Pasaron casi dos años desde que Jesús Suárez del Solar, cabo del cuerpo de Infantes de Marina de Estados Unidos, murió en la invasión a Iraq.
Su padre, Fernando, aún sigue de luto, pero no se deja dominar por el deseo de venganza. Optó por ayudar a los niños iraquíes y por manifestarse contra lo que cree que fue una guerra injusta y mal concebida.
Pero Suárez del Solar tiene derecho a estar furioso.
Las autoridades estadounidenses le habían informado que Jesús, una de las primeras bajas de la invasión, murió por un balazo en la cabeza el 27 de marzo de 2003. Luego, corrigieron esa versión: su hijo de 20 años había muerto, supuestamente, a causa de una mina.
Finalmente, gracias a datos confirmados por un periodista de la cadena televisiva estadounidense ABC que cubrió la guerra desde la unidad en que revistaba Jesús, supo la verdad: el joven murió al pisar una bomba de racimo sin detonar.
Muchos expertos consideran que el empleo de estas armas, muy utilizadas por las fuerzas estadounidenses, es violatorio de las Convenciones de Ginebra. Los daños y muertes que ocasionan estos explosivos sin detonar persisten aun después de terminadas las guerras.
Esto me enseñó que podemos trabajar juntos, sin importar si somos árabes, mexicanos o estadounidenses, dijo Suárez del Solar en una reunión de la Asociación Árabe de Derechos Humanos en Ammán.
La sangre de nuestros soldados muertos debería servir para unirnos contra el gobierno corrupto de Estados Unidos. Pido perdón en nombre de mi pueblo, pero eso no es suficiente. Debemos hacer algo para terminar con esto, agregó.
Cargado con tres maletas llenas de suministros médicos reunidos en el sudoccidental estado de California, Suárez del Solar y su esposa llegaron a Jordania con el objetivo de ayudar a los iraquíes, en especial a los niños que sufren y mueren en medio de la ocupación estadounidense.
Patrocinada por la organización de derechos humanos Global Exchange y la pacifista Code Pink, en la delegación en que participaron los Suárez del Solar figuraron familiares de otros dos soldados caídos en Iraq y la madre de un muerto en los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
La emoción dominó en Ammán la reunión entre los estadounidenses y una delegación de iraquíes que perdieron familiares en la guerra y en la violencia que no cesó cuando el conflicto fue declarado formalmente finalizado el 1 de mayo de 2003.
Suárez del Solar, un nativo de México que migró a Estados Unidos cuando Jesús era adolescente, fue uno de los que rompió en llanto.
Nuestros hijos no querían ir a Iraq. Fueron obligados. El deseo de sobrevivir no justifica el no ayudar a la gente, o el abuso de prisioneros. Quizás las medicinas que traemos ayuden a 100 niños a sobrevivir. Pero trabajamos para colaborar con la supervivencia de todo el país, dijo.
Suárez del Solar escuchó en la capital jordana a un jeque (líder comunitario y religioso) de Faluya cuyo yerno había sido ejecutado por soldados estadounidenses apenas una semana antes de la reunión, celebrada a fines de diciembre.
El jeque, que pidió que su identidad se mantuviera en reserva por razones de seguridad, dijo haber arriesgado la vida en el viaje a Ammán. Su yerno fue asesinado cuando se registraba la vivienda en que vivían. La hija del jeque estaba en la habitación contigua.
Luego, las autoridades militares estadounidenses le informaron que habían matado al hombre equivocado.
Este hombre fue asesinado el fin de semana pasado. Estas dos niñas no verán de nuevo a su padre, dijo el jeque, sosteniendo las fotografías en sus manos.
Esto debería ser una lección para todos nosotros. Digamos la verdad a todos los pueblos, a todos los pueblos que son objeto de la mentira de sus presidentes, con la ayuda de los medios de comunicación, agregó.
Luego de una pausa en que secó sus lágrimas, Suárez del Solar manifestó: Estamos unidos en nuestro luto, en el dolor de haber perdido parte de nuestras vidas. No importa lo que diga, su sufrimiento no cambiará. Pero podríamos evitar que otros pueblos sufran lo que nosotros hemos sufrido. Gracias, hermano, por estar junto a nosotros hoy. Ustedes son parte de mi familia, expresó.
Gracias por esas palabras que salen de su corazón, respondió el jeque.
Trataré de continuar con la campaña para llevar medicinas a Iraq, dijo Suárez del Solar a IPS cuando su gira por Medio Oriente llegaba a su fin a comienzos de enero. Esto es importante porque la guerra no acabará hoy. Las víctimas aumentan cada día que pasa. Los niños iraquíes necesitan ayuda.
Se calcula que la asistencia y los 600.000 dólares llevados de California a Iraq por la delegación que integró Suárez del Solar llegará a por lo menos 10.000 iraquíes, la mayoría mujeres y niños en campos de refugiados en la frontera con Jordania.
Este residente en Estados Unidos nacido en México sabe que el lazo de dolor que lo unen con el jeque de Faluya y otros dolientes iraquíes es clave para cualquier medida que implique unidad de acción.
Cuando las familias iraquíes escuchan mi historia y saben cómo murió mi hijo, sus corazones se abren y me dan una hermosa bienvenida. Ellos ven que los estadounidenses también lloramos, también sentimos dolor, también somos humanos. No importa de dónde vengamos.