El ala más derechista del oficialismo estadounidense exige al presidente George W. Bush que tome medidas más severas con Siria, justo cuando ese país da señales de paz sin precedentes.
Damasco estaba accediendo, lentamente, a las demandas de Washington, asegurando su frontera con Iraq y dando pasos históricos de acercamiento con Israel.
Sin embargo, los neoconservadores, que constituyen el sector más derechista del gobierno estadounidense y de sus respaldos externos, piden mano dura con esa nación árabe, sin descartar una acción militar.
La campaña fue lanzada la semana pasada, en un artículo publicado en el diario The Washington Times por analistas asociados a la Fundación por la Defensa de las Democracias (FDD), un grupo neoconservador que por lo general respalda la postura del Likud, el partido derechista que gobierna Israel. "Podríamos bombardear instalaciones militares sirias, ir a la frontera e impedir la infiltración, ocupar la localidad de Abu Kamal en el este de Siria, cerca de la frontera, que parece ser el centro donde se organizan las actividades (de la resistencia) en Iraq, o podríamos dar ayuda encubierta a la oposición", escribireron William Kristol y Rupert Murdoch.
Kristol es presidente del influyente Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense, y Murdoch es el editor del semanario Weekly Standard.
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El miércoles, el diario The Wall Street Journal señaló en su editorial —siempre indicador de la opinión conservadora sobre Medio Oriente— que Siria provee apoyo material a los grupos terroristas que matan soldados estadounidenses en Iraq y exhorta en forma abierta a los iraquíes a unirse a la resistencia".
El editorial acusaba al gobierno de Bush de responder a estas provocaciones con "señales políticas mezcladas y gestos débiles", y lo exhortó a que al menos amenazara con una acción militar.
Horas después de publicados estos editoriales, Bush ya estaba hablando con dureza de Siria.
En una conferencia de prensa en la Casa Blanca con el primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi, el mandatario estadounidense fue consultado sobre las versiones de que Irán y Siria estaban colaborando con la insurgencia sunita en Iraq.
Bush dijo que "los asuntos internos de Iraq no están en los intereses" de esos dos países.
En cierta medida, la nueva campaña contra Siria recuerda a la que precedió la invasión estadounidense de Iraq, lanzada el 20 de marzo de 2003.
Entonces, los neoconservadores y el secretario (ministro) de Defensa, Donald Rumsfeld, postulaban un combate contra Siria, a la que acusaban de brindar refugio a altos dirigentes del partido Baath, entonces gobernante en Iraq, y recibiendo para su custodia armas de destrucción masiva iraquíes.
Pero la insurgencia iraquí recrudeció en el otoño boreal de 2003, por lo que el jefe de los asesores de Bush, Karl Rove, ordenó a los halcones retirar las demandas, pues una nueva aventura militar podría costar la reelección presidencial, lograda el 2 de noviembre.
Ahora que Bush logró su objetivo en las urnas, los neoconservadores no se muestran preocupados por las consecuencias políticas de su prédica.
Pero la insistencia de los neoconservadores con Siria contradice el consenso prevaleciente en Washington, aun entre los halcones, según el cual el programa nuclear iraní representa un desafío estratégico mucho más importante para el gobierno estadounidense.
En contraste con las acusaciones formuladas hace 16 meses contra Siria, la nueva campaña parece basarse básicamente sobre supuestas declaraciones de funcionarios militares y de inteligencia mencionados sin identificar en artículos de la prensa.
Según las fuentes de la columna de The Washington Times y un informe de The Washington Post, la insurgencia sunnita en Iraq es organizada, financiada y hasta manejada por "un puñado de baathistas iraquíes que operan en Siria".
Una pieza supuestamente clave de tal evidencia es el supuesto descubrimiento de una señal de ubicación satelital de en una fábrica de bombas en Faluya, bastión de los insurgentes, que se dirigía a Siria occidental.
Estos informes, la mayoría anónimos, fueron repetidos por el rey Abdulá de Jordania y el presidente iraquí Ghazi Yawar en sus visitas a Washington. Abdulá y Yawar acusaron a Siria de entrenar a infiltrados y "combatientes extranjeros" en Iraq.
"Cada vez más" funcionarios de la comunidad de inteligencia estadounidense "piensan que Siria está en el centro del problema", dijo un ex analista de la Agencia de Inteligencia de Defensa citado por The Washington Post.
Kristol y otros neoconservadores consideran que tales informes prueban el siniestro papel de Siria en Iraq, pero ignoran, al mismo tiempo, la cooperación brindada por Damasco, en especial el cierre de la frontera iraquí.
The Wall Street Journal, diario que en sus editoriales refleja las posiciones de la derecha estadounidense, informó que "altos militares y otros funcionarios dicen que Siria ha hecho serios esfuerzos en las últimas semanas para cortar el flujo de combatientes a través de la frontera".
Las autoridades en Damasco "arrestaron al menos a un ex baathista iraquí acusado por Estados Unidos de ayudar en el financiamiento y en la coordinación de la insurgencia", indicó The Wall Street Journal.
La prensa estadounidense también sostuvo que tras la ocupación estadounidense de Faluya se detectó muchos menos sirios y "combatientes extranjeros" de lo esperado.
Los halcones estadounidenses necesitan un chivo expiatorio para una insurgencia de la que no saben mucho, consideró Josh Landis, experto en asuntos sirios de la Universidad de Oklahoma.