Isabelita del Barrio espera con ansias el día en que por fin vea entrar por la puerta una brigada de la Oficina del Historiador de la ciudad cubana de Camagüey para devolverle la vida a la casa donde ha vivido su familia desde hace casi un siglo.
Ahora dicen que sí vienen, comentó la mujer de 72 años que en los últimos tiempos ha oído hablar de las obras que se hacen en otras casas como la suya, ubicadas todas en el centro histórico camagüeyano, a unos 540 kilómetros de La Habana.
Isabelita, como la conocen sus vecinos de la barriada del Carmen, muestra cada habitación, los muebles y el tinajón de 1818 con el orgullo de quien sabe lo que tiene. No importa la cocina en ruinas o la impresión de que tras la fachada el mundo se cae.
Yo no me voy de aquí por nada del mundo, dice a IPS, al tiempo que acaricia una de las columnas del patio que, tras perder la pintura y el repello, deja ver los ladrillos circulares con que fue construida a fines del siglo XVIII o inicios del XIX.
La casa de la calle Martí entre Bembeta y Risa ha sido seleccionada para una pronta intervención constructiva, por ser representativa de la arquitectura colonial de la ciudad y por mantener casi intacta su estructura original.
Esta es sólo una de las vertientes del trabajo del Taller del Barrio del Carmen, una experiencia piloto de la Oficina del Historiador de Camagüey para contribuir a la transformación integral de la comunidad donde se encuentra su sede.
En Camagüey, la Iglesia Católica fue definitoria en la conformación de los barrios. La identificación de los habitantes con la parroquia determinó un proceso de identificación que se profundizó con los siglos, según fuentes históricas.
Alrededor de los templos y de sus plazas fue creciendo la ciudad que, fundada en la costa en 1514 y trasladada hacia el interior de la provincia por causas sanitarias, cuenta hoy con un centro histórico de 300 hectáreas, el más extenso de Cuba.
Así también surgió el Carmen, cuyos antecedentes datan de los años 30 del siglo XVIII. El barrio de modestas casas coloniales se fue formando en el entorno de la plaza donde casi 100 años después fue concluida la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.
Casi 1.000 personas viven en 429 viviendas, ubicadas en las 5,5 hectáreas por las que se extiende hoy el barrio. Más de 42 por ciento de los habitantes tienen entre 26 y 60 años y 26,4 por ciento son personas de 60 años y más.
Atender a esa población cada vez más envejecida, se encuentran entre las prioridades del Taller del Barrio, según Maiveris Varona, especialista de la Dirección de Proyectos de Conservación y Restauración de la Oficina del Historiador.
La búsqueda de financiamiento para la apertura de un centro geriátrico en el área es un viejo proyecto del equipo de especialistas que, el pasado año, resolvió 25 de 27 casos sociales presentados por la comunidad.
Con presupuestos limitados, el proyecto comunitario trabaja en el mejoramiento de las condiciones de vivienda, el desarrollo de la economía local, la educación de niños y jóvenes, la identidad comunitaria y el saneamiento ambiental.
El taller trabaja con la escuela primaria del barrio y ha brindado atención a las madres solteras, a las personas con problemas de alcoholismo y a una pareja portadora del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del síndrome de inmunodeficiencia adquirida.
El grupo funciona como un canal de comunicación entre el barrio y las autoridades.
Los propios habitantes definieron los nueve problemas fundamentales del barrio y las nueve prioridades en las que debíamos trabajar. De ahí surgió la estrategia por diferentes sectores, dijo Varona a IPS.
La lista incluye el deterioro de las viviendas, la carencia de materiales para restaurar, la falta de alumbrado en algunas calles, el déficit de teléfonos públicos y de particulares, problemas con el alcantarillado y los servicios.
Del total de 447 edificaciones ubicadas en el área, 150 tienen un estado técnico-constructivo bueno, 230 regular, 58 malo y nueve se encuentran en ruinas. El 66,4 por ciento de las viviendas requiere acciones de rehabilitación de alguna magnitud.
Aquí no tenemos problemas de hacinamiento, sino de deterioro de viviendas, aseguró Varona.
En vista de que no puede enfrentar todas las obras necesarias, la Oficina del Historiador acordó un mecanismo con la Dirección de la Vivienda en la provincia para vender materiales de construcción a la población a precios subsidiados.
No podemos abarcar todo el centro histórico porque no tenemos la disponibilidad financiera para eso. Así que se hizo un estudio de los barrios y de las casas y se definió cuáles se beneficiarían, precisó Teresa Pascual, directora del Plan Maestro de la Oficina.
Por el momento es sólo un paliativo a los casos más urgentes, pero la gente siente que les está llegando algo, que el proyecto hace un esfuerzo para resolver sus problemas, agregó la especialista a IPS.
La plaza muestra las huellas del cambio. Donde hace unos quince años, apenas se veían algunas personas vendiendo frutas con un fondo en ruinas, hoy puede contemplarse un entorno restaurado y animado por sus habitantes.
La vida del barrio transcurría en la plaza y esa es una tradición que hemos querido mantener y enriquecer, precisó Varona.
Junto a las viviendas, un conjunto escultórico a escala humana de la artista camagüeyana Marta Jiménez recrea los personajes del barrio. El hombre del carretón es un líder natural del barrio que aún vive, contó la especialista.
Noches de la trova, sábados del danzón, presentaciones del grupo de teatro infantil Arlequín, exposiciones de artes plásticas, se complementan con las más diversas actividades que organiza la Oficina del Historiador de Camagüey.
Desde que llegan de la escuela, quieren venir para acá. No se pierden ni un concierto, ni una danza, nada de lo que se hace aquí, dice una madre, de 37 años, que lee sentada en un banco mientras sus dos hijas juegan con un grupo de niños en la plaza.
