Tras la reelección del presidente estadounidense George W. Bush el 2 de noviembre, Washington parece abandonar la retórica sobre democratización de Medio Oriente que mantuvo durante 2004 y asumir la prioridad de sus intereses económicos en la región.
En febrero, Estados Unidos lanzó su Iniciativa del Gran Medio Oriente (Gmei, por sus siglas en inglés), con la intención de impulsar procesos de liberalización política, económica y social por parte de los regímenes autoritarios en países musulmanes de Medio Oriente y el norte de Africa, incluyendo a los que no son árabes, como Afganistán, Irán y Turquía.
Washington expresó entonces su convicción de que tales procesos podían desarrollarse mediante cooperación entre gobiernos locales, empresas y organizaciones de la sociedad civil. La amenaza subyacente era un cambio de régimen forzado, como el impuesto en Iraq por la coalición encabezada por Estados Unidos.
Los Estados más pequeños y menos influyentes del norte de Africa y el Golfo adhirieron a la Gmei con diversos reparos, pero los pesos pesados de la región, Arabia Saudita y Egipto, tomaron claramente distancia del proyecto.
El presidente egipcio Hosni Mubarak dijo que sentía algo extraño en el aire relacionado con esa iniciativa, y el secretario general de la Liga Árabe, Amr Moussa, opinó que el proyecto original era muy vago.
Uno de los problemas básicos fue la propia idea de un Gran Medio Oriente musulmán, percibida por muchos como un intento estadounidense de anular la identidad árabe.
La Liga Árabe, durante una tumultuosa cumbre realizada en mayo en Túnez, expresó fuertes reservas acerca de la Gmei, que consideró un intento de imponer valores occidentales.
Por otra parte, los críticos destacaron que las demandas de liberalización dirigidas a Estados árabes y musulmanes no iban acompañadas de propuestas de solución para el conflicto regional entre israelíes y palestinos.
No se puede hablar de libertad mientras se permite que (el primer ministro israelí Ariel) Sharon cause estragos en los territorios palestinos ocupados por Israel, adujo el subdirector del egipcio y estatal Centro Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos, Mohamed Said.
En mayo, Egipto no recibió a un enviado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en gira por países árabes para considerar un eventual apoyo a reformas por parte de ese bloque.
Sensible a algunas críticas, Washington rediseñó en junio la Gmei, con el nuevo nombre de iniciativa para Gran Medio Oriente y el Norte de Africa (Bmena, por sus iglas en inglés), objetivos aun más diluidos y apoyo de los demás integrantes del Grupo de los Ocho (G-8) países más poderosos: Alemania, Canadá, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.
En esa cumbre, según Said, los europeos querían poner énfasis en la cuestión de los derechos humanos, pero los estadounidenses la diluyeron.
Moussa afirmó que el nuevo programa era más legible y fácil de entender, y reconoció que Washington había eliminado los puntos que atrajeron la irritada atención de los países de la región. Pero de todos modos, Arabia Saudita y Egipto, junto con Marruecos y Túnez, no asistieron al lanzamiento de la Bmena.
El último giro, tras la reelección de Bush, se hizo manifiesto el 10 y el 11 de diciembre, en la primera reunión de la conferencia internacional Foro por el Futuro, convocado po la reunión de junio del G-8 y realizada en Rabat, con participación de ministros de Finanzas y de Relaciones Exteriores de ese bloque y de 20 países árabes., junto con representantes de empresas y sociedad civil.
En esa reunión, a la que faltaron Sudán e Irán pero asistieron delegados de alto nivel de Arabia Saudita y Egipto, el entonces secretario de Estado (canciller) saliente de Estados Unidos, Colin Powell, arguyó que su país veía a Egipto, Yemen, Jordania, Marruecos, Afganistán, Bahrein y Argelia como algunas de las naciones de la región que avanzaban con iniciativas de reforma política, educativa y económica.
El diario panárabe Al-Hayat comentó en su edición del 11 de diciembre que los encuentros preliminares del Foro se habían caracterizado por la marginación de los representantes de la sociedad civil, que antes habían sido considerados uno de los tres pilares de la reforma.
En el primer día de la conferencia, los representantes de la sociedad civil boicotearon las sesiones, para protestar porque consideraban que no se les permitía expresar sus puntos de vista.
El semanario gubernamental egipcio Ahram apuntó que los llamados a la reforma política habían pasado a segundo plano, y que se jerarquizaron los relacionados con la liberalización económica y la creación de empleo.
Durante el Foro se habló sobre todo de la creación de un fondo de 100-millones de dólares para brindar créditos a pequeñas empresas y apoyar campañas de alfabetización, y también de expandir una 'cultura empresarial', detalló.
La economía antes que la política también había sido el tema del encuentro anual del gobernante Partido Democrático Nacional de Egipto en septiembre, donde se habló bastante poco de liberalización política.
No podemos aplicar la reforma política que buscamos, debido a la situación económica, y tampoco podemos hacer realidad la justicia social sin una economía fuerte, sostuvo antes del encuentro Mubarak, que también preside el partido.
Esa reunión partidaria rechazó demandas de limitar los poderes presidenciales, anular leyes de emergencia y reformar la Constitución para garantizar los derechos políticos, planteadas por partidos opositores y grupos de la sociedad civil.
Observadores opinan que Washington no insistirá con demandas de democratización ante los países que mantengan buenas relaciones con Israel y apoyen la guerra contra el terrorismo impulsada por Bush.
Uno de los países que según Powell avanzan en materia de reformas políticas es Jordania, donde a fines de diciembre 15 partidos opositores protestaron por el arresto de numerosos dirigentes políticos y sindicales. (