La catástrofe de Sri Lanka causada por el maremoto del domingo en el océano Índico está propiciando una solidaridad histórica entre grupos étnicos enfrentados.
La solidaridad se percibe incluso en el este del país, donde las relaciones entre los musulmanes y los tamiles han sido muy tensas durante los últimos tres años de cese del fuego entre el gobierno y el grupo separatista Tigres para la Liberación de la Patria Tamil-Eelam (LTEE), que actúa en la zona oriental.
Setenta y cuatro por ciento de los 19,2 millones de habitantes de Sri Lanka son de la etnia cingalesa, 18 por ciento son tamiles, siete por ciento de origen árabe y uno por ciento veddas y malayos.
En cuanto a religión, 70 por ciento son budistas (la mayoría cingaleses), 15 por ciento hindúes (de la etnia tamil), ocho por ciento cristianos y siete por ciento musulmanes.
Los Tigres pelean por crear una zona autónoma tamil en el este del país, mientras que los musulmanes se oponen y amenazan con iniciar una lucha similar si el LTEE concreta sus aspiraciones.
Pero los enfrentamientos étnicos y religiosos pasaron a segundo plano tras la catástrofe del domingo, cuando las costas de Sri Lanka fueron arrasadas por los portentosos tsunamis, palabra japonesa usada para referirse a grandes olas causadas por terremotos o volcanes submarinos.
El maremoto en este caso fue provocado por un sismo de magnitud 9 en la escala de Ricther, con epicentro cerca de la noroccidental isla indonesia de Sumatra, en el océano Índico.
Bangladesh, Birmania, Indonesia, India, Malasia, Maldivas, Tailandia y Sri Lanka fueron los países más afectados, aunque las olas también repercutieron en algunos puntos de África.
Este jueves, las organizaciones internacionales calculaban el número total de muertos en la región en 120.000. En Sri Lanka murieron 23.800 personas.
Los tamiles simplemente huyeron cuando el mar destruyó sus aldeas, dijo a IPS el thaliwar (jefe) de la mezquita de la oriental localidad de Vakaneri, S. H. Rafique.
Rafique lidera los trabajos para distribuir alimentos y ropas a 300 tamiles que, ante la catástrofe, abandonaron sus aldeas y se refugiaron en Vakaneri.
Testigos señalaron que cientos de tamiles aún están desaparecidos.
Vakaneri dejó de ser el principal centro de tensión étnica en Sri Lanka y se convirtió en un ejemplo de solidaridad.
Cuatro meses después de que Colombo y el LTEE acordaran un cese al fuego en febrero de 2002, se produjeron duros enfrentamientos entre musulmanes y tamiles en Vakaneri y en la cercana localidad de Valachchenai. Desde entonces, la tensión ha ido en aumento.
Pero ahora, líderes como Rafique intentan estimular la colaboración entre las etnias.
El jefe de la mezquita incluso pidió la ayuda de los empresarios musulmanes de la cercana localidad de Ottamavadi.
Templos budistas, mezquitas e iglesias de todo el país son ahora los principales centros de atención a las víctimas. Allí, voluntarios locales y trabajadores de agencias internacionales recolectan y distribuyen alimentos no perecederos y abrigos.
El monje budista y ex legislador Baddegama Samitha Thero colabora con los trabajos para retirar los cadáveres de entre los restos de un tren, donde se sospecha murieron unas 1.500 personas.
La disposición de Samitha Thero llamó la atención, sobre todo considerando que los monjes budistas rehuyen todo contacto con muertos.
Esto está a punto de convertirse en un desastre sanitario. Hay muchos cadáveres por ahí. No necesitamos ni alimentos ni agua. Tenemos que abocarnos a los asuntos sanitarios, y es por eso que estoy aquí, dijo a IPS.
Los líderes religiosos que trabajan como voluntarios criticaron la falta de organización en la ayuda a las víctimas de los tsunamis.
Yo puedo encargarme de sus necesidades básicas, pero no soy médico, y nadie ha venido aquí para atender sus problemas de salud, dijo Rafique.
Dos días después de que los tsunamis arrasaran la costa oriental de la isla no había ninguna forma de conexión con las zonas afectadas para enviar suministros.
Los Tigres se opusieron a que el gobierno interviniera en la zona, que consideran territorio tamil, y apelaron a la colaboración internacional.
El LTEE estima que 18.000 personas murieron en zonas bajo su control, sobre todo en el norte y en el este.
Todo lo que entreguen los donantes internacionales deben dárselo a las organizaciones que trabajan aquí, y no al gobierno, dijeron portavoces del LTEE en la oriental localidad de Batticaloa.
En tanto, los habitantes de la meridional ciudad de Galle critican a las autoridades locales por no saber reconocer las prioridades en la emergencia.
Se dedican a barrer el campo de la municipalidad y todavía hay cadáveres aquí, dijo Fahim, un voluntario.
Sólo les interesa limpiar el centro de la ciudad, mientras a cinco minutos de allí hay una montaña de cadáveres en descomposición, señaló.
Cada vez más personas se acercan a la zona para buscar ayuda.
Llegué aquí porque me enteré que había centros de ayuda, dijo Kapila, una mujer procedente de la nororiental localidad de Kinnya.
Kapila estaba dentro de su choza cuando una gran ola golpeó la costa el domingo. Pudo escapar con su pequeña hija, pero su esposo, quien estaba pescando, desapareció.
Fue tan rápido que no pude hacer nada. No sé qué le pasó a él, dijo Kapila mientras ingresaba a un centro de asistencia en Vakaneri. (