Son algunas de las imágenes más bellas que he visto en mi vida, confesó Sebastiao Salgado, legendario fotógrafo brasileño, en referencia a los paisajes australes que ha captado durante sus primeros días a bordo del velero científico francés Tara, que se dirige a la Antártida.
Hemos tenido mucha suerte, pues el clima ha sido magnífico para fotografiar maravillas del cabo de Hornos, extremo sur del continente americano, el estrecho de Drake entre los océanos Atlántico y el Pacífico, y las islas Shetland del Sur, Capitán Arturo Pratt y Esperanza, dijo Salgado a Tierramérica en una entrevista telefónica vía satélite desde el Tara.
El velero de dos mástiles partió el 5 de este mes del chileno puerto Williams, unos 2.400 kilómetros al sur de Santiago, en el marco del proyecto Génesis, que Salgado lanzó en 2004 con apoyo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia, y la Cultura.
La meta de Génesis es fotografiar durante ocho años la cara pura y virginal de la naturaleza y de la humanidad, resumió el fotógrafo.
El proyecto tiene cuatro capítulos, y el primero, La creación, busca registrar en zonas aisladas vestigios del estado natural prístino, con referencia al aire, el agua y el fuego como elementos generadores de vida.
Esa etapa, en curso, comenzó el año pasado en las ecuatorianas islas Galápagos, las selvas de Virungas en República Democrática del Congo y la argentina punta Valdez, en la costa del Atlántico y unos 1.000 kilómetros al sur de Buenos Aires, a la que llegan ballenas a procrear cada septiembre, al comienzo de la primavera austral.
Los capítulos siguientes serán El arca de Noé, sobre especies animales que han resistido la domesticación; Los primeros seres humanos, sobre grupos sociales que mantienen un modo de vida ancestral, y finalmente, Las primeras civilizaciones, sobre los restos más antiguos de asentamientos humanos.
El propósito de nuestro proyecto es educativo y de protección ambiental. Queremos documentar simultáneamente la belleza y la fragilidad de nuestro planeta, explicó Salgado, que se propone culminar estos trabajos en 2011, con un libro y una exposición itinerante.
El Tara es un velero con dos mástiles de 27 metros de alto, de 26 metros de largo y 10 de ancho, que dispone de velas de más de 400 metros cuadrados. Un casco reforzado de aluminio lo protege al viajar entre glaciares.
Hace 15 años que la nave transporta a equipos de ambientalistas. Con el nombre Seamaster, sirvió al legendario marino neocelandés Peter Blake, representante especial de la Organización de las Naciones Unidas, asesinado por piratas en diciembre de 2001 durante una expedición en la Amazonia. Tras la muerte de Blake, fue adquirido por el francés Etienne Bourgois, quien lo rebautizó Tara y coordina la expedición actual.
Así se cierra un círculo, porque antes de que el buque fuera usado por Blake, había sido propiedad de otro marino ecologista francés, Jean-Louis Etienne, veterano de expediciones científicas a la Antártida y el océano Ártico, algunos de cuyos miembros son ahora tripulantes del Tara.
Etienne Bourgois dijo a Tierramérica que este viaje con Salgado sirve también para preparar otra expedición al océano Ártico, que se prevé realizar durante dos años desde fines de 2006, para estudiar efectos del cambio climático sobre los glaciares. El proyecto se denomina Deriva Ártica y conmemorará también el Año Polar Internacional en 2007.
En esta expedición a la Antártida debemos resolver todavía algunos problemas técnicos.
Por ejemplo, mejorar la eficiencia en el uso del combustible y el acondicionamiento para soportar temperaturas de decenas de grados bajo cero, explicó.
Acompañan a Bourgois y Salgado varios científicos, que aprovechan la aventura para investigar y clasificar flora y fauna marinas y de la Antártida. Uno de ellos es el biólogo marino Laurent Ballesta, que buceó en las aguas del estrecho de Drake.
A 30 metros de profundidad, el oleaje es todavía muy violento, escribió Ballesta en el diario de la expedición el cinco de enero.
A primera vista, la roca submarina parece desnuda. Pero a corta distancia nos hemos dado cuenta de que la flora y la fauna realmente se han adaptado a la fuerza del oleaje, y se adhieren a la roca. Algunos tipos de algas tienen raíces más voluminosas que sus hojas, añadió.
El Tara se ha detenido en el archipiélago de Diego Ramírez, donde habitan pingüinos, pelícanos, albatros y los llamativos pingüinos de penacho amarillo (Eudyptes chrysocome).
En las próximas semanas visitará las islas Argentinas y la antigua base chilena de Videla, totalmente ocupada por pingüinos papúa (Pygoscelis papua) y de barbijo (Pygoscelis antarctica).
En la región viven también ballenas y focas, sobre todo de la especie Leptonychotes weddellii, que pueden alcanzar profundidades de 600 metros y sobrevivir bajo el agua más de una hora.
Finalmente alcanzará el norte del mar de Weddell, ya en plena Antártida, hasta llegar a la isla de la Decepción, donde la base chilena del golfo del Péndulo fue destruida por la erupción de un volcán en 1967.
* El autor es corresponsal de IPS. Publicado originalmente el 22 de enero por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.