Quienes mataron el jueves en Gaza a seis civiles israelíes dicen haber pasado semanas planificando el ataque. Pero el momento elegido lo convierte en el primer desafío formulado por grupos armados al flamante presidente palestino Mahmous Abbas.
Cerca de las 11 de la noche hora local, los atacantes detonaron más de 100 kilogramos de explosivos, lo que abrió un hoyo en el muro de seguridad construido en la frontera entre Israel y Gaza, en el paso de Karni, donde había entonces gran tráfico de mercancías y personas.
Tres hombres armados atravesaron el muro disparando sus armas y arrojando granadas. Mataron a seis israelíes antes de que los guardias acabaran, a su vez, con sus vidas.
Israel dispuso de inmediato el cierre del paso, así como el de otros dos en Gaza, uno de ellos entre ese territorio palestino y Egipto.
El ataque fue realizado en conjunto por diversos grupos, entre ellos Jihad Islámica, que boicoteó las elecciones presidenciales palestinas del 9 de enero, y las Brigadas de Mártires Al Aqsa, vinculadas con el partido del propio Abbas, Al Fatah.
A lo largo de la campaña electoral, Abbas reiteró su exhortación a poner fin a los ataques contra israelíes, en el entendido de que socavan la causa palestina. El mandatario condenó la última operación el viernes, así como otra realizada por el ejército israelí la semana anterior.
Los ataques en Karni y lo que Israel hizo la semana pasada al matar a nueve palestinos no favorecen la paz, dijo Abbas, también conocido como Abu Mazen.
Pero el presidente insiste en que no accederá a las exigencias de Israel y Estados Unidos de reprimir por la fuerza a las organizaciones armadas, porque prefiere, como dice, dialogar para lograr que los combatientes acuerden un cese del fuego.
En última instancia, Abbas pretende cooptar las organizaciones armadas, no enviar a sus miembros a la cárcel.
El mandatario confía en que el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas) se unirá al proceso político participando en las elecciones parlamentarias de julio, y desea devolver sus empleos en la seguridad palestina a militantes de las Brigadas de Mártires de Al Aqsa.
Pero uno de los mensajes del ataque del jueves fue que los grupos armados no se dejarán domesticar ni sobornar.
Las negociaciones por una tregua, que involucran a varias organizaciones armadas, se desarrollarán en El Cairo dentro de pocas semanas, pero ya se libra en territorio palestino una batalla de voluntades entre Abbas y esos grupos.
A pesar de que realizaron el ataque en conjunto, las organizaciones combatientes no siempre tienen metas e intereses comunes.
Para Hamas, los ataques constituyen un medio para negociar mejor con el gobierno de Abbas los términos del cese del fuego. Este grupo pretende asegurarse un lugar preponderante en la administración de Gaza luego de la retirada de Israel, cuyo comienzo está previsto para julio.
Hamas también quiere dejar bien claro que no tiene intenciones de abandonar las armas, aun en la eventualidad de una tregua.
La participación de las Brigadas de Mártires de Al Aqsa en la operación del jueves también puede ser percibida como la evidencia de una lucha de poder en torno de cargos en los cuerpos de seguridad palestinos, a los que Abbas se apresta a reorganizar.
Bajo la presidencia del fallecido presidente y líder histórico palestino Yasser Arafat operaron 12 diferentes cuerpos de seguridad, pero Abbas se ha comprometido a reformar esta caótica estructura, en consonancia con pedidos de Estados Unidos e Israel, con la instauración de tres fuerzas bajo un comando único.
El anuncio concreto al respecto se prevé para los próximos días, y mientras tanto los comandantes de las facciones armadas de Al Fatah luchan por el predominio.
Líderes israelíes han dicho en los últimos días que Abbas será juzgado por su capacidad para someter a las organizaciones armadas. El ministro de Relaciones Exteriores, Silvan Shalom, dijo el jueves que la prueba de fuego será demostrar si tiene la voluntad y determinación de acabar con el terror palestino.
Por su parte, el primer ministro israelí Ariel Sharon dijo que sólo regresará a la mesa de negociaciones si los palestinos toman medidas contra los grupos armados.
Sharon es escéptico en torno de las gestiones de Abbas para dialogar con las Brigadas de Mártires de Al Aqsa, Hamas y Jihad Islámica.
Pero tampoco es factible una respuesta dura al último ataque, en parte porque el gobierno israelí no quiere que se lo perciba como un elemento que socava el poder de Abbas, considerado en Washington un líder moderado y pragmático.
Para impedir el próximo ataque, debemos fortalecer a Abu Mazen como líder, basándonos sobre la suposición de que él puede controlar a los grupos terroristas, dijo este viernes el ministro de Justicia israelí Tzippi Livni.
El ataque también tiene el posible objetivo de mostrar la retirada de Israel de Gaza y la remoción de los 21 asentamientos judíos allí ubicados como una victoria suya.
Miles de personas se manifestaron este viernes en el campamento de refugiados de Jabalya, en Gaza, para apoyar la operación en Karni, lo que marca las dificultades que afrontará Abbas desde el gobierno.
La historia reciente no está del lado de Abu Mazen. Su anterior intento de lograr una tregua —cuando fue primer ministro en 2003— fue, en última instancia, abortivo. Luego de que logró una declaración de cese del fuego por parte de grupos palestinos, los renovados ataques israelíes lo dejaron sin efecto.
El nuevo presidente palestino está convencido de que el mejor modo de alcanzar las aspiraciones palestinas es poniendo fin a la violencia y negociando con Israel. ¿Podrá convencer a su pueblo y a los combatientes irregulares que desarrollaron la intifada (insurgencia popular contra la ocupación) de que tiene la razón. (