El presidente George W. Bush tendrá dificultades para obtener en su propio país apoyo en la batalla que dice librar por la libertad y la democracia en el extranjero, según encuestas publicadas en los últimos dos años.
Estos sondeos concluyen que el público estadounidense está menos inclinado que hace dos años a comprometerse en cruzadas internacionales en pro de la democracia, en particular si se asumen unilateralmente y por medio de las armas, como en Iraq.
De hecho, una encuesta realizada el mes pasado constató que apenas siete por ciento de los ciudadanos estadounidenses entrevistados creen que la construcción de democracias en otras regiones deba ser la prioridad de la política internacional y de seguridad del gobierno.
La mayoría ubicó la prioridad en cuestiones como defender las fronteras estadounidenses y la seguridad interna y fortalecer las alianzas con otras naciones contra amenazas comunes.
La experiencia de Iraq fue, claramente, hizo pensar a los estadounidenses, dijo Pam Solo, presidenta del Instituto de la Sociedad Civil (CSI), organización académica radicada en Massachusetts que encomendó la encuesta entre unas 2.100 personas.
Los votantes están adoptando un nuevo realismo en política internacional y de seguridad, lo que pone mayor énfasis en fronteras más seguras, inteligencia, iniciativas diplomáticas, intervenciones multinacionales cuando sean necesarias y más eficiencia en el uso de la energía para reducir la dependencia del petróleo árabe, dijo Solo.
En el discurso que pronunció luego de prestar juramento por segunda vez como presidente de Estados Unidos, Bush dijo que la principal prioridad de este periodo sería apoyar el crecimiento de los movimientos e instituciones democráticas en toda nación y cultura, con la meta última de acabar con la tiranía en nuestro mundo.
También señaló que promoción de la democracia y la libertad en el extranjero es parte integral de la seguridad y la defensa del país.
Los atentados que dejaron 3.000 muertos en Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001 condujeron a una conclusión: la supervivencia de la libertad en nuestra patria depende cada vez más del éxito de la libertad en otras.
Bush acotó que no perseguiría ese objetivo sólo por la fuerza. Aunque, agregó, nos defenderemos y defenderemos a nuestros amigos por la fuerza de las armas, de ser necesario.
Insistió en que Washington pretende ayudar a otros a hallar su propia voz, conquistar su propia libertad y trazar su propio camino, y en que su gobierno no se intimidaría al impulsar sus metas.
La influencia de Estados Unidos no es ilimitada, pero, por suerte para los oprimidos, es considerable, y la usaremos confiados en la causa de la libertad. Dejaremos la alternativa clara a todo gobernante y a toda nación: la opción moral entre opresión, que siempre es equivocada, y la libertad, que es eternamente correcta, enfatizó.
Pero las encuestas realizadas en los últimos tres años sugieren que, probablemente a causa de los retrocesos en Iraq, ha disminuido el apoyo del público a la exportación de la democracia, en especial a través de medios militares. De todos modos, tal concepción nunca fue particularmente elevada en Estados Unidos.
En julio, por ejemplo, un sondeo realizado por el Centro Pew de Investigaciones para el Pueblo y la Prensa inquirió a los entrevistados sobre las prioridades entre 19 cuestiones de política exterior.
Promover la democracia en el extranjero figuró en el puesto 18, apenas por encima de mejorar la calidad de vida en las naciones pobres. Muchas más respuestas afirmativas recibieron opciones como atender la eventualidad de atentados, proteger los empleos estadounidenses y reducir la propagación del sida.
Apenas 24 por ciento de los encuestados ubicaron la promoción de la democracia como una alta prioridad en 2004. La lucha contra el sida recibió 72 por ciento de contestaciones afirmativas.
Similares constataciones surgen de los últimos sondeos del Consejo de Relaciones Exteriores de Chicago, una encuesta que se realiza regularmente desde los años 70.
Ayudar a imponer la forma democrática de gobierno en otros países fue la última entre 14 metas de política exterior, muy por debajo de las que quedaron en el medio de la lista, como mejorar el ambiente mundial y fortalecer a la ONU.
De hecho, la importancia de la promoción de la democracia cayó el año pasado a su nivel más bajo en los casi tres decenios en que se ha realizado esta encuesta.
Los encuestados calificados de líderes —entre los que figuran legisladores, altos funcionarios del gobierno, periodistas, empresarios y dirigentes universitarios, entre otros— consideraron muy importante la promoción de la democracia. El público en general calificó esa misión como de cierta importancia.
Los líderes estuvieron de acuerdo con el público en cuestiones tales como si un país tiene derecho a tomar las armas contra otro sin aval de la ONU para restaurar la democracia: 58 por ciento contestó no y 32 por ciento, sí.
Y 57 por ciento de los entrevistados afirmaron que Estados Unidos no debería elevar la presión sobre los países árabes para que abrazaran la democracia, y más de dos tercios se opusieron a que se gastaran miles de millones de dólares para reconstruir y democratizar Medio Oriente.