La ambientalista keniata Wangari Maathai, de 64 años, se convirtió este viernes en la primera mujer africana en ganar un premio Nobel, en su caso el de la Paz, y también encarna la primera causa ecologista distinguida con ese galardón desde su fundación en 1901.
Ser primera no es algo nuevo en Maathai. Ella fue la primera mujer en doctorarse en Biología en Africa oriental y central, lo que ocurrió en 1964, cuando tenía 24 años, y la primera mujer que encabezó un departamento universitario en Kenia.
El premio Nobel de la Paz, que se le entregó este viernes en Oslo, reconoce el trabajo de innumerables individuos y grupos en todo el mundo, dijo Maathai en su discurso de aceptación.
Ellos trabajan en silencio y frecuentemente sin reconocimiento para proteger el ambiente, promover la democracia, defender los derechos humanos y asegurar la equidad entre mujeres y hombres, agregó.
La campaña de Maathai por la salvación de los bosques africanos comenzó con nueve árboles en el patio de su casa, casi tres decenios atrás.
Ministra adjunta para cuestiones ambientales desde 2003, es fundadora del Movimiento Cinturón Verde (Green Belt Movement), la principal organización dedicada a plantar árboles en África, con el fin de proteger la biodiversidad, crear empleos y fortalecer la identidad de las mujeres.
En 1977, cuando fundamos el Movimiento, respondí en parte a las necesidades identificadas por mujeres rurales, como la falta de leña, agua potable, dieta balanceada, vivienda e ingresos, explicó Maathai.
El Movimiento Cinturón Verde también se ha dedicado a campañas de educación, alimentación y otras cuestiones de importancia para las mujeres.
Eso fue un cambio para todas las africanas, dijo Maathai a IPS luego de recibir el galardón. Las mujeres fueron alentadas a fortalecerse a ellas mismas, sabiendo que el cielo es el límite si realmente crees en algo.
Las mujeres han recibido menos de uno de cada 20 premios Nobel desde la fundación del galardón en 1901.
Para Maathai, el premio que se le asignó es un avance, pues constituye el reconocimiento de que los asuntos ambientales se relacionan con la seguridad, la paz y la estabilidad. El ambiente es muy importante, porque cuando destruimos nuestros recursos y se vuelven escasos, luchamos por ellos, dijo.
Maathai ingresó en diciembre de 2002 al parlamento keniata por el Partido Verde Mazingira. Ésas fueron las primeras elecciones libres celebradas en el país en decenios.
El premio fue otorgado luego de una lucha larga y ardua, no solo por el ambiente y los recursos naturales, sino contra el régimen de partido único del hoy ex presidente Daniel Arap Moi, que la llevó a la cárcel y la hostigó.
Hoy, Maathai habla por toda África, no solo por Kenia. Otros países en desarrollo deberían promover el comercio con su continente, considera la activista.
Confiamos en una nueva concepción del desarrollo en África, según la cual la corrupción se combate desde ambos lados —aquéllos que dan y aquéllos que reciben la asistencia—, y con una nueva sociedad de comercio genuino y adecuado, dijo.
Este año, fue evidente que el Comité Nobel de Noruega amplió aun más su definición de paz. La protección del ambiente se ha convertido en otro camino hacia la paz, dijo el presidente del Comité, Ole Danbolt Mjoes, al presentar a Maathai en la ceremonia de este viernes.
También Mjoes apuntó que la falta de recursos naturales es con frecuencia causa de conflictos.
La mayoría de la gente probablemente estaría de acuerdo en que hay conexiones entre la paz y el ambiente, según las cuales si hay escasez de recursos como petróleo, agua, minerales o leña habrá choques, sostuvo.
Wangari Maathai recibió el séptimo premio Nobel de la Paz asignado a un africano. El primero, en 1961, fue Albert John Lutuli, presidente del Congreso Nacional Africano, el movimiento de liberación nacional de Sudáfrica.
Otros fueron el secretario genral de la ONU, Kofi Annan, quien compartió el premio con el propio foro mundial en 2001, los ex presidentes sudafricanos Nelson Mandela y Frederik De Klerk, en 1993, el también sudafricano Desmond Tutu, en 1984, y el asesinado presidente egipcio Anwar el Sadat, en 1978.