Algunas empresas de Estados Unidos contratadas para trabajar en Iraq gastan entre 25 y 30 por ciento de sus ingresos en vehículos acorazados y en pequeños ejércitos privados para garantizar la seguridad de sus empleados.
Estas compañías están contratadas por el gobierno estadounidense para ayudar a empresarios iraquíes a crear empleos, mejorar la eficiencia de la industria y la actividad agrícola, asistir en la privatización de empresas estatales que hoy operan a pérdida y estimular la inversión.
También capacitan a los iraquíes en tecnologías de la información, ayudan en la constitución de un Poder Judicial independiente y en el establecimiento de un sistema económico y de gobierno transparente.
Una de las empresas que participa en el proceso es la compañía de servicios petroleros Halliburton, radicada en el meridional estado de Texas y que en años anteriores tuvo al hoy vicepresidente estadounidense Dick Cheney como presidente.
La firma obtuvo contratos por miles de millones de dólares que le fueron asignados sin licitación.
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Desde la invasión, el gobierno de Estados Unidos ha gastado en promedio unos 3.300 millones de dólares al año en contratos con empresas que participan en la transformación de Iraq de una economía centralizada en una de mercado libre.
Pero esas mismas compañías encuentran su tarea enormemente frustrante.
El principal problema es la seguridad, según empleados de las empresas entrevistados por IPS vía correo electrónico.
Aunque estas compañías gastan casi un tercio del dinero que reciben de Washington en vehículos acorazados, custodias y otras medidas de seguridad, algunos empleados corren constantes riesgos y con frecuencia encuentran imposible trasladarse de un punto a otro de Iraq.
En ocasiones, se ven obligados a abandonar el país del Golfo y radicarse temporariamente en los reinos vecinos de Jordania y Kuwait.
Es casi imposible hacer ahora un buen trabajo, pero mi optimismo me indica que eso cambiará, dijo un alto ejecutivo contratado para el desarrollo de programas de gobierno municipal.
Es muy poco lo que puede hacerse en Iraq en estos días, por razones obvias, dijo otro empleado, quien, al igual que todos los entrevistados para este informe, solicitó reserva de su identidad.
Debemos contratar milicianos kurdos para protegernos. Se trata de unos 80 peshmergas, combatientes de las montañas del norte de Iraq entrenados por paramilitares estadounidenses y británicos durante el hoy disuelto régimen de Saddam Hussein, indicó una entrevistada.
Cada combatiente tiene una ametralladora AK-47 (Kalashnikov), y muchos tienen pistolas, granadas y lanzaderas de granadas. Ninguno de ellos vacila en usar sus armas, agregó la empleada.
Pero las reglas cambiaron a medida que la resistencia iraquí ganó intensidad.
En abril, cuando el chiita Ejército Mehdi se rebeló en el sur y atacó oficinas de contratistas estadounidenses, le dijimos a nuestros combatientes que si una multitud amenazaba el edificio, deberían disparar a herir, de ser necesario, pero no a matar, explicó un ejecutivo.
Ahora, la situación es completamente diferente. Nuestros combatientes disparan a matar, agregó.
Viajar se tornó un problema muy serio, lo cual limita las posibilidades de que los consultores trabajen con sus clientes iraquíes.
Cuando salgo de la zona segura en Bagdad, lo hago con dos vehículos y ocho guardias, todos fuertemente armados, dijo un consultor agrícola. Los vehículos son discretos. Me siento en el asiento trasero, entre dos guardias, y al frente se ubican el conductor y otro guardia.
El segundo automóvil, colmado de custodias, va detrás del mío. Eso es lo que la señora (Margaret) Hassan (la activista británico-iraquí de la organización humanitaria católica CARE secuestrada por la resistencia iraquí) no tuvo. Sus guardias, desarmados o con armas ligeras, no podían superar a los secuestradores.
Sabemos desde hace algún tiempo que las mujeres son objetivos de alto valor para el rescate, y es una lástima que ella no se hubiera dado cuenta de eso, agregó.
Las fuerzas estadounidenses han intensificado sus ataques en ciudades como Faluya y Ramadi en respuesta a la creciente cantidad de atentados suicidas y ataques insurgentes cometidos con la finalidad de retrasar las elecciones programadas para enero.
A pesar de los riesgos, algunas empresas no encuentran dificultades en reclutar estadounidenses dispuestos a trabajar en Iraq, así como expertos locales. La mayoría de ellos parecen disfrutar de su tarea, y muchos no iraquíes regresan para cumplir tareas adicionales.
Pero no es el caso de todas las compañías. Se nos ha complicado mucho contratar a consultores estadounidenses en los últimos meses, dijo un ejecutivo.
Es cierto que hay muchos asesores muy capacitados allí, y que muchos desean volver. Pero el número ha disminuido mucho en las actuales condiciones, agregó.
Este tipo de firmas no tienen mayores dificultades en subcontratar a empresas y ciudadanos iraquíes. Los ciudadanos de este país involucrados en el trabajo de reconstrucción han sido con frecuencia amenazados, secuestrados y asesinados.
¿Cómo es posible que me guste este trabajo? Hay días en que me encanta, y otros en que me siento frustrado. Es irresistible y la gente es de lo mejor, dijo un consultor.
Cada asesor con el que haya trabajado quiere volver a Bagdad. Hoy, uno de los buenos retornó por cuarta vez, para nuestro agrado. Y hay muchos otros como él, tan locos como yo, sostuvo.
Pero algunas empresas con experiencia en Iraq se han negado a asumir por segunda vez el papel de contratistas primarios, pues en ese carácter son responsables de los costos por seguridad.
Hemos asumido que, en el largo plazo, queremos trabajar en Iraq. Pero las condiciones comenzaron a deteriorarse en mayo, y vimos que seguirían empeorando. Teníamos razón, dijo el responsable de una firma consultora.
Hasta que no mejoren las condiciones de seguridad y de operación, no seremos contratistas primarios. Trabajaremos como subcontratistas, y solo si tenemos confianza en el aparato de seguridad del contratista primario, añadió.
Al carecer de capacidad de garantizar la vida de sus integrantes, muchas organizaciones humanitarias debieron dejar Iraq. En 2003 eran docenas, y hoy quedan menos de 10, escribió en el diario Boston Globe la experta Tiziana Dearing, directora ejecutiva del Centro Hauser de Organizaciones Sin Fines de Lucro de la Escuela Kennedy de Gobierno, en la Universidad de Harvard.