantizar la seguridad ambiental de la humanidad, porque las diferentes especies proporcionan servicios gratuitos al ser humano, como limpiar el agua en las capas freáticas, estabilizar la atmósfera y crear suelos fértiles.
Economistas y ecologistas han calculado que el valor anual de esos servicios, proporcionados gratuitamente a la humanidad, es unos 30 billones de dólares, o sea más que el producto bruto mundial anual, destacó.
Durante la conferencia de París, expertos y funcionarios admitieron que la acción humana mantiene un ritmo creciente de exterminio de especies: unas 16.000 especies animales y unas 60.000 vegetales están amenazadas de extinción.
El acelerado proceso de extinción, sólo equivalente al de los dinosaurios, se da a pesar de los convenios internacionales y los reiterados discursos sobre el riesgo que eso implica para el planeta, denuncian.
Por ejemplo, en 2002 los países firmantes del el Convenio sobre la Diversidad Biológica se comprometieron en La Haya a reducir de manera significativa la tasa de erosión de la biodiversidad en el año 2010, pero eso no evitó que gobiernos como el francés, firmante de ese Convenio, autorizara actividades económicas en regiones altamente sensibles como los glaciares de los Alpes.
Hace menos de dos meses, París autorizó la explotación de los glaciares rocosos del Paso de Vars, en los Alpes franceses y cerca de la frontera con Italia. Esa región es una de las dos en el mundo donde vive el Brachyta borni, un escarabajo rarísimo cuya existencia fue descubierta en 1997.
Por eso los científicos tenemos la impresión de que nada avanza en la protección de la biodiversidad, a pesar de que su crisis ha alcanzado dimensiones históricas, apuntó Michel Loreau, presidente del comité científico de la conferencia de París,
Necesitamos mostrar a gobiernos, empresas privadas e individuos cuáles son las consecuencias de sus actos, mediante indicadores claros y comprensibles sobre la desaparición de especies, que ilustren de manera precisa la crisis de la biodiversidad, sostuvieron numerosos científicos, en un llamamiento publicado antes de la conferencia de París.
A fin de definir y dimensionar esos indicadores, los expertos sugieren la creación de una nueva estructura científica, similar al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, formado por la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente en 1988, cuya tarea es establecer, sobre bases científicas, la información relevante para comprender el recalentamiento de la atmósfera del planeta.
Pero ya existe una estructura de ese tipo, la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio lanzada por el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en junio de 2001, que debería proporcionar información sobre las consecuencias para la humanidad de la destrucción de ecosistemas y especies.
Según expertos, más allá de las estructuras de análisis y diagnóstico, es prioritario realizar un inventario de las especies del mundo, tarea titánica para la que los científicos no disponen de recursos suficientes.
Dice Philippe Bouchet, profesor en el Museo Nacional de Historia Natural de París: Para catalogar unas 10.000 especies de aves, disponemos de un verdadero ejército de colectores de datos, gracias a instituciones como la Liga de Protección de las Aves, o BirdLife International. Pero para más de un millón de especies de insectos, nuestra capacidad de recolectar información no representa ni siquiera un centésimo de la anterior.
Según el experto, para que una especie exista en nuestra conciencia, es necesario que tenga un nombre. Pero si la sociedad no quiere invertir para garantizar la coexistencia vital con 30 millones de especies, también va a considerar el inventario como una tarea fútil.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 29 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.