La población del norte de Uganda teme que el estómago ordene los fundamentalistas cristianos del Ejército de Resistencia del Señor (LRA) hacer caso omiso del cese del fuego y atacar los poblados en busca de alimentos para la cena de Navidad.
Me complace que el presidente haya extendido el cese del fuego hasta fin de mes. Eso demuestra su compromiso para resolver pacíficamente el conflicto en el norte, dijo a IPS el vicepresidente de la Iniciativa de Líderes Religiosos Acholi por la Paz, Macleord Ocholla.
Nuestro temor es que algunos rebeldes que no son fieles a Joseph Kony puedan atacar a la población. Los insurgentes están hambrientos y no sabemos si vendrán en busca de comida, ahora que se acerca la Navidad, agregó Ocholla desde su residencia en la ciudad de Gulu.
El ex catecista católico y autoproclamado profeta Joseph Koni es el líder del LRA, organización que combate desde hace 18 años contra el gobierno de Yoweri Museveni con el objetivo de instaurar un estado teocrático basado sobre los 10 mandamientos bíblicos.
A pesar de su religiosidad, el LRA es más conocido por sus abusos contra los derechos humanos que por su piedad. Sus integrantes suelen amputar labios, nariz y miembros a aquellos que se resisten al reclutamiento forzoso.
La organización secuestró a miles de niños para obligarlos a ir al combate, y a miles de niñas para convertirlas en esclavas sexuales.
Pero las fuerzas del gobierno también han reclutado a niños que escaparon del cautiverio del LRA y los obligaron a participar en operaciones contra los fundamentalistas, según la Coalición contra el Uso de Niños Soldados.
El gobierno afirma que los reclutamientos son realizados por las unidades locales de defensa, que no forman parte de la policía, pero nosotros sabemos claramente que no es así, dijo Geofferey Oyat, del programa de la organización no gubernamental Save the Children.
El LRA, con bases en el sur de Sudán, lucha contra las tropas del gobierno en los septentrionales distritos ugandeses de Gulu y Kitgum, conocidos como Acholiland.
Se cree que el LRA utiliza armas suministradas por el gobierno sudanés, cuyo apoyo se debería al hecho de que Uganda, a su vez, respalda al rebelde Ejército Popular de Liberación de Sudán (SPLA).
El SPLA lucha contra el régimen islámico y de hegemonía árabe en Jartum por la autonomía del sur, de población mayoritariamente negra, animista y cristiana.
Pero los insurgentes ugandeses podría quedar a la deriva de concluir el proceso de paz entre el SPLA y el gobierno de Sudán, que cuenta con un intenso patrocinio internacional.
Jartum y el SPLA se comprometieron en noviembre ante a representantes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a concluir sus negociaciones antes de fin de año.
La Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) y la Red Integrada de Información Regional informó este año que mujeres y niños sufrieron abusos del LRA.
Los secuestrados son obligados a transportar pesadas cargas durante largos trayectos. Los que se rezagan o enferman son golpeados o asesinados. Algunos son forzados a matar, mutilar, golpear o secuestrar a personas inocentes, o a mirar cómo se cometen esos abusos, indicó la OCHA.
Además, la violencia sexual contra niñas y mujeres es rampante. Son usadas como sirvientas o esclavas sexuales de los comandantes del LRA. Así, son víctimas de violaciones, embarazos no deseados y contagios, incluso por el virus del sida, agrega.
Según el libro, más de 20.000 niños, niñas y adolescentes han sido secuestrados desde el comienzo de la guerra, hace 16 años. Según funcionarios de la ONU, el conflicto ha empujado a más de un millón de personas hacia campamentos de refugiados que carecen de agua potable y saneamiento.
La guerra afecta particularmente al grupo étnico acholi. De un total de 1,2 millones, hasta 850.000 acholis han sido desplazados de sus hogares, según agencias humanitarias.
Los primeros combatientes del LRA eran miembros de un culto religioso del Movimiento del Espíritu Santo, fundado en 1986 por Alice Lakwena, una prima de Kony que se consideraba a sí misma una sacerdotisa.
Lakwena afirmaba haber recibido instrucciones divinas de avanzar hasta Kampala y tomar el poder. Miles de fieles la siguieron hasta su muerte.
Combatientes del movimiento solían untarse el pecho con cierto aceite sagrado para protegerse de las balas enemigas y se armaban de piedras y botellas que, según creían, se convertirían en granadas cuando las arrojaran contra los soldados del gobierno.
Lakwena fue derrotada en 1987, un año y medio después de iniciada su insurgencia, a 160 kilómetros de Kampala, cuando avanzaba sobre la capital al frente de 20.000 combatientes. Desde entonces vive exiliada en un campamento de refugiados en Kenia.
Kony, un ex herborista que no finalizó la escuela primaria, se considera el heredero espiritual de su prima e inició su lucha al año siguiente de la derrota del Movimiento del Espíritu Santo.
El presidente Museveni convenció el año pasado a Lakwena para que regresara de Kenia y se acogiera a las sucesivas amnistías que ha dictado desde 2000 para acelerar la paz, con el fin de incorporarla al proceso.
El conflicto obliga a familias enteras a caminar largas distancias desde áreas rurales para pasar la noche en escuelas, iglesias y hospitales, donde hay menos riesgo de sufrir ataques rebeldes. La incertidumbre agudizó el fenómeno.
Estuve en el poblado de Kitgum la semana pasada, y la cantidad de personas que dormía en diversas instituciones era abrumador. De seis a ocho de la mañana, la ruta se inunda de gente que pasó la noche en las calles, dijo Ocholla.
El 16 de diciembre, Museveni anunció que extendería hasta fin de mes el cese del fuego que había decretado el 15 de noviembre.
La medida fue cuestionada por las fuerzas de seguridad, que han chocado con el LRA en áreas no cubiertas por el cese del fuego. En los combates murieron 16 insurgentes, según diversos informes.
Los rebeldes tuvieron un mes desde la declaración del cese del fuego, pero no hicieron nada desde entonces. Abandonaron, incluso, la zona de paz, dijo a IPS en Kampala el portavoz del ejército mayor Shaban Bantariza.
Representantes del LRA se reunieron el mes pasado con Betty Bigombe, una ex ministra que opera como mediadora, informó la prensa.
Cientos de combatientes se han acogido a la amnistía de Museveni, según Ocholla. Más de 400, entre ellos niños, regresaron en los últimos meses. Somos optimistas, dijo. (