Es Eid al-Adha, una de las fiestas más sagradas del calendario musulmán. Recuerda el día en que, según la tradición islámica, hebrea y cristiana, el patriarca Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo por pedido de Dios.
Por la mañana, la mayoría de las familias de Kirkuk, en el norte de Iraq, sacrificaron un cordero. Luego fueron de puerta en puerta para reunirse con sus vecinos, intercambiar dulces y besarse mutuamente.
Pese al ánimo demostrado en esta festividad, la vida de los kurdos residentes en Kirkuk es muy dura. Muchos viven en un asentamiento precario construido dentro del estadio municipal de fútbol. Son refugiados de la campaña de limpieza étnica realizada por el depuesto presidente Saddam Hussein (1979-2003).
Los kurdos fueron expulsados de Kirkuk para dar lugar a nuevos pobladores de la mayoría árabe. Ahora, muchos están regresando, pero sólo encuentran lugar en las afueras de la ciudad o en el estadio de fútbol, donde viven en improvisadas viviendas de un único ambiente, sin puertas ni instalaciones sanitarias.
Sus casas fueron destruidas o entregadas a miembros del Baas, el partido de Saddam Hussein, explicó el maestro Khadel Mosekhadera, director del campamento. No tienen adónde ir, agregó.
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A medida que la ocupación de Estados Unidos y sus aliados se arrastra en el tiempo, más y más kurdos expulsados de Kirkuk en los años 80 intentan regresar a la ciudad. Hoy en día unas 500 familias viven en el estadio, más del doble que hace un año.
La frustración entre los residentes aumenta. Hadi Alí Amín perdió a dos de sus hijos en la campaña de limpieza étnica de Saddam Hussein.
Una ONG (organización no gubernamental) nos ayudó con agua corriente y algunas alfombras, pero eso no basta, se quejó.
Como la mayoría de los refugiados kurdos, Amín está llena de fervor nacionalista y quiere que Kirkuk, rica en petróleo, sea incluida en un área gobernada por los kurdos iraquíes.
Perdí dos hijos y puedo perder dos más, no me importa, pero ésta es la tierra de nuestros ancestros y debemos conservarla, dijo.
Los kurdos, de religión musulmana, son una nación sin tierra propia. Cerca de 12 millones viven en el sudeste de Turquía, cinco millones en Iraq, un millón en Irán y menos de un millón en Siria. También hay pequeñas comunidades kurdas en Kirguistán, Azerbaiyán y Rusia.
En Iraq, constituyen 20 por ciento de la población, de casi 25 millones. La mayoría de los iraquíes son chiitas (62 por ciento) y habitan el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico dominante en el depuesto régimen de Saddam Hussein.
Desde la primera guerra del Golfo, en 1991, el norte del país es controlado por las milicias del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) y de la Unión Patriótica del Kurdistán, de Jalal Talabani.
Esa guerra, conducida por Estados Unidos contra Iraq luego de que Bagdad invadiera el vecino Kuwait, tuvo un alto costo para los rebeldes kurdos. Cuando las tropas estadounidenses abandonaron el país, el ejército iraquí reprimió duramente a los kurdos, arrojando en el norte bombas químicas. Más de un millón de kurdos escaparon a Turquía y a Irán.
Desde la invasión de Iraq y el derrocamiento de Saddam Hussein por Estados Unidos y sus aliados, en 2003, los kurdos tienen en el norte una relativa autonomía política y cultural que quieren conservar.
Los refugiados en el estado municipal de Kirkuk son sólo una fracción de los kurdos que regresaron a la ciudad desde la caída de Saddam Hussein. Partidos políticos kurdos estiman que 100.000 kurdos volvieron. Muchos de ellos viven en barrios precarios en las afueras de la ciudad.
La población actual de Kirkuk asciende a unos 600.000 habitantes e incluye a kurdos, árabes y turcomanos.
Desde 2003, la ciudad es escenario de enfrentamientos entre las tres etnias. Los kurdos reivindican su control, y subrayan que Kirkuk es mayoritariamente kurda desde la década de 1950, antes de que Bagdad llevase a cabo la arabización forzada del norte del país.
Mientras, Estados Unidos se mantiene al margen. Los esfuerzos para remediar las injustas políticas del gobierno de Saddam Hussein en Kirkuk y sus alrededores, incluso la deportación de residentes, confiscación de propiedades y manipulación de límites administrativos, son un asunto interno de los iraquíes, dijo un portavoz estadounidense la semana pasada.
Partidos políticos representantes de las comunidades árabe y turcomana de Kirkuk lanzaron sin éxito una campaña para impedir que los kurdos refugiados en la ciudad puedan votar en las elecciones previstas para el día 30, por temor a que ahora los kurdos inicien una campaña de limpieza étnica.
Pero no todos comparten esa idea. No me importa lo que digan los líderes de los partidos turcomanos, manifestó Ismael Jalil Khalil, un turcomano de 62 años.
Kirkuk no es un lugar especial para kurdos, turcomanos, árabes o cristianos. Es una ciudad de hermandad para todo el pueblo de Iraq. Lo más importante es que la gente de aquí tenga la oportunidad de votar por quien quiera, dijo.
Khalil no sabe a quién votará en las próximas elecciones. Quisiera ver la lista de candidatos primero, pero se mantiene en secreto hasta el día de los comicios.
Mientras, los kurdos coinciden en algo: votarán por una lista kurda unida, que defienda la inclusión de Kirkuk en el Kurdistán iraquí.