El microcrédito no es la panacea para solucionar la pobreza, sino parte de una política con ese fin que debe incluir asistencia técnica, capacitación y una mayor distribución de la riqueza, advirtió un experto del Fondo Latinoamericano de Desarrollo (Folade).
A las microfinanzas hay que devolverles su cara social, apuntó en conversación con IPS Edgar Zurita, director ejecutivo de Folade, una red autónoma que promueve servicios financieros integrales a microempresas.
Tenemos que buscar impacto de desarrollo, de inclusión social, valores de carácter socio-económico, no sólo ingresos para la familia, señaló Zurita, quien visitó La Habana para participar en un encuentro internacional sobre la materia.
El experto dijo que las microfinanzas se han convertido en moda por efecto de una gran campaña publicitaria realizada por los grandes organismos multilaterales de crédito y consideró que hacen falta más acciones y menos espectáculo.
Según un informe del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), el sector microfinanciero creció en los últimos cinco años a un ritmo de 25 a 30 por ciento anual, lo cual lo hace atractivo para las grandes financieras comerciales del mundo.
Pero en la cita de La Habana hubo consenso en que el microcrédito no es un negocio ni un fin en sí mismo, sino un instrumento que requiere de varios otros ingredientes para contribuir al desarrollo.
Nuestro objetivo es devolverle el contenido social. Hay grandes monstruos de las microfinanzas a los que sólo les interesa ganar dinero, alertó Zurita.
El foro titulado La globalización de los servicios financieros a la microempresa y su impacto en la superación de la pobreza, que se desarrolló del 29 de noviembre al 1 de este mes, fue auspiciado por Folade, por la Red Alternativa Internacional de Instituciones Financieras (Inafi) y por la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA).
Zurita dijo que otra conclusión importante del encuentro apunta a la fuerte relación del microcrédito con las remesas de dinero provenientes del exterior, que constituyen una importante fuente de ingresos para varios países de América Latina.
Según el Banco Interamericano de Desarrollo, esta región recibió en 2003 cerca de 38.000 millones de dólares de sus trabajadores emigrantes que viven en el Norte industrializado, principalmente en Estados Unidos y en Europa.
Pero el Banco Mundial es más conservador y en su informe anual Flujos Mundiales de Financiamiento para el desarrollo 2004 sitúa en 29.600 millones de dólares el monto de las remesas recibidas por América Latina en 2003.
En todo caso, esa cifra indica un incremento de 10 por ciento, respecto de 2002, y el doble del nivel registrado en 1998, señala Folade en su página en la red mundial de computadoras.
Esos recursos deben constituirse en un capital semilla para la generación de más microempresas en Latinoamérica, afirmó el directivo de Folade, una organización sin fines de lucro que agrupa a unas 45 entidades, de 17 países.
La orientación hacia el sector productivo de esos fondos requiere, entre otras condiciones, que los Estados cuenten con legislaciones y políticas que estimulen el empleo de esos recursos en pequeñas empresas.
Para especialistas, ello haría posible una mayor reproducción y circulación de un capital que no sólo atendería la demanda agregada por la vía del consumo, sino que generaría empleo e ingresos para amplios sectores de la población.
Según datos de Folade, 40 por ciento de los alrededor de 540 millones de latinoamericanos posee una microempresa. De ese total, sólo ocho por ciento recibe financiamiento para sus actividades.
También hacen falta mejores términos de intercambio entre los países, una mayor inserción en la economía mundial de los pequeños empresarios, afirmó Zurita, de nacionalidad boliviana.
Más que de los grandes organismos financieros, los fondos dedicados a las microfinanzas deben surgir de una inversión ética, diferente, más encaminada al desarrollo que al lucro y la rentabilidad, agregó.
Zurita señaló que en Bolivia, Nicaragua y otros países de la región existen programas con muy buenos resultados, premiados internacionalmente por su trabajo. Son ejemplos a seguir, pero no se ven frente a los grandes monstruos que están manejando millones y millones de dólares en microcrédito, señaló.
En su opinión, el mundo ha tenido un cambio estructural muy fuerte. Hoy, las fuerzas del mercado definen las condiciones en las cuales uno va a hacer desarrollo. Por eso la gente cree que el microcrédito es la panacea para solucionar la pobreza, consideró.
Zurita afirmó que también en Cuba, de sistema socialista, hay un buen desarrollo del microcrédito y Folade impulsa un programa de intercambio de experiencias dentro del cual expertos cubanos viajaron a Bolivia a conocer proyectos que se llevan a cabo en ese país.
En esta nación caribeña, el Fondo Rotativo para Iniciativas del Desarrollo Local (Fridel) constituye un instrumento del Programa de Desarrollo Humano local del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo con el fin de otorgar préstamos a pequeñas y medianas empresas.
Los créditos, que se conceden dentro de la estrategia de desarrollo económico local, han operado en el municipio capitalino de la Habana Vieja y las provincias de Pinar del Río y Granma, en ambos extremos de la isla.
Un estudio de Luis del Castillo, de la Facultad de Economía de la Universidad de La Habana señala que, entre otros objetivos, el Fridel contribuye a elevar la productividad, organización y comercialización de actividades industriales, agropecuarias y de servicios.
También facilita el aprovechamiento de las potencialidades internas del territorio y moviliza diferentes fuentes de financiamiento interesadas en el desarrollo local.
Las tasas de interés que se proponen oscilan entre cinco y 10 por ciento, en tanto el plazo de financiamiento puede llegar hasta dos años, según el estudio Desarrollo local y microcrédito, del profesor del Castillo.
