TÍBET: La globalización es peor que Mao

Casi medio siglo después de que el Dalai Lama cruzara el Himalaya para refugiarse en India, los exiliados tibetanos encuentran cada vez más difícil mantener sus tradiciones y seguir comprometidos con la causa por un Tíbet libre.

”No estamos en contra de la modernización, pero sí muy preocupados por las formas alienantes del progreso. Después de todo, cada tibetano debe saber por qué está en el exilio”, dijo a IPS Phuntsok Tsundu, jefe de la oficina de planeamiento del gobierno del Tíbet en el exilio, en la septentrional ciudad india de Dharamsala.

En esa pintoresca ciudad del Himalaya se encuentra la sede del gobierno en el exilio, conocido con el nombre de Administración Central Tibetana.

Quizás nadie entiende mejor la preocupación de los líderes tibetanos que Tsetin Norbhu, quien se exilió con sus padres en la nororiental localidad india de Darjeeling en los años 50.

Ahora tiene una hija que estudia odontología en el septentrional estado de Uttar Pradesh y un hijo más pequeño que va a la escuela en Darjeeling.

Además del inglés, Norbhu y su esposo Riwo hablan hindi, y trabajan juntos en la empresa de transporte aéreo Air India. En casa, la familia habla nepalí, la lengua más común en la zona del Himalaya. El tibetano quedó atrás.

”Es toda una lucha hacer que los niños hablen tibetano, y más aun que lo lean o escriban”, dijo Norbhu, quien tiene una hermana viviendo todavía en el Tíbet y otra, a quien nunca ha visto, en alguna ciudad de China.

La familia de Norbhu, como muchas otras tibetanas, se desintegró en medio del caos que sacudió en los años 50 esa región ubicada entre China, Nepal e India.

El Ejército Popular de China invadió Tíbet en 1951. China reprimió el sistema religioso y la cultura tradicionales. También abolió la explotación agrícola feudal y se crearon las primeras comunas.

En 1959, la secta tibetana Sombrero Amarillo inició una fallida sublevación, y ese mismo año su líder espiritual, el Dalai Lama, y sus seguidores huyeron a India.

Desde Dharamsala, el Dalai Lama ha librado la lucha por la independencia del territorio y propuesto la celebración de un plebiscito sobre la autodeterminación, iniciativa rechazada por Beijing.

Galardonado con el premio Nobel de la Paz, el Dalai Lama es reverenciado dentro y fuera de Tíbet como ”dios viviente”.

Pero en los últimos 20 años, sus demandas de independencia se diluyeron en un reclamo de tolerancia y de autonomía regional similar a la que gozan otros territorios de China.

Ahora parece que los tibetanos que lograron huir de la ”revolución cultural” lanzada por el líder comunista chino Mao Zedong en los años 50 son absorbidos lentamente por la cultura india y por una globalización que no respeta identidades.

En Dharamsala hay 21.000 tibetanos, en la meridional ciudad de Karnataka viven más de 20.000, en las nororientales Darjeeling y Sikkim unos 10.000, y cerca de 50.000 están distribuidos en el resto de India.

De los 131.000 tibetanos en el exilio, 100.000 están en India, 25.000 en Nepal y el resto en Bután y Suiza.

”La mayoría de los tibetanos de segunda y tercera generación no han conocido otra tierra que India (o el vecino Nepal) y han adoptado la cultura pop dominante en este país a través del cine y la televisión”, dijo Norbhu.

Con sus pómulos altos, ojos almendrados y piel clara, los tibetanos son claramente diferentes a los indios, que tienden a ser más oscuros, de cabelleras abundantes y ojos y narices más prominentes.

Pero esas diferencias no separan a los jóvenes de ambos grupos, que comparten puntos de vistas similares por haber asistido juntos a la escuela, mantienen vínculos afectivos y hasta se casan entre sí, pese a la resistencia de los mayores en las dos comunidades conservadoras.

Muchos jóvenes tibetanos consiguen becas para estudiar en Occidente y, aunque siguen comprometidos con la causa del Dalai Lama, prefieren radicarse en países con mejores oportunidades económicas.

Tsundu, quien estudió geología en Alemania, y luego regresó a Dharamsala para colaborar con el gobierno en el exilio, señaló que está en marcha un ”segundo éxodo” de tibetanos, esta vez a Estados Unidos, Canadá y Europa.

”En muchos sentidos, la globalización es más destructiva para la causa tibetana que la revolución cultural” de Mao, dijo Tsundu.

Como muchos exiliados tibetanos, Tsundu es políglota, y se lamenta pues cada vez que lo invitan a participar de seminarios sobre el Tíbet debe hablar en inglés.

Tsundu está diseñando una política educativa que, según él, no sólo ayudará a los actuales exiliados tibetanos, sino que servirá de guía para un eventual gobierno autónomo en el Tíbet.

La política ”procura enseñarle a los tibetanos a que abandonen los extremos del capitalismo y el comunismo, pues son extremos incorrectos de forma de vida”, explicó.

Pero otros, como la joven Youdon Aukatsang, quien regresó a India en 2000 luego de estudiar leyes y relaciones internacionales en Estados Unidos, tienen una visión más práctica sobre el exilio.

”No hay escasez de escuelas tibetanas en India. Pero cuando llega el momento de decidir sobre la educación terciaria, los padres naturalmente tienden a inclinarse por lo más práctico para sus hijos y a prepararlos para los desafíos de este mundo cada vez más competitivo”, dijo a IPS.

”Al fin de cuentas, los tibetanos en India no son diferentes de otras comunidades de expatriados en el resto del mundo. Los niños indios que crecen en Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, hablan muy poco sus lenguas maternas”, añadió.

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe